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Cierra uno de los quioscos más veteranos de Zaragoza

Lola González se jubila tras regentar durante 35 años Almer Publicaciones, conocido por vender revistas extranjeras y especializadas en los temas más diversos en la avenida de Cesáreo Alierta.

Lola González en la puerta trasera de Heraldo en la que su padre recogía los periódicos en los años cincuenta.
Lola González en la puerta trasera de Heraldo en la que su padre recogía los periódicos en los años cincuenta.
Oliver Duch

No lleva ni 15 días jubilada y ya echa en falta ojear varios periódicos a las 7.00, tal y como ha venido haciendo a lo largo de los últimos 35 años, los mismos que ha estado al frente del quiosco Almer Publicaciones, ubicado en la Avenida Cesáreo Alierta, número 8, de Zaragoza y que acaba de cerrar (el pasado 31 de diciembre). La vida de Lola González, de 65 años, ha girado en torno a la prensa y las revistas; no en vano su padre, Ángel González Calvo, llegó a regentar tres quioscos en la capital aragonesa. “Cuando salía del colegio iba al que tenía en el pasaje del Coliseo Equitativa a leer tebeos”, recuerda.

Para Lola el mundo del papel le ha proporcionado tener otras visiones. "Cuando buscas una información o lo que sea en un periódico o en una revista, al ser un producto manufacturado descubres otros artículos que responden a otros intereses. Te abre otras opciones", señala. El cierre del negocio, por jubilación, no lo vive con tristeza; todo lo contrario. "Cierro con mucho alivio porque estos últimos años no era rentable. La venta en papel ha bajado muchísimo. No se ha podido traspasar el negocio porque exige el traspaso de la plantilla (siempre ha tenido dos empleadas) y no es rentable", reconoce. No obstante, sus clientes pueden encontrar sus revistas y continuar con sus colecciones en El Quiosco -ubicado en la calle de San Juan de la Cruz, número 3- que regenta su marido.

Zaragoza llegó a contar con más de 600 quiosqueros en los ochenta y noventa, según explica Lola. "En los años del 'boom' en la construcción, a la gente que no sabía qué hacer sus padres les montaban quioscos sin tener ni idea. Es un negocio de mucha venta para que te quede algo. Ahora hay muy pocos y los que quedan están resistiendo", sostiene.

Si algo caracterizaba a Almer Publicaciones, que abrió sus puertas allá por 1985, fueron sus revistas especializadas en los temas más diversos y extranjeras (en inglés, francés, alemán, italiano, ruso y árabe). Y también sus colecciones de fascículos, "que duran un año o dos". Las de música (la mayoría inglesas), decoración (sobre todo francesas), de artesanía textil y de aviación eran de las más solicitadas. "En Zaragoza hay muchos militares que compran revistas especializadas y también de modelismo en aviación. O, por ejemplo, en los años antes de la crisis económica había en la ciudad muchos rusos que venían a por revistas en su lengua", resalta.

Internet, la "excusa perfecta"

Para Lola los 'enemigos' de los quiosqueros han sido "sobre todo" la crisis económica e internet. "Este último ha sido la excusa perfecta para dejar de comprar y leer. Los quioscos que aguantan es porque están superespecializados y sus dueños son buenos profesionales", dice, al tiempo que también habla de la competencia "desleal" de establecimientos de alimentación que entre los artículos que ofrecen figuran la prensa y las revistas.

En su caso tenía un buen espejo en el que mirarse para aprender el oficio: el de su padre. Ángel González empezó a finales de los años cuarenta como dependiente en SGEL y UDE, distribuidoras de periódicos y revistas ubicadas ambas en la calle de San Miguel. Poco después, en 1954, abrió su propio quiosco en el pasaje del Coliseo. "Puso en la entrada del pasaje un tablón apoyado con dos ladrillos, una especie de quiosco provisional, para saber si era un buen punto de venta. Era una especie de prospección. Eran otros tiempos", recuerda con cariño Lola, licenciada en Filología Hispánica. "Vio que los periódicos y las revistas se vendían de forma inmediata y habló con los dueños del pasaje para instalar un quiosco. Tenía mucho carisma y era muy afable", continúa.

Al del pasaje Coliseo le siguieron otros dos: en Gran Vía 36 y en la Avenida de Valencia (que posteriormete fue traspasado). A la muerte de su padre, en 1978, fue su madre quien pasó a gestionarlos y más tarde su unió Lola junto a su marido, quienes abrieron el ahora clausurado y El Quiosco, en 1987 (los del Coliseo y Gran Vía fueron cerrados con el tiempo).

Abnegación, constancia y "ser un currela" son las cualidades que, a su juicio, todo quiosquero debe tener. Sin olvidar la atención al cliente ("siempre estamos atentos a lo que la gente quiere"). "Ser quiosquero es alguien que está ahí cuando llega el repartidor. A la 6.00 está ahí vendiendo el HERALDO", subraya. Bien lo sabe ella que a las 6.15 empezaba a ofrecer los primeros ejemplares ("durante años, un señor de Biscarrués ya estaba a esa hora dando vueltas para comprar el Heraldo", comenta) y ya a las 7.00 había leído las primera portadas.

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