atrapados en el extranjero

Una periodista zaragozana atrapada en Finlandia: "Es mejor quedarme aquí bloqueada que exponer a mis padres"

Andrea Gil trabaja como colaboradora, lo que le permite seguir en activo desde casa, a kilómetros de distancia. Viajó para ver a su pareja, un italiano afincado en Turku, y desde entonces no ha podido volver a España. 

Andrea Gil en Turku, un día de cuarentena en esta ciudad de Finlandia.
Andrea Gil en Turku, un día de cuarentena en esta ciudad de Finlandia.
A. G.

Aunque echa de menos a sus padres y al resto de familiares y amigos que tiene en Aragón, la periodista zaragozana Andrea Gil prefiere por el momento quedarse en Finlandia y esperar a que todo pase para no poner en riesgo a los suyos en un viaje de regreso que se adivina largo... Su situación -reconoce- es algo más "fácil" que la que afrontan los miles de turistas que siguen hoy atrapados por la pandemia y el cierre de fronteras en el extranjero. "Yo vine a ver a mi pareja a principios de marzo y desde entonces estamos en su casa, por lo que estoy acompañada y no tengo que pagarme un hotel", señala. 

La situación se complicó al poco tiempo de llegar a Turku, la ciudad en la que reside ahora con su pareja, un italiano afincado en Finlandia. Querían volver juntos para pasar en España las vacaciones de Semana Santa, pero su vuelo de vuelta, programado para el pasado 30 de marzo, les fue cancelado a los pocos días de decretar el Gobierno el estado de alarma. "Lo suspendieron el día 19 y la compañía automáticamente nos reembolsó el dinero. Ni siquiera nos daban opción de reservar otro vuelo porque la situación estaba cambiando muy rápido y cada dos por tres llegaban directrices nuevas. Más adelante comprobamos que estaban cancelando todos los trayectos y, en concreto, desde Finlandia no están saliendo ya vuelos a España, por lo menos sin tener que hacer un par de escalas", relata. Esa ha sido la razón fundamental de que esta joven aragonesa haya decidido quedarse y pasar la cuarentena allí. Temía regresar por su cuenta y contagiar a sus padres tras un largo periplo de aeropuerto en aeropuerto, pues solamente llegar a Helsinki es ahora una odisea. 

Cuenta que la capital, en la región de Uusima, concentra la mayoría de contagios que se han producido en Finlandia, la mayoría importados. Por eso, desde finales del mes de marzo está prácticamente cerrada y con importantes restricciones al tráfico. Los medios locales hablan de al menos 10 muertos y cerca de 3.000 contagios. "La situación aquí la vamos siguiendo, pero es un poco complicado, sobre todo por el idioma. Sabemos que durante las vacaciones de invierno hubo mucha gente que se fue al norte de Italia y muchos volvieron infectados. A finales de marzo se declaró el estado de emergencia, pero nosotros percibimos poco los efectos. Mi pareja trabaja en la universidad y lleva más de una semana teniendo terminantemente prohibido ir. Además han cerrado sitios públicos como teatros, cines, etc. Y muchos bares, aunque no están cerrados por ley, lo hacen de manera voluntaria", indica. 

A pesar de las circunstancias, Andrea reconoce que la situación allí es bastante mejor que en España. No solo porque la cifra de contagios es mucho menor, sino también por la dispersión geográfica y de población que tiene este país europeo. "Lo que han intentado aquí es contener lo que podía llegar de fuera para que la vida normal no se viera afectada. En los supermercados, por ejemplo, no hay problemas de desabastecimiento, colas o medidas de distanciamiento social... Aquí juegan con la ventaja de tener una densidad de población muy baja y además cerraron fronteras muy pronto, sobre todo con Suecia y Noruega, que son los otros dos países escandinavos que sí tenían los casos de contagio muy altos", añade esta zaragozana.

Otra baza a su favor son el clima y los comportamientos sociales que tienen más arraigados en Finlandia. "Aquí hace tantísimo frío que tampoco estamos en la calle y a nivel de distancia social no son como los españoles y los italianos. No tienen la calle como un espacio público y tampoco frecuentan los bares de la misma manera que nosotros...", destaca. A su juicio, y por el tiempo de cuarentena que lleva allí, tanto el Gobierno como la sociedad finlandesa han actuado de manera ejemplarizante ante esta crisis sanitaria tomando muchas medidas de prevención para evitar los contagios. "En las pocas tiendas que hay abiertas hay botes de desinfectante de manos en todas partes. Vas a cualquier comercio y tienes un frasco de gel para ti antes y después de hacer la transacción. Además, todo se paga con tarjeta contact less, y los cajeros y cajeras van todos con guantes. En HyM los probadores los cerraron y no te podías probar la ropa en tienda. Apostaron por medidas de higiene y desinfección mucho antes de cortar los ritmos diarios, que ya de por sí no son tan proclives al contacto social como los nuestros", matiza.

