Mas la Llum, la singular casa de paja del Matarraña que funciona como alojamiento rural

Marta y Xavi se mudaron a Arens de Lledó en 2011 con un proyecto de bioconstrucción en mente. En su momento fue la edificación legalizada de este tipo más grande de España.

Xavi y Marta llegaron a Arens de Lledó en 2011 para construir su casa de paja
Xavi y Marta llegaron a Arens de Lledó en 2011 para construir su casa de paja
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En Arens de Lledó hay una casa de paja y no, no es la del cuento de los tres cerditos. Esta no se vuela con el viento y se puede vivir en ella con total normalidad. Está construida con los estándares de la bioconstrucción, un sistema de edificación en el que se emplean materiales de bajo impacto ambiental o ecológico. Marta Fernández y Xavi Mercadé son quienes están detrás de Mas la Llum, una casa levantada con paja, madera y revestimiento de barro que se puede visitar y que también funciona como alojamiento rural.

El matrimonio llegó en 2011 al Matarraña desde su lugar de origen, en la provincia de Barcelona. Ella estudió Económicas y él se dedicaba a temas de industria y había colaborado en algunos proyectos de construcción natural con madera. "Desde que nos conocimos siempre decíamos que cuando nos jubiláramos compraríamos una masía y la reconstruiríamos. Luego nacieron nuestros hijos y pensamos que para qué esperar, que preferíamos criarlos en un entorno rural", recuerda Marta. Y así es como hace diez años empezaron a buscar fincas en venta, primero por el Pirineo aragonés y catalán, a donde solían escaparse cada fin de semana con su autocaravana. "No encontrábamos nada, o estaba muy caro o no nos encajaba hasta que un día, de casualidad, dimos con este lugar". 

"Por aquel entonces no había gente que supiera hacer este tipo de construcciones y lo tuvimos que hacer a base de leer libros, consultar documentación, aprender, aplicar sentido común..."

La idea inicial era que ellos se encargaban del proyecto y contrataban a otras personas para la construcción pero, al final, fueron los dos, mano a mano, quienes levantaron la casa de abajo arriba. "Por aquel entonces no había gente que supiera hacer este tipo de construcciones y, aunque no era nuestra primera opción, lo tuvimos que hacer a base de leer libros, consultar documentación, aprender, aplicar sentido común… Así que nos lanzamos y ahora somos unos expertos". Después de un año y medio de ocho horas diarias de trabajo, La Casa de Palla vio la luz siendo en ese momento la construcción de este tipo, como casa rural y vivienda, más grande que se había legalizado en España.

La casa nació como un alojamiento rural con seis habitaciones y también un espacio para celebrar talleres y otros eventos. Además, la familia Mercadé-Fernández vivía en ella y también se podía visitar. Hablar en pasado de esta construcción no es un error. Un fatídico incendió arrasó la vivienda original en 2017. "Se tiende a pensar que sucedió porque está hecha con paja y madera pero eso no tiene nada que ver. La causa nunca se supo", asegura Marta. De hecho, fueron los bomberos quienes tuvieron que terminar de derribar las paredes, porque tras dos horas en llamas, solo cayó el techo. "Los edificios de viviendas comunes están preparados para aguantar 30 minutos sin derrumbarse en caso de incendio y un centro comercial o un hospital aguantan 90", explica Marta, para dar fe de la seguridad de este tipo de bioconstrucciones. 

Por suerte, ningún miembro de la familia estaba en casa y, aunque fue el golpe más duro de sus vidas, les ayudó a relativizar y a desprenderse todavía más de lo material. Y eso que el incendio no solo había acabado con su negocio, sino también con su vivienda. "Ese mismo día ya había vecinos del pueblo ofreciéndonos un sitio donde dormir. La respuesta fue de toda la comarca fue impresionante", recuerda Marta.

"Fomentamos mucho la producción local y ecológica. El 90% de lo que consumimos es de kilómetro cero"

Durante un año vivieron en una casa en el núcleo urbano de Arens de Lledó, mientras deliberaban qué hacer con su futuro. "Nuestros hijos ya eran de aquí, tenían sus amigos y no se querían ir. Después de pensarlo mucho, decidimos volver a construir la casa de paja". Y en eso están desde 2018. Este segundo proyecto ha ido más despacio, también motivado por la incertidumbre de los años de la covid. En este caso, la pandemia no ha sido lo peor que les ha pasado. Se podría decir que incluso les ha venido bien o, al menos, han sabido encontrar la oportunidad dentro de la crisis. "De no haber sucedido así, hubiéramos continuado con la prisa de abrir y no habríamos podido probar cosas nuevas o invertir tiempo en fabricar los árboles de barro que hay en el comedor o las lámparas de lana de un metro hechas a mano", asegura.

