Sobrevivir y hasta crecer en el peor momento a la espera de la normalidad

La pandemia lleva a muchas empresas al límite. Algunas sueñan con resistir, mientras otras aspiran a seguir creciendo.

El comercio local inicia la temporada de rebajas tras los meses de parón provocados por la covid
El comercio local recurre a las rebajas tras los meses de parón provocados por la covid
Oliver Duch

Cada empresa vive la crisis económica derivada de la pandemia como buenamente puede. Algunas recurren a ayudas autonómicas o municipales, otras han pedido créditos ICO y casi todas han echado mano del expediente de regulación temporal de empleo (ERTE), convertido en el verdadero salvavidas de muchos propietarios que no se resignan a bajar para siempre la persiana de su negocio. «O coger el ordenador y marcharnos a casa para trabajar desde ahí si se le da una vuelta al negocio», valora Fernando López-Torres, director de Viajes Zanzíbar, una agencia ubicada en el centro de Zaragoza.

Todos los propietarios tienen una idea clara, un objetivo compartido: hay que aguantar el tipo como sea hasta que se recupere, sea cuando sea, la normalidad. «Llevamos muchos años trabajando, lo que nos permite perder seis meses, pero si ya es un año o año y medio... a ver», se cuestiona Manuel García, administrador del bar-restaurante Flor, en los Porches de Galicia de la capital altoraragonesa.

Los empresarios más pesimistas son los más pequeños, ya que solo un 34,6% de ellos piensa que volverá a lo largo de 2021 a los niveles anteriores a la crisis, según una encuesta del Instituto Nacional de Estadística (INE). Por su parte, un 4,4% de empresas declara que probablemente tenga que cerrar en el primer semestre de 2021, porcentaje que se eleva hasta el 5,4% en el comercio y hasta el 6,9% en transporte y hostelería.

El Hotel Sauce, en Espoz y Mina 33, ha cambiado el servicio de habitaciones por la elaboración de pasteles, al menos durante estos meses de pandemia en la que no hay turistas. Viajes Zanzíbar sobrevive gracias a un crédito ICO y sus propietarios han tenido que poner dinero de su bolsillo.

Sin llegar a mentar un posible cierre, Maribel Marco, propietaria de Flores Valenciana, en Teruel, sí se muestra muy preocupada por la cancelación de todas las celebraciones litúrgicas. «La no celebración de la Semana Santa ha sido un golpe muy duro», asegura. Su receta para sobrevivir pasa por las redes sociales.

Unos pocos miran más allá de la crisis y, pese a lo complicado de la coyuntura, están buscando reforzarse para salir con fuerza de la crisis. Estas empresas amplían sus intalaciones, diversifican sus servicios y, algunas (en torno a un 5,6%), hasta prevén aumentar su plantilla, mientras que un 5,8% se conforma con recuperar los trabajadores en ERTE.

Dentro del grupo de comercios que buscan crecer en un momento como este se encuentra el Hotel Sauce, en la calle de Espoz y Mina 33, que además de alojamiento a los viajeros que recalan en la ciudad ofrece, desde poco, un amplio surtido de tartas en la pastelería que han abierto junto a su cafetería, y que ha permitido rescatar del ERTE a dos trabajadoras de este negocio familiar.

LAURA DE LA RUA Y LUIS FERNANDEZ DE LA PASTELERIA MI HABITACION FAVORITA DEL HOTEL SAUCE EN LA CALLE ESPOZ Y MINA 33 DE ZARAGOZA / 14-02-2021 / FOTOS: FRANCISCO JIMENEZ[[[FOTOGRAFOS]]]
Laura, junto a Luis, muestra algunas de sus dulces creaciones.
FRANCISCO JIMENEZ
"Hemos invertido en ampliar el negocio para
salir más rápido de la crisis"

Crecer ahora para ser más fuertes en el futuro. Ese parece ser el lema que el Hotel Sauce, ubicado en Espoz y Mina, casi en la esquina con la calle de Don Jaime, ha adoptado durante esta crisis. El negocio cuenta desde hace años con una cafetería, ‘Mi habitación favorita’, de notable éxito a la hora del desayuno entre el lunes y el viernes, pero especialmente transitada en fin de semana. De ella, como una ramita deliciosa, ha brotado en los últimos meses una pastelería que ya se ha labrado clientes «de muchos barrios distintos» de la ciudad.