La recomendación de la embajada

En su caso particular, Andrea no ha dejado de trabajar desde que está allí. Al ser autónoma, sigue teletrabajando como colaboradora para un medio de comunicación español. Su pareja, Carlo, tampoco ha visto muy alterada su rutina, salvo el hecho de trabajar ahora desde casa, y reconoce que tienen suerte de vivir una situación allí más tranquila que en España o Italia. Pesa más -dicen- la incertidumbre económica que hay de fondo. "En Roma, la ciudad de donde vengo, cualquier persona que trabaja allí depende del turismo. Tengo a varios amigos que han perdido el trabajo y los que no lo han perdido, en la mejor de las situaciones, tardarán mucho para que puedan volver a tener unos ingresos decentes…", apunta este italiano, preocupado por la situación que afronta ahora Italia

A Andrea, por su parte, le preocupa la situación sanitaria que se vive en España. Cómo lo estará llevando su familia, con la que habla a diario, y cuándo podrá volver a casa. La propia embajada le recomendó hacerlo pero no le garantizaba una vuelta segura a su ciudad de origen, Zaragoza. "Una vez que hablé con mi compañía aérea, me puse en contacto con el consulado y hablé también con mis padres. Entre todos tomamos la decisión de que por el momento sería mejor quedarme aquí bloqueada. Primero, porque no tenía manera de volver a Zaragoza sin correr ningún riesgo, y segundo porque al no poder viajar sin exponerme a infectarme de coronavirus, al llegar a casa iba a ser un riesgo para mis padres", subraya.

Su hermano pequeño, Raúl, permanece también atrapado por la pandemia en Austria, donde está de Erasmus desde principio de curso. Él también decidió quedarse en el extranjero porque aunque tienen medidas de confinamiento y se ven afectados por el cierre de centros, la situación parece que está "más tranquila" que en España. "Le daba miedo que le retomaran las clases, que no fueran telemáticas en la Universidad y no poder acabar el curso", cuenta su hermana, que afronta estos días con la esperanza de que pase todo y puedan reunirse pronto. 

Según relata esta aragonesa, la embajada le ofreció hace unos días la posibilidad de volver a España con un vuelo de Air France que hacía escala en París. Aunque solamente salir de Turku es un problema añadido para ella, que tiene más complicado que nunca llegar a Helsinki para coger ese vuelo de vuelta. "El estado español no está poniendo ninguna facilidad para que tengamos un regreso seguro... Ahora mismo la única manera que tengo de volver es cogiéndome un día entero de viaje, haciendo dos escalas y gastándome 600 euros en un billete de avión que no me voy a gastar porque no voy a colaborar en que las compañías aéreas se lucren de la desesperación de la gente. Te dicen que te busques tú tus vuelos y que vueles, sin garantizarte la seguridad o al menos un avión de Helsinki a Barcelona. La última propuesta que me hicieron para volver este martes a España me dejaba tirada en Málaga. Tenía un avión organizado por Finnair desde Helsinki, que está en cuarentena hasta el 19 de abril, por lo que llegar ahí era ya bastante complicado y el vuelo costaba 350 euros. Una vez en Málaga, no había conexiones a Zaragoza ni trenes a Madrid. Solamente un avión por cien euros a Barcelona y luego otra vez te las tienes que arreglar para llegar hasta Zaragoza. Al final, decidí que no me movía porque aparte del dinero iba a complicarme más la vida, a mí y a mi familia", asegura. 

Cómo afrontar la situación lejos de casa

Para no caer en la "desesperación" que provoca la incertidumbre, Andrea confiesa que hace falta ayuda, y más para aquellas personas que están solas o a kilómetros de distancia de sus hogares. "Vivir la situación desde aquí es un poco complicado... Primero te sientes mal por no estar pero luego eres consciente de que estando allí no serías de ayuda si te sometes a un viaje de tanto riesgo. Yo tengo muchas ganas de volver a mi casa, pero de momento no es posible y lo más razonable es que no vuelva", subraya. 

Cuando lo haga, Andrea espera poder abrazar a sus padres, si la situación lo permite, y también reunirse con sus hermanos. "De momento aquí hemos encontrado mascarillas con filtro y nos las hemos comprado ante un posible viaje a finales de mes o principios de mayo. Me apetece mucho estar con ellos y poder acompañarles en esto. Es una mezcla de resignación y morriña. A veces, cuando me llama mi madre fuera de horario, se me sobrecoge el corazón pensando que ha podido pasar algo malo", confiesa esta zaragozana, que aprovecha para mandar un mensaje de ánimo a todas aquellas personas que estén viviendo una situación parecida a la suya. 

"Me gustaría normalizar esos sentimientos que tenemos todos. Llorar y pasarlo mal es normal... No tenemos por qué ser héroes, podemos derrumbarnos y necesitar llamar o estar solos en momentos puntuales de bajón. Pero sin perder de vista que todo esto acabará pasando y podremos volver a nuestras casas, simplemente hay que tener paciencia e intentar mantener la mente positiva", concluye esta aragonesa en Finlandia

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