En cualquier caso, lo que sí se ha visto afectado por la pandemia es todo lo relacionado con talleres y actividades que Marta ofrece en Mas la Llum. Esta parte del negocio sí se pudo recuperar con anterioridad, ya que una zona de la casa, donde vive la familia, y la sala para diferentes propuestas sí estaba terminada cuando llegó el virus. "Como no se podía alojar gente y necesitábamos ingresos, fomentamos más las actividades y la divulgación de temas relacionados con la bioconstrucción", explica Marta. 

Así, muchas personas, arquitectos sobre todo, visitan la casa de paja para ver cómo van las obras. También se imparten talleres de sostenibilidad porque en su vivienda se recoge el agua de la lluvia y la electricidad funciona con placas solares. En esta línea, La Casa de Palla está libre de tóxicos. Es una de sus peculiaridades ya que en ella no hay ni pinturas ni barnices de ningún tipo. "Fomentamos mucho la producción local y ecológica. El 90% de lo que consumimos es de kilómetro cero". 

Actualmente, hay casi dos habitaciones terminadas, de las seis que habrá en total, y la previsión es poder alojar de nuevo a huéspedes este verano. Cada una tiene 25 metros cuadrados que, junto con el bar-comedor común, la sala de eventos y la zona de vivienda familiar ocupan una superficie total de unos 300 metros cuadrados en planta. Todo es accesible, no hay televisión y la desconexión del móvil es casi forzosa ya que la paja aísla del frío, del calor, del ruido y también de las ondas. "En el interior no hay cobertura y fuera, muy poca. Para dar servicio, tenemos una antena que amplifica la señal y la entramos dentro del comedor de uso común para que los clientes puedan al menos mandar algún Whatsapp. Pero poco más". 

Quienes llegan hasta este singular lugar lo hacen atraídos por la idea de ver cómo es una casa de paja por dentro e incluso poder dormir en ella ya que no es habitual que este tipo de bioconstrucciones estén abiertas al público. "En la zona hay cuatro o cinco construcciones de este estilo pero son casas privadas, a las que no se puede acceder así como así. Establecimientos públicos ya es más difícil encontrar". Uno de los escasos ejemplos es el Edificio Circe, que está en Zaragoza, en el Campus Río Ebro. "Dar a conocer esta técnica es uno de nuestros pilares", apunta Marta. 

"Como la paja es aislante y aquí refresca por la noche, abrimos las ventanas para que entre el fresco y se conserva durante todo el día"

Mas la Llum está a un kilómetro y medio del núcleo de Arens. Está junto a la carretera, por una pista sin asfaltar a unos 400 metros, pero, como parte de su encanto, el edificio no se ve hasta que uno no se aproxima. En su interior se goza de una temperatura de entre 18 y 23 grados durante todo el año y la calefacción funciona con hilo radiante, con agua que se ha calentado con la energía de placas solares. "Toda la casa está pensada para aprovechar el sol. La fachada sur está cerrada como un invernadero y calienta tanto la casa que muchos días la calefacción solo se enciende por la noche. Para el verano, toda la construcción tiene un voladizo por lo que el sol nunca entra directamente y, como la paja es aislante y aquí refresca por la noche, abrimos las ventanas para que entre el fresco y se conserva durante todo el día", explica Marta. 

Buena temperatura, sin tóxicos, no contaminante, rodeada de naturaleza y el aliciente de dormir dentro de una casa de paja son las claves del éxito de este proyecto familiar que triunfa en el Matarraña. "Ahora este tipo de construcciones son más comunes pero cuando hace diez años apostamos por hacer un alojamiento rural en bioconstrucción y decíamos que íbamos a levantar una casa de paja la gente se quedaba sorprendida", asegura. Para ella no es tan raro y, escuchándola, tampoco lo parece: "No deja de ser la construcción de toda la vida con los materiales de antaño, no estamos inventando nada".

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