La plaza de Salamero y el nuevo parque de Pignatelli se integran en el ADN de Zaragoza

Decenas de zaragozanos aprovechan las vacaciones de Semana Santa para acercarse en familia a estos dos espacios, que aún tardarán un tiempo en desplegar todo su potencial.

Varios niños, en una de las zonas de juegos infantiles de la ampliación del parque de Pignatelli
Varios niños, en una de las zonas de juegos infantiles de la ampliación del parque de Pignatelli
Laura Arnedo

La plaza de Salamero y el nuevo parque de Pignatelli se han integrado ya en el ADN de la ciudad. Tras años de obras había una gran expectación, y aunque tardarán todavía un tiempo en desplegar todo su potencial, estos días han sido el mejor termómetro para comprobar qué aceptación están teniendo entre vecinos y visitantes una semana después de su inauguración.

Las vacaciones escolares de Semana Santa han hecho que estos dos espacios se hayan llenado de niños, padres y abuelos. Tanto es así que la moderna zona de juegos instalada en la ampliación del parque de Pignatelli, única en Zaragoza, se ha convertido en un nuevo atractivo del barrio de Torrero, especialmente para las familias con hijos.

"Es nuestra primera vez y la verdad es que está bastante bien. Por aquí había muy poca cosa. He venido con mis dos hijos y al mayor le está encantando. La pequeña, en cambio, tiene aún un poco de miedo", decía Marta Sánchez mientras sus dos pequeños subían y bajaban. Al vivir su suegra al lado recurrirán al parque a menudo. "Y más cuando pongan barcas en el lago", agregaba.

Apocos metros, Ana Mari Serrano columpiaba a su "nietecica". "Ha sido ella la que me ha pedido venir al parque. Mi marido y yo vendremos sobre todo a pasear, aunque me da que en verano no se podrá estar aquí con los críos por el calor. Al menos, con las fuentes, se podrán dar algún chapuzón", opinaba.

Raquel García y Roberto Tormo también aprovecharon un rato libre para ver cómo había quedado la ampliación. "Hacía falta un nuevo espacio. Vivimos en Torrero, así que nos queda muy cerca. Lo aprovecharemos mucho", apuntaban mientras su hijo pasaba de un juego a otro.

Y mientras unos jugaban, en las alturas continuaban las obras para acabar las 65 viviendas que ‘coronarán’ la ampliación, que tienen ya prácticamente todo vendido.

Salvo un par de columpios acordonados con cintas de ‘No pasar’ de la Policía Local y algún primer grafiti, todo permanece en perfecto estado de revista. La zona del anfiteatro sigue vallada a la espera de que crezca el césped, al igual que la más próxima a los juegos infantiles, en la que hay capiteles y piedras que fueron retirándose de la ciudad durante décadas.

La extensa superficie del parque hace que también sea un buen lugar para pasear. Especialmente apreciado es el entorno del embarcadero, con unos bancos ‘anticierzo’ que prometen ser especialmente útiles los días de más viento. "Ha quedado muy bien", decía otra vecina de la calle de Venecia mientras su hijo empujaba su silla de ruedas.

Varios zaragozanos pasean por el interior de la renovada plaza de Salamero
Varios zaragozanos pasean por el interior de la renovada plaza de Salamero
José Miguel Marco

La plaza de Salamero también parece haber recuperado su público. Aunque cada cual tiene su opinión, el éxito de los nuevos juegos infantiles parece incontestable. Sobre todo a tenor de la imagen que ofrecían estos días, en los que los pequeños tenían incluso que guardar turno para subirse a los columpios. "Tendrían que haber puesto más. Hay tres colegios en los alrededores, y cuando salgan todos de clase, los que hay se quedarán pequeños", vaticinaba Sara Macaya, vecina de uno de los bloques más próximos.

Quien haya paseado en los últimos días por Salamero habrá podido ver a algún operario dando los últimos retoques o conciertos callejeros que han animado las mañanas. Para muchos, es imposible no comparar su imagen actual con la anterior. "Ahora vemos mucho más hierro y cemento, pero a nivel visual ha quedado muy bien", afirmaban los hermanos Eusebio y Félix Manzanares. Otros, como Marian Sotillo y su familia, procedentes de un pueblo de Valladolid, se encontraron con la plaza "por casualidad". "Nos parece un sitio muy chulo, diferente, agradable y fresco. Íbamos hacia el hospital Provincial y al pasar hemos decidido parar a comernos el bocadillo", decía ella.

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