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La calle Alfonso pierde otra tienda con encanto: cierra Martín Blasco

Aunque la pandemia está influyendo, hace tiempo que esta vía, santo y seña de la esencia de Zaragoza para locales y foráneos, está cambiando radicalmente de aspecto, con muchos negocios franquiciados y, últimamente, más de 20 locales cerrados.

De los casi 80 locales que jalonan la zaragozana calle Alfonso, 21 se encuentran cerrados. El próximo mes se añadirá otro, la platería Martín Blasco, que terminará de esta forma 125 años de historia en el vistoso chaflán que ocupa en una de las esquinas con la plaza de Sas.

En su caso, no es la pandemia quien le ha dado la puntilla, sino el próximo futuro del edificio como sede de apartamentos turísticos.

Junto a este comercio centenario, otro emblemático bajo de esa casa permanece cerrado a la espera de la previsible reforma: el de La Española, una tienda de souvenirs que ha llevado idéntico camino que otra vecina y no menos popular El Mañico, que bajó al persiana a comienzos del 2020.

Los cierres no afectan solo a los negocios con solera, algunos de nuevo cuño también han cesado la actividad o se han trasladado, sobre todo en su caso por los nocivos efectos de pandemia. Los escaparates cubiertos con papeles o los carteles de "se vende" o "se alquila" aparecen, por ejemplo, en lo que fueron dos sucursales de banco; las tiendas de las firmas aragonesas Colección Hogar y Calzados Muro, el Gran Café o mucho antes la Droga Alfonso. Estos dos últimos, además, como sucede con Martín Blasco, con el valor añadido de la estética de antaño y con sabor de sus locales y de la cartelería. En el caso  de Martín Blasco, incluso, el local y su mobiliario está catalogado por el Ayuntamiento y, por ende, protegido.

La escabechina comercial se aprecia a lo largo de toda la calle, pero es en la entrada desde el Coso cuando se expresa particularmente, con hasta varios locales cerrados en hilera: acaba de bajar la persiana la joyería Ginés, no está ya la pastelería de la Tolosana consagrada a las trenzas de Almudévar y también lleva largos meses vacía la tienda de relojes que antes había sido la coqueta pastelería Tupinamba, por citar algunos. Del suculento local que hace esquina entre Alfonso y el Coso se acaba de marchar Rituals para establecerse en el paseo de la Independencia.

También hay, no obstante, novedades: en breve Farmavázquez abrirá allí una nueva sucursal y se encuentra en obras de reforma la tienda de ropa Desigual, que prevé reabrir este jueves.

En este panorama, son las franquicias las que van dominando la calle, con una particularidad: "Triunfa la tienda de compra de impulso", sostiene Santiago Espa, dueño de La Parisién, uno de los comercios más antiguos de una calle que "hace poco más de diez años se preciaba de no albergar ni una sola franquicia".

Ahora es lo contrario: Tiger, Ale Hop, Wow La La o Calzedonia se mezclan con llamativos comercios de carcasas o móviles o, incluso, máquinas de vending.

Desaparecido el Gran Café, la hostelería se agrupa en las calles adyacentes o al final de la vía, con los bares Santiago o El Real. Por el camino, manda la comida rápida y/o franquiciada: Taco Bell, Pans & Company, Manolo Bakery o kebabs, junto a modas alimentarias más o menos extravagantes que van y vienen, como las del yogur helado, los tés en burbujas o, en breve, los polos 'de diseño' que se van a instalar en la plaza de Sas, en lo que fuera la tienda Q de complementos.

A la par, se mantienen muchos locales tapiados o reformados y a la espera. Verbi gracia, el de La Campana de Oro, cuyo edificio, como sucederá con el de la joyería Martín Blasco, también se orientó hacia el negocio de las viviendas turísticas.

Cosa distinta sucede con las vías adyacentes a Alfonso, donde decenas de negocios singulares, cafeterías y bares con intención  o tiendas de toda la vida contribuyen a dar personalidad a esa turística zona del centro.

Todos ellos luchan en estos tiempos nada propicios. "Desde que nos confinaron por esta calle y por el centro en general pasa muchísima menos gente", constata Espa para quien la pandemia ha supuesto "un cambio de modelo". A su juicio, "la gente viene mucho menos al centro, porque sale menos pero también porque no se atreve tanto a coger el transporte público".  Pero el problema viene de antes: "La cosa comenzó a decaer cuando se llevaron los juzgados y parte del funcionariado del Ayuntamiento de Zaragoza".

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