«La pandemia nos ha afectado como a todo el sector hotelero y de la hostelería. Es una situación dramática, te pone al límite. Se ha parado el turismo, no hay reservas...», cuenta Laura de la Rúa, quien dirige junto a su marido Luis un negocio al que han decidido darle un empujón. «Lo que hemos hecho es aprovechar para poner en marcha un proyecto que teníamos en mente desde hace tiempo, pero para el que no habíamos encontrado el momento. Así que ahora hemos hecho esa inversión en la pastelería con la esperanza de que cuando todo vuelva a la normalidad y vuelvan los turistas nos ayude a salir antes de la crisis y a recuperarnos un poquito más rápido», narra.

Para Laura, la vertiente pastelera no es solo algo personal –se formó en la prestigiosa escuela de cocina Le Cordon Bleu– sino también una esfera muy ligada al negocio original:«Los hoteles tienen mucha tradición de pastelería. En Europa, hay algunas muy famosas como la ‘tatin’ o la ‘sacher’ que nacen en hoteles, lo mismo la ‘red velvet’, que surge del Astoria de Nueva York».

Por ahora, las creaciones de Laura –que se venden en la cafetería y por encargo y engalanan el céntrico escaparate– ayudan a «cubrir los gastos» y a evitar que el impacto de la pandemia sea mayor en la plantilla. «Gracias a la pastelería hemos sacado a dos trabajadoras del ERTE. De otra manera, estarían sin poder trabajar», razona.

Manuel García en la terraza del Flor, en los céntricos Porches.
Manuel García en la terraza del Flor, en los céntricos Porches.
Rafael Gobantes
"Aguantamos gracias a que hemos trabajado muchos años y nos ha ido bien"

Es uno de los locales de hostelería más antiguos de Huesca, acostumbrado desde 1929 a lidiar con los vaivenes de la historia. Ahora afronta la pandemia adaptándose a las sucesivas restricciones. Su administrador, Manuel García, se mueve por el local desinfectante en mano y con menos mesas ocupadas de las que querría. Reconoce que sobreviven gracias a que «hemos trabajado muchos años (la empresa se hizo cargo del local en 1993) y nos ha ido bien. Eso te permite perder seis meses, pero si es un año o año y medio... a ver».

Ya se pierde al recordar el calendario de las distintas fases, una montaña rusa, dice. Los primeros meses de la pandemia los vivió «con gran incertidumbre». «No sabíamos cuándo volveríamos a trabajar y temíamos que la situación empeorara». Al cierre y al ERTE le siguió la reapertura en la nueva normalidad, que fue «muy mala, hasta la terraza estaba desierta». «Salvamos agosto y septiembre y con octubre llegaron de nuevo las restricciones». Ese mes trajo el segundo cierre del establecimiento. «No se podía consumir dentro, teníamos solo la terraza. Dar de comer a 10 clientes con 7 u 8 trabajadores, era una ruina», y además con las provincias confinadas en la tercera ola.

El Flor volvió a abrir sus puertas el 15 de diciembre, poco antes de la cuarta oleada ligada a la Navidad, con otro confinamiento de la ciudad y horario limitado a las 18.00. Esta semana se han relajado las restricciones, pero solo tiene dos horas más en fin de semana. 

Todavía siguen en ERTE cinco trabajadores y la facturación ha caído a la mitad. «Al acabar las comidas cerramos y nos vamos, porque con ese horario no se pueden dar cenas. Además, aquí venía mucha gente de Zaragoza los fines de semana, un mercado que ahora no existe». El aforo no es problema «porque difícilmente se llena». «Por la mañana haces la mitad de caja y es un logro el día que das 35 comidas, cuando lo normal eran 60 o 70», lamenta.

