casco histórico

Peleas, robos, venta de droga y edificios okupados: los vecinos de Aguadores y Cerezo lanzan un SOS

Denuncian que la inseguridad y la delincuencia han aumentado desde el estado de alarma: "Algunos de los que echaron de Pignatelli han venido aquí", aseguran.

La calle Aguadores, en la esquina del cruce con San Pablo.
La calle Aguadores, en la esquina del cruce con San Pablo.
Guillermo Mestre

Un día entre semana en la calle Aguadores, a media tarde. Varias unidades de las Policía Nacional irrumpen en este punto del barrio de San Pablo, que de pronto queda prácticamente vacío. "Estamos investigando una posible desaparición y un robo con violencia", informan los agentes. La desaparición queda en una falsa alarma, mientras que el robo resulta ser el clásico tirón de una cadena de oro. "Esto es así todos los días", lamentan los vecinos. Cuando las patrullas se alejan, todas y cada una de las esquinas vuelven a estar ocupadas "por los de siempre", añaden en referencia al frecuente tráfico de drogas que se produce a plena luz del día.

Los vecinos del entorno de las calles Cerezo y Aguadores alertan de la degeneración cada vez mayor que sufre esta zona del Casco Histórico de Zaragoza. Aunque los problemas no son nuevos, dicen que desde poco antes de que se decretara el estado de alarma "todo va a peor". Hay más viviendas okupadas, más peleas, más robos y, sobre todo, una mayor sensación de inseguridad. Según apuntan, "algunos de los que echaron de la zona de Pignatelli se han venido para aquí", algo que la propia Policía ha confirmado a las personas que han llamado para denunciar.

En los últimos meses el foco se había puesto en el ‘triángulo olvidado’ que forman las calles Pignatelli, Zamoray y Cerezo. La movilización vecinal obligó a las instituciones a mover ficha, con una mayor presencia policial y el derribo o sellado de edificios en ruina que habían sido ocupados. Pero al otro lado de Conde Aranda las cosas no están mucho mejor. El eje Cerezo-Aguadores, que corta el barrio, y sus cruces con Boggiero, San Pablo, San Blas y Las Armas sufren problemas similares y, probablemente, con la misma raíz que los de Pignatelli.

Por eso, algunos de sus vecinos empiezan a alzar la voz y a reclamar actuaciones urgentes. El pasado 17 de junio, una pelea acabó con un joven inconsciente sobre la acera. Fue "una pelea con barras", según los vecinos que lo presenciaron. La Policía Nacional aún busca al autor de una agresión que pudo costarle la vida a un joven "árabe", según confirman fuentes del Cuerpo. "El otro día en la esquina de mi calle salieron dos chicos, uno con un cuchillo y otro con un machete", dice Nieves –que prefiere dar un nombre falso por seguridad–, vecina de Aguadores.

En menos de 30 metros hay al menos tres bloques de viviendas okupados de arriba abajo. Uno de ellos está en la calle Morera, un callejón de Aguadores de apenas un par de metros de anchura. Esta calle se convierte en un estrecho pasillo que tienen que cruzar varios vecinos que viven al fondo del mismo. Por el camino, deben pasar por un bloque de okupas que amenaza ruina.

"Hasta ahora sentía que era un sitio conflictivo, con drogas... pero que no te amenazaba. Ahora no, sientes que te pueden tocar", dice Lidia

"En febrero se metieron personas muy conflictivas y empezamos a tener miedo de verdad. Trapichean, se pelean, hay follones constantemente... Llegas por la noche, pasas a su lado y no sabes cómo van a reaccionar. Te ves apurada cada vez que entras o sales de casa", relata María, vecina de la calle. Aunque parezca increíble, el remozado y deslumbrante Mercado Central está a 330 metros en línea recta de este punto. La puerta de la Basílica del Pilar, a 700 metros. 

Lidia, otra de las vecinas, lleva tres años aquí: "Hasta ahora sentía que era un barrio conflictivo, con drogas... pero que no te amenazaba, como si fuera ajeno a ti. Ahora no, sí que sientes que te pueden tocar porque ves a vecinos que les roban".

Otro de los bloques okupados está en la esquina entre Aguadores y Las Armas. Según apuntan los vecinos, el trapicheo de drogas es habitual ahí dentro. Basta con estar en la puerta un rato para detectar un constante entrar y salir de gente. María Luisa Carrazo y Bernardo Mariblanca, que viven en Aguadores desde hace más de 20 años, dicen que últimamente "todo ha ido a peor en todos los sentidos"

"Con los vecinos no se suelen meter, pero si nos toca la lotería nos vamos de aquí en estampida", aseguran. La degradación del entorno hace que el valor de sus viviendas –en pleno corazón del Casco Histórico– se haya desplomado: "Intentamos vender el piso y, sin verlo, nos daban como mucho 90.000 euros", cuentan. "Aquí los pisos son invendibles", coincide una vecina, quien señala que "cuando ven dónde está, se acaba todo".

La calle Aguadores, en la esquina del cruce con San Pablo.
La calle Aguadores, en la esquina del cruce con San Pablo.
Guillermo Mestre

En el centro de salud de San Pablo conocen bien la situación del barrio. Sus trabajadores coinciden con los vecinos: "Esto va a peor". Es uno de los pocos centros de salud de Zaragoza con seguridad privada, y los partes de agresiones ocupan un buen bloque de folios.

Marta, vecina de uno de los pisos de la sociedad municipal Zaragoza Vivienda (en la calle Las Armas), dice que algunas de estas viviendas públicas están okupadas. Y relata cómo hace unos días había "más de 35 personas en la puerta" de su vivienda "todas juntas y sin mascarilla". "Llamamos a la Policía Local, vinieron y lo mismo te da. Algunos de los críos hasta les insultan", dice.

La falta de seguridad durante la pandemia es una denuncia constante en todos los vecinos, quienes señalan que el confinamiento no se ha respetado. "Yo trabajo en un supermercado, volvía a casa y veía a todos reunidos en la calle, con sus trapicheos, enredados entre sí... Aquí no ha habido estado de alarma", señala Lidia.

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