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Adiós al emblemático quiosco de la plaza San Francisco

Carmelo Vidal, el quiosquero más antiguo de Zaragoza, cierra el negocio por jubilación. "Ha sido una ventana abierta para conocer gente y entablar amistad con los clientes. Siempre he trabajado muy a gusto", afirma.

Cierre del quiosco de la plaza San Francisco en Zaragoza.
Cierre del quiosco de la plaza San Francisco en Zaragoza.
aránzazu navarro

Desde el 1 de enero Carmelo Vidal procura no asomarse mucho a la plaza San Francisco y eso que habitualmente acude a la Librería Vidal, que regenta su hijo y su mujer, que está a la vuelta de la esquina. Ver cerrado el quiosco en el que ha trabajado toda su vida -¡nada menos que 53 años!- le da pena. Pero, a finales de diciembre, el quiosquero más antiguo de Zaragoza se dijo ‘año nuevo, vida nueva’ y decidió echar la persiana a un negocio que abrió su padre allá por los años sesenta. "Coincidió que cumplí la edad de jubilación, 65 años, y que acababa la concesión de la licencia (el quiosco es propiedad del Ayuntamiento). A mi hijo no le interesaba y pensé: ‘Esta es la mía'", explica.

Carmelo Vidal en la Librería Vidal, junto a la plaza de San Francisco, que regenta su hijo.
Carmelo Vidal en la Librería Vidal, junto a la plaza de San Francisco, que regenta su hijo.
Heraldo.es

El Quiosco Vidal, conocido popularmente como el quiosco de la plaza San Francisco, ha sido de siempre lugar de encuentro y también testigo de la evolución urbanística de la ciudad. Carmelo aún recuerda cuando la plaza era de arena. "Era casi a las afueras. Estaban la Casa Grande (en referencia al Hospital Miguel Servet), el campo de fútbol y la Universidad", comenta. El quiosco también era distinto: más pequeño, de chapa (el de ahora es de ladrillo y hormigón) y enmarcado en un jardín. Y no era el único. "Al principio, había una persona enfrente con un baúl grande y estable donde montaba sus periódicos y revistas", afirma.

Entonces tan solo tenía 12 años ("se trabajaba a esas edades. Las necesidades son las necesidades"). Él y su hermano Antonio fueron los que ayudaban a su padre (que murió pocos años después de inaugurar el negocio) y se convirtieron en socios, a pesar de que por el quiosco fueron pasando otros hermanos (eran 10). En la última etapa, desde 2001, Carmelo es quien lo ha gestionado en solitario. "Teníamos cuatro personas y, al final, mi hijo me echaba una mano", dice.

Para Carmelo, que dejó el colegio muy pronto, el quiosco ha sido como una especie de escuela al estar frecuentado por profesores y estudiantes. "Me decían una palabra nueva, por ejemplo, y eso me alimentaba. La Universidad me enseñaba", señala. "Ha sido una ventana abierta para conocer gente y entablar amistad con los clientes. Siempre he trabajado muy a gusto y no he sentido otra necesidad. Incluso ahora lo echo en falta. Estoy agradecido a todo el tiempo que he pasado en él y todo lo que he vivido ha estado bien", asegura. También se puede decir que ha sido como su casa porque con una jornada de 14 horas (de 8.00 a 22.00) los almuerzos los hacía ahí. "Comía con mi mujer", puntualiza.

Otra clientela, 'otro negocio'

A lo largo de los últimos 53 años, muchos son los cambios que ha visto: tanto de clientela como de modelo de negocio. "Había clientela de todos los barrios: Delicias, el Actur... Sabían que teníamos bastantes revistas y periódicos. En los ochenta y noventa, los domingos cuando la gente salía de misa venía a comprar la prensa dominical. Se vendía un montón. Era una clientela bastante mejor que la que teníamos últimamente. Ahora no se gastan un duro y los estudiantes no compran periódicos. Con los móviles es complicado (en alusión a la versión digital de los medios de comunicación). Además, tenía más intimidad; eran mis amistades. Ahora la gente compra y se va", destaca.

A Carmelo el negocio le ha dado para vivir, pero reconoce que el último año iba "justo" de ingresos. Y el panorama que augura para el gremio no es nada halagüeño. "El bajón más notorio en las ventas fue a partir de la crisis económica de 2008 y no ha vuelto a crecer. Con periódicos y revistas, no puede sobrevivir. La vida del quiosquero está prácticamente muerta como no sea que se le busque otras soluciones. Tiene que complementarlo con algo más: por ejemplo, algo de informática, papelería, cosas para críos... ", subraya.

"La vida del quiosquero está prácticamente muerta como no sea que se le busque otras soluciones. Con periódicos y revistas, no puede sobrevivir"

 Él siempre tuvo periódicos y revistas nacionales y extranjeras y también coleccionables. De hecho, hasta finales de diciembre ofrecía ejemplares del italiano 'Corriere della Ser', el francés 'Le Monde' o el estadounidense 'The Wall Street Journal', entre otros. Se ha marchado en silencio; solo se lo ha dicho a una parte de sus clientes. "Mi homenaje es interno. Procuro no mirar el quiosco cerrado porque sé que no va ser para lo que era en estos momentos, salvo que cambien mucho las cosas. El Ayuntamiento es el que decide. El de la plaza de los Sitios lo quieren convertir en bar. No me extrañaría que este termine en algo parecido o en una heladería", asegura Carmelo. Mientras, en una de las persianas del negocio familiar cerrado se puede ver una pegatina con la ilustración de un quiosco y la frase 'Tu mejor amigo'.

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