ZARAGOZA

Toldos sin sombra, flores de plástico y otras ideas para Zaragoza que 'salieron rana'

Algunas grandes inversiones como las del wifi municipal o la navegación fluvial fueron un auténtico fiasco. Otras pequeñas propuestas tampoco llegaron a cuajar.

La pérgola original de la Expo, las gradas de la plaza de España y los bordillos tranviarios.
La pérgola original de la Expo, las gradas de la plaza de España y los bordillos tranviarios.
Heraldo

Dos de las ideas e inversiones municipales más recientes están estos días en el ojo del huracán. Los toldos de la calle Delicias no dieron el resultado esperado y parece que no volverán a instalarse a pesar de su elevadísimo coste: contaron con una subvención de 492.000 euros. Los arcos florales de plástico llamados a revitalizar algunas zonas también han desaparecido de las calles porque su imagen era pobre, triste y tenían muchísimos detractores. Resulta difícil defender plantas de plásticos que afean entornos patrimoniales y que, además, han costado más de 280.000 euros.

Conocido es el dicho que reza aquello de que "el infierno está empedrado de buenas intenciones", y en el espacio público de Zaragoza se pueden rastrear no pocos ejemplos. Sobre el papel podía parecer buena idea, pero el resultado es más que discutible. En la historia municipal ha habido muchas inversiones fallidas, que ni siquiera la ‘cabezonería’ local ha conseguido llevar a buen puerto. El símil náutico viene al caso de la navegación fluvial, que por más que los expertos advirtieran en su día que el Ebro era ingobernable (al menos, que no estaba en su naturaleza el poder recorrerlo en barquitas turísticas), con motivo de la Expo de 2008 se llegó a construir un azud, a diseñar un canal de navegación y a hacer varios dragados para permitir la navegación de ocio. Aquel año se pudo recorrer con alguna dificultad, pero en los sucesivos cada vez se fue viendo más claro que aquello era inviable hasta que en 2016 se firmó el acta de defunción: se dejó de dragar y los barcos pasaron a ser parte de la historia.

El dragado del lecho del Ebro fue una constante en los años post-Expo.
El dragado del lecho del Ebro fue una constante en los años post-Expo.
José Miguel Marco

Sin abandonar el impulso que supuso la Expo, también hay que reseñar otras pequeñas decepciones como la imposibilidad de brindar un cuidado correcto a todas las esculturas que se colocaron en la ribera -muchas se vandalizaron y otras se retiraron- o a las mismas ranitas que diseñó Miguel Ángel Arrudi y que volaron como consecuencia de los amigos de lo ajeno. También hay críticas a la inconveniencia de desplegar en la ribera plataformas con láminas de madera, que no tardaron en levantarse o degradarse como consecuencia de la humedad. En algunos puntos, incluso, con el programa ‘Esto no es un solar’ se colocaron hamacas y bancos del mismo material que no tardaron en deslucirse. 

En el mismo recinto de Ranillas, por cierto, al margen de su deterioro generalizado ahora que se van a cumplir 15 años de la celebración de la muestra del agua, hay que reconocer que no se tuvo mucha suerte a la hora de sustituir la pérgola de topos por otra con los nombres de los países participantes. En 2013 se instalaron las 158 lonas que, al margen de dar escasísima sombra, enseguida se rasgaron y se echaron a perder. Decían que eran más resistentes frente a las inclemencias meteorológicas y, a pesar de que costaron unos 48.000 euros, el nuevo diseño tampoco cuajó.

Una de las mayores espinitas clavadas de los distintos gobiernos municipales -independientemente de su signo- ha sido el fracaso del wifi municipal. Tras una inversión que superó los 3,5 millones de euros y décadas intentando impulsar el ‘Wizi’, al final se optó por desmontar las antenas. En su agonía, hubo momentos en los que la mitad de los 500 puntos de conexión no funcionaban y en los que no llegaron ni a venderse 30 abonos.

La plaza del Pilar es una de las zonas en las que se puso en marcha el servicio Wizi.
La plaza del Pilar fue una de las zonas en las que se puso en marcha el Wizi.
Guillermo Mestre

De ‘quita y pon’ también fue la anunciada y presentada ampliación del servicio Bizi, algunas de cuyas estaciones se llegaron a colocar pero se tuvieron que retirar meses después de que se judicializara la concesión. Fue en 2017 cuando se colocó la primera de las supuestas 40 estaciones nuevas en el cruce de Vía Ibérica con la rotonda de Toulouse, en Casablanca, pero tal y como emergió hubo de retirarse.

A mucha menor escala, con inversiones que no tienen tantos ceros pero que quizá incluso afecten más a lo cotidiano, también ha habido otras ideas ‘que lamentar’ en los referente a innovaciones urbanísticas o de supuesta mejora del espacio urbano. En su día, la xerojardinería que se quiso imponer en el trazado del tranvía también fue un fiasco: las telas asfálticas se levantaban, las planchas lucían rotas, apenas había vegetación… Los vecinos también se quejaron de que los árboles que sustituyeron a los grandes plátanos de sombra eran enclenques y tardarían en desarrollarse.

Los parterres del tranvía con las mantas asfálticas al aire.
Los parterres del tranvía con las mantas asfálticas al aire.
Guillermo Mestre

Harina de otro costal fue la recuperación de las gradas en la calle -a imagen y semejanza de las sillas de posguerra- que el entonces gobierno socialista rescató para desfiles como la cabalgata de Reyes o la Ofrenda de Flores. Se compró el material, se dijo que se amortizarían, se montaron uno o dos años y nunca más se supo. Parecido sucedió con el andamiaje ideado para poder fotografiarse junto a la Virgen del Pilar en las fiestas, una gran escalera metálica que iba por detrás de la pirámide de flores, que se acabó desechando a pesar de ser un éxito de público. La forma de reservar la cita y el hecho de que impidiera colocar todos los ramos que se entregan el 12 de octubre obligó a replantearse la propuesta que ya parece parte del pasado.

En lo que a pequeñas chapuzas o acabados poco profesionales se refiere, cada barrio o distrito tienen las suyas preferidas y reivindicadas. Sin embargo, si hay una que atraviesa toda la ciudad es la de los bordillos del tranvía, que tras instalarse en no pocos kilómetros de Vía Ibérica o Isabel la Católica tuvieron que ser limados por los peligros que entrañaban. No fueron pocas las ruedas reventadas contra sus aristas y ángulos de 90 grados, y los informes de seguridad de la Policía Local obligaron a la concesionaria a limar el granito, que los motoristas denunciaban que era tan peligroso como los guardarraíles.

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