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Los enclaves chabolistas en Zaragoza descienden un 30% pero todavía hay 81 personas viviendo al raso

El Ayuntamiento contabilizó el año pasado 46 asentamientos, mientras que ahora quedan unos 32. La mayoría son hombres de entre 45 y 55 años y hay dos menores que residen con sus padres.

Chabolas en el entorno de la Estación Delicias de Zaragoza.
Chabolas en el entorno de la Estación Delicias de Zaragoza.
Francisco Jiménez

Para muchos, es difícil de imaginar la vida fuera de las cuatro paredes del hogar, pero hay quien llama casa a un refugio formado con tablones y lonas agujereadas en un descampado, a una nave abandonada o un edificio en estado de ruina. Aunque a veces pasen desapercibidos, los asentamientos chabolistas siguen existiendo y forman parte de la imagen de Zaragoza. Algunos por elección y casi todos por obligación, en busca de una vida mejor, el Ayuntamiento calcula que 81 personas viven en la actualidad en estas condiciones. En total, hay 32 enclaves de estas características repartidos por distintos puntos de la ciudad y los Servicios Sociales trabajan para ofrecer alternativas a quienes los ocupan.

Lentamente, pero este fenómeno mantiene la tendencia a la baja que inició hace unos años. Según datos del programa municipal de atención a situaciones de infravivienda, en 2021 se contabilizaron 94 personas que pasaban su día a día a la intemperie, mientras que a 1 de enero de 2022 eran 13 menos. El número de asentamientos se redujo todavía más, un 30%, al pasar de los 46 que existían en ese momento a los 32 que hay localizados ahora. No obstante, estos datos son solo una foto fija y es habitual que el paso de este colectivo por la ciudad sea temporal, tal y como apunta el jefe del servicio, Juan Manuel Harto, que calcula que a lo largo del año pasado se atendieron a 135 ciudadanos por este motivo.

El objetivo final de este programa es la erradicación de las situaciones de ‘sinhogarismo’. Para ello, los trabajadores tratan de detectar, prevenir y actuar en los distintos casos a través los recursos municipales. Precisamente, de los 14 enclaves chabolistas que desaparecieron en el último año, ocho lo hicieron gracias a la intervención socioeducativa del equipo que se encarga del chabolismo. En ocasiones, según explican desde el servicio, se han necesitado varios meses para conseguir objetivos deseables, ya que hay personas que en un primer momento se muestran reticentes a recibir ayuda o a abandonar su forma de vida. También hay otros que no lo hacen nunca.

En cualquier caso, los funcionarios que trabajan con estas personas desempeñan numerosos papeles. Entre las distintas actuaciones, se encargan de darles de alta en el padrón, acompañarles a los centros médicos y ayudarles a renovar documentos en caso de que sea necesario, así como en la búsqueda de trabajo o vivienda. "En primer lugar, lo que hacemos es tener localizada y controlada cualquier tipo de infravivienda o chabola", resume Harto, que añade que a veces la Policía o los propios vecinos son los que dan el aviso. "Después nos identificamos para que nos conozcan, les visitamos regularmente y les ofrecemos alternativas para que no estén en esas condiciones", explica.

Sobre todo, hombres

El perfil más usual, según cuenta Harto, es el de un hombre de entre 45 y 55 años, tanto inmigrante como español y también de etnia gitana. En las mujeres el porcentaje es muy bajo y casi siempre suelen estar acompañadas. Ya no es tan común que haya familias y tampoco niños, pero en la ciudad sí hay un caso de dos menores que residen con sus padres en una caravana. "Están escolarizados y les hacemos el seguimiento desde los Servicios Sociales", indica.

Sobre los asentamientos, Harto cuenta que con el tiempo han ido cambiando, ya que anteriormente estas personas se encontraban en grandes poblados y ahora forman agrupaciones más pequeñas. Se puede considerar un enclave desde una caja de cartón hasta un coche, explica, pasando por las casetas o los edificios abandonados.

Los hay por toda la ciudad, aunque destacan zonas como Cogullada, el entorno de la estación Delicias y los bajos del puente de la autovía, donde han detectado que últimamente numerosas personas acuden a pasar la noche.

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