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En la cola del hambre de Zaragoza: "Claro que da apuro que me vea un familiar, pero es lo que hay"

La parroquia del Carmen sigue dando más de 210 comidas al día. Entre quienes acuden están los habituales, pero también nuevos usuarios víctimas de la crisis.

La cola del hambre en Zaragoza ocupa parte de la calle Santa Ana y dobla la esquina por Albareda. Miguel es zaragozano de toda la vida y está el tercero para recibir una de las raciones de comida que reparte la parroquia del Carmen. “¡Hola, buenos días!”, le saluda Rafa López con una sonrisa que se ve hasta debajo de la mascarilla. Después, le entrega una bolsa con ensaladilla de arroz, bacon con pimientos, un paraguayo, un yogur y un dulce.

Antes de la llegada del coronavirus, Miguel ya había tenido que pasar alguna vez por allí, pero la crisis originada por la pandemia le ha convertido en un fijo. Estaba trabajando en una empresa de control de accesos a supermercados, pero le despidieron "justo antes del estado de alarma", por lo que no pude entrar en el ERTE que se aplicó a los trabajadores. Ahora ve “imposible” encontrar un empleo. Ni siquiera en la fruta, donde dice que lo ha intentado.

Cobra 550 euros mensuales del paro, pero la prestación se le acaba en un par de meses. Por la habitación en la que vive paga 250 euros. “Imagina la fortuna que me queda todos los meses”, comenta.

Llega pronto para ser de los primeros. “Claro que da apuro que pase algún amigo o familiar y que me vea, pero es lo que hay”, señala. En la fila, dice, “hay de todo”, pero en general tiene buen trato con todo el mundo.

Muchos son los habituales, los que llevan media vida acudiendo a la parroquia del Carmen. La mayoría se conocen entre sí y también conocen a los voluntarios y trabajadores sociales. Otros son recién llegados. “Muchos estaban en la economía sumergida, haciendo trabajos domésticos, buscándose le vida… y, con todo lo que ha pasado, han tenido que venir”, señala Lucía Capilla, trabajadora social de la parroquia del Carmen.

En febrero preparaban unas 180 raciones de comida, pero en abril alcanzaron las 260. Ahora cocinan unas 210, ya que varias decenas de habituales han conseguido trabajo para estos días en el campo. Capilla señala que no han llegado más usuarios por “la labor de contención” que hacen Cáritas, las asociaciones de vecinos, el propio Ayuntamiento… “Ha habido días que han venido familias con hijos, con el carrito de bebé y todo, y les hemos facilitado información para que acudan a otros sitios, porque esto no es un lugar adecuado para los niños”, cuenta.

Son las 12.45, hora de empezar a repartir las comidas. Un hombre mayor pide una mascarilla, porque se la exigen para poder entrar al servicio de la parroquia. “Desde que empezó todo esto hemos repartido más de 3.000”, dice Capilla.

Al final de la fila, José Gómez, venezolano de 30 años, espera su turno con dos amigos. Llegó a España 15 días antes de que explotara la crisis del coronavirus. “Fue aterrizar y me encontré con todo esto”, dice, pese a todo, con una sonrisa. José ya había estado en Zaragoza porque su tío vive aquí. Trabajó de camarero en la Expo y más tarde de conductor. En 2013, aún con la crisis golpeando duro, tuvo que volver a su país.

José Gómez recoge una bolsa de comida de manos de Rafa López, de la parroquia del Carmen.
José Gómez recoge una bolsa de comida de manos de Rafa López, de la parroquia del Carmen.
Guillermo Mestre

Ahora regresaba con la intención de trabajar “en la construcción”, pero ha tenido que cambiar de planes sobre la marcha. A corto plazo, va a hacerse con una moto para empezar de repartidor. Necesita dinero para poder vivir y para afrontar su alquiler de 200 euros por una habitación en La Magdalena. Ahora, sin ingresos, su tío le ayuda a pagar todos los meses.

Agradece su labor a la parroquia del Carmen, a la que acude “de vez en cuando”, especialmente cuando su tío está fuera y no puede ofrecerle algo de comer. “Hay mucha gente necesitada que viene aquí, gente de todo tipo, y si no estuvieran ellos no sé lo que haríamos”, remata.

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