La huella de la pandemia se resiste a desaparecer de los espacios públicos

Casi tres años después del confinamiento, aún persisten carteles en los ascensores, pegatinas en los suelos y geles hidroalcohólicos que ya pocos usan.

Algunos de los 'vestigios' de la covid que aún se ven en Zaragoza.
Algunos de los 'vestigios' de la covid que aún se ven en Zaragoza.
Heraldo

Ya pocos siguen sus instrucciones, pero ahí están. En numerosos edificios púbicos persisten las flechas en el suelo para organizar el tránsito peatonal e, incluso, los carteles en los baños que indican cómo ha de lavarse uno las manos o taparse con el codo a la hora de estornudar. La pandemia parece cosa del pasado, pero muchos de sus símbolos están más que presentes. Si un arqueólogo del futuro indagara en los estratos del año 2023 aún encontraría un buen número de mascarillas, de botes de gel hidroalcohólico e, incluso, de pistolas medidoras de temperatura.

"La señalización de suelos en los colegios para la prevención de la propagación de la covid se pudo retirar ya este curso, pero muchos centros educativos optaron por mantenerla", explican fuentes del departamento de Educación, que en los últimos años casi no dieron a basto publicando protocolos y medidas especiales para luchar contra la pandemia. Muchas de sus indicaciones pueden verse aún hoy en numerosos edificios públicos: de las oficinas del Inaem a las ventanillas del Registro e, incluso, en el conservatorio municipal de música y danza. En este último, en las instalaciones del antiguo cuartel de Palafox en Domingo Miral, una máquina de temperatura recibe al visitante. La mayoría la obvia y pasa sin detenerse, pero aún hay quienes por curiosidad se paran enfrente y esperan unos segundos hasta que la pantalla dice “36,1” y una luz verde invita a pasar. En el suelo, junto a la escalera, hay varias pegatinas rojas que piden “mantenga la distancia de seguridad de dos metros” y en el ascensor, con la etiqueta #estevirusloparamosunidos, se recomienda pulsar el botón con guantes y evitar tocar el pasamanos.

La emergencia sanitaria se acaba, pero los geles continúan.
La emergencia sanitaria se acaba, pero los geles continúan.
Heraldo

Desde que el pasado 7 de febrero dejó de ser obligatoria la mascarilla en el transporte público, la normalidad ya no es ni nueva ni vieja sino que ha dejado de tener etiqueta. “Para mí un antes y un después fue cuando hubo que volver a accionar el botón de apertura de puertas del tranvía. Durante dos años se abrían solas en todas las paradas y me mal acostumbré de tal forma, que dos veces iba tan despistada que no me bajé donde debía, dice María Lasaosa, sobre un cambio de rutinas que se decidió en el verano de 2022. Entonces ya se consideró que “la situación sanitaria estaba estabilizada” y no se esperaban nuevas variantes ni olas. Fue en ese mismo momento cuando el Cabildo volvió a permitir que se pasara a los niños por el manto de la Virgen del Pilar, si bien se recomendó que la columna de jaspe no se besara y que los fieles, si no podían contenerse, simplemente la tocaran.

“Ya el verano anterior, conforme se fue acelerando la vacunación, dejaron de verse aquellas pantallas y mamparas de metacrilato con las que se protegían algunos comerciantes en los quioscos o los estancos”, recuerda el psicólogo sanitario David Marín, que duda de la utilidad de aquellas protecciones: “Muchos hacían trampas al solitario, hasta había boquetes para dar el cambio”, rememora. Desde su punto de vista, muchos momentos históricos dejan huella durante décadas, dado que obligan a interiorizar nuevas costumbres o pautas de comportamiento. “Es lo mismo que sucede con las ciudades, urbanísticamente, con una celebración importante: ya sean los Juegos de Barcelona o la Expo de Zaragoza. 

Los comerciantes tuvieron que hacer inversiones en sus locales para afrontar la lucha anticovid y, poco después, por las medidas de ahorro energético

En la mentalidad la huella de la covid es más profunda de lo que podía pensarse y llega a comportamientos cotidianos como saludar con dos besos, ir de compras o toser en público”. Cita el experto ejemplos insólitos en España como el haberse visto limitado el tiempo para tomar el café en una terraza o la propuesta de limitar a seis miembros al cena de Navidad. “La pandemia va a estar presente en nuestras cabezas durante muchos años, aunque se quiera pasar página. En los próximos años no tardarán en aparecer películas y novelas ambientadas en aquellos inciertos días de confinamiento”, cree Marín.

Señales en la entrada del conservatorio de música y danza.
Señales en la entrada del conservatorio de música y danza.
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Respecto al comercio, los probadores ya no se limpian con Nanoflex contra bacterias y microbios como se hacía con fruición en 2021 y todas las medidas de distanciamientos y aforos han ido decayendo. “De las medidas que yo implemente al principio, ya no queda ninguna, solamente he dejado el purificador de aire con filtro hepa, que es algo que sin la pandemia ni se me hubiera ocurrido poner en la tienda. Ahora me parece algo muy práctico el filtrar el aire del local, ya no solo de virus y bacterias si no también por el polvo”, explica Raúl de Jesús, al frente de su negocio de recuerdos de la calle de Don Jaime. A su juicio, la covid está ya casi olvidada: “Hasta hace poco aún veía a alguien que entraba en la tienda con mascarilla, desde que dejaron de hacerlas obligatorias en el transporte público, se acabó”. A las puertas de muchos comercios sí es cierto que sobreviven atriles con botes de gel hidroalcohólico, pero muchos no se han cambiado en meses y parecen invisibles e inservibles para los compradores.

¿Quién recuerda el término ‘desescalada’? ¿Y aquel régimen de fases que impedía el paso entre territorios? En los pasillos del Ayuntamiento de Zaragoza ya apenas quedan algunas marcas en el suelo que se han dejado por desidia o porque pueden ayudar a respetar los turnos. Entre los funcionarios se ven algunos puestos con pantallas pero sólo algún trabajador puntual porta aún la mascarilla. El próximo escenario sería que estos elementos de protección dejaran de ser obligatorios en las farmacias (en los hospitales aún durarán), pero son muchos los boticarios que, si el cliente no la lleva, le ofrecen una gratis.

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