Flores Valenciana afectados por el confinamiento /2021-02-11/ Foto: Jorge Escudero[[[FOTOGRAFOS]]]
Maribel Marco, en su tienda de la calle San Juan de Teruel.
Jorge Escudero
"No se venden coronas, pero las parejas siguen regalándose rosas por San Valentín"

Los tiempos no son nada fáciles para una floristería, pero Maribel Marco y su equipo han sacado fuerzas de donde han podido para no tirar la toalla y seguir al frente de Flores Valenciana, uno de los establecimientos más conocidos y con más solera en materia de flores en la capital turolense. Su preocupación por la crisis económica que ha generado la covid es totalmente justificada, pues pocos sectores comerciales han visto esfumarse a tal velocidad sus ventas.

«Ahora, los novios no se casan porque están cerrados los restaurantes y también han caído en picado, por esa y otras razones, las celebraciones por bautizos y comuniones», explica. Así las cosas, Maribel ha dejado de vender las flores con las que antes se engalanaban las iglesias en cada ceremonia destacada. No acaba ahí el rosario de pérdidas. En lo que va de año no ha habido liturgias por San Blas ni por San Antón y esta primavera tampoco saldrán los pasos procesionales de Semana Santa que tradicionalmente se adornaban con cientos de claveles. «Esto me ha dolido mucho», confiesa. Llueve sobre mojado, porque los funerales también han sido reducidos a la mínima expresión. «Las coronas de flores han sido sustituidas por centritos», dice gráficamente Maribel mientras atiende a un joven que ha entrado a comprar una rosa para su pareja con motivo de San Valentín. Según cuenta, son los enamorados quienes están salvando la campaña de febrero, pues también han sido suspendidas en Teruel las celebraciones en torno a la leyenda de los Amantes.

Pero Maribel no se hunde. Relata que gracias a un convenio entre Caja Rural de Teruel y la DGA puede enviar su mercancía fuera de Teruel –la ciudad está confinada y la gente de los pueblos no acude a comprar– sin coste para ella ni para el cliente. Además, se ha lanzado a explorar las redes sociales para encontrar nuevos nichos de mercado. «Hay que perder el miedo a vender por internet y por teléfono», aconseja.

Fernando, en su agencia de viajes en el centro de Zaragoza.
Fernando, en su agencia de viajes en el centro de Zaragoza.
Guillermo Mestre
"Las ganas de viajar siguen intactas... el reto es aguantar hasta que llegue el momento"

Un día normal estaría atendiendo llamadas de clientes, despachando correos, habría un compañero en la oficina... pero ya ves lo parado que está todo», lamenta Fernando López-Torres, director de Viajes Zanzíbar, una coqueta agencia en la calle de Isaac Peral. El contexto actual era inimaginable hace solo un año: no se puede ni salir de la capital aragonesa. Y aunque se pudiera, las restricciones sanitarias en España y en muchos de los destinos más demandados impiden el tránsito de turistas.

El arranque de la pandemia cayó como un jarro de agua fría. «Tuvimos que deshacer muchos viajes, repatriar a muchos clientes, incluso algunos que no eran nuestros, para traerlos de donde se habían quedado colgados. Les devolvimos todo su dinero y, a partir de ahí, empezamos a aguantar como pudimos sin prácticamente ingresos, negociando con los proveedores para reducir al máximo gastos como la luz, el alquiler...», resume.

El contexto actual no es más halagüeño. «No tenemos producto que vender. Muchos países están cerrados y, aunque haya voluntad, no se puede salir». López-Torres ha recurrido a un crédito ICO y también a ahorros propios para mantener abierto el negocio.

Una de las pocas ventanas para las agencias son los viajes de aquellos novios que deciden seguir adelante con el enlace matrimonial. «Costa Rica, Punta Cana o algunos países africanos siguen permitiendo la llegada de turistas, pero el movimiento es escaso», precisa.

La estrategia actual de Fernando consiste en volcarse en una labor comercial que se traduzca en futuras ventas: «Atiendo peticiones de clientes muy pendientes del día en que se abran las fronteras. Buscamos propuestas que les encajen para que, el día que se pueda viajar, puedan irse. Es una forma de seguir trabajando, aunque sea sin cobrar, porque las ganas de viajar siguen intactas... el reto es aguantar hasta que recuperemos la normalidad».

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