elecciones 2019

El aquelarre de la democracia

Aragón cuenta con infinidad de rincones misteriosos y con el único pueblo maldito y excomulgado de España: Trasmoz, con apenas 74 votantes pero mucho en liza.

El castillo de Trasmoz, origen de innumerables leyendas, donde se ubica parte del museo de la superstición.
El castillo de Trasmoz, origen de innumerables leyendas, donde se ubica parte del museo de la superstición.
Heraldo

Reflexión, debate, algo de ‘show business’ y... terror. Las épocas electorales pueden dar bastante miedo, no solo por la matraca de los partidos con dos campañas consecutivas sino también por el resultado de las urnas que –pregunten a Pablo Casado– puede ser origen de numerosas pesadillas.

En Aragón hay un puñado de rincones que invitan al escalofrío. Basta escuchar ‘La rosa de los vientos’ o ‘Espacio en blanco’ para oír semana sí, semana también, cómo narran las cruentas torturas en las cárceles del Matarraña, se repasa las psicofonías de Belchite o dan a entender que la cueva de las Güixas en Villanúa es nuestro Zugarramurdi particular.

Sin embargo, si hay un pueblo maldito –el único pueblo excomulgado de España– ese es Trasmoz, con sus ensoñaciones de Bécquer, su museo de la brujería y su futuro político –supersticiosos crucen dedos– en el aire. Apenas hay 74 votantes en la localidad, pero a juzgar por los resultados de las pasadas generales están muy divididos. Hace un mes 17 votos fueron al PP, 14 al PSOE y 13 a Podemos. Otros 12 se repartieron a partes iguales (6 y 6) entres Cs y Vox. El actual alcalde, Jesús Daniel Andía, es popular, pero en los últimos años también ha habido regidores del PAR y del PSOE.

Si en algo coinciden todos es en subrayar la legendaria historia del pueblo y algunas tradiciones brujeriles, que se ha desvelado como un gancho infalible para el turismo. Todo lo que haga que al visitante no le llegue la camisa al cuello parece que vende. Aquelarres, hechizos, gatos negros, lechuzas, males de ojo, acusaciones (muy en boga también hoy) de herejías o pactar con el diablo... El recuerdo a la Galga, la Gasca o la tía Casca (linchada por los vecinos que la persiguieron hasta que acabó despeñada por un precipicio) aún permanece en un lugar telúrico, presidido por la silueta de ese castillo que –dicen– construyó en una sola noche un nigromante.

A la sombra del Moncayo hay mucha agitación estos días y no por pareidolia ni caras de Bélmez, sino por tozudos datos que asustan de cara a las municipales. Podría preguntársele a Luis María Beamonte qué ha pasado, no con sus títulos universitarios, sino con la confianza que ha perdido de sus vecinos de Tarazona. El pasado 28-A a orillas del Queiles ganó el PSOE y los populares perdieron hasta 841 votos respecto a los comicios anteriores. Incluso Cs estuvo a punto de dar el tan temido sorpaso. La maquinaria del PP se ha puesto a funcionar –acaso mediante conjuros o curanderas– para que en cuatro días el disgusto sea menor, si bien ya no se lo daría el líder del PP sino el diputado provincial Luis José Arrechea, que le sustituye tras tres mandatos consecutivos.

Otro expediente paranormal, aunque en este caso las aguas bajan más calmadas, es el de San Martín de la Virgen del Moncayo, donde –ojo– hace más de un mes que ya tienen nuevo alcalde. El pasado 6 de abril se hizo una consulta popular y entonces fue elegido Jacob Ramírez como regidor, independientemente de siglas y partidos porque «lo importante es ir todos los vecinos a una, más que la ideología que cada cual pueda tener», explica Ramírez. Eso sí, en Delegación del Gobierno recuerdan que, por muy de acuerdo que estén de antemano y muy curioso que sea este sistema de elección, los vecinos tienen que ir depositar su papeleta (única en este caso) en la urna para hacer efectiva la concordia. De lo contrario, claro, se quedarían con cara de póquer o –más acorde con estas líneas– de Carlos II ‘el Hechizado’.

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