zaragoza

Alcañiz-Millán, el aceite de toda la vida que se hace en una almazara de Maella

José María Alcañiz Millán es la tercera generación de un negocio que se puso en marcha en 1932. 

José María Alcañiz Millán tiene 30 años y es la tercera generación de esta almazara de Maella.
José María Alcañiz Millán tiene 30 años y es la tercera generación de esta almazara de Maella.
Heraldo

José María Alcañiz Millán tiene 30 años y desde siempre ha sabido que su vida estaba en el pueblo. Es de Maella y está al frente de la almazara Alcañiz-Millán, un negocio familiar del que él es la tercera generación. La fabricación de aceite la emprendió su abuelo, en 1932. Después siguió su padre y ahora es él quien continúa con la tradición. En estos años, se han modernizado algunas cosas pero el proceso de elaboración sigue siendo el tradicional. “Lo hacemos todo muy manual y no usamos centrifugadoras mecánicas para separar el agua del aceite”, explica.

Esto hace que el trabajo sea mucho más laborioso y lento. Lo que él produce en un día, una de esas máquinas lo hace en una hora. Pero también se consigue un resultado diferente: “Es un aceite que no destaca, es suave y no aporta sabor a los alimentos pero los potencia. Nuestro aceite sabe a aceite, no tiene ningún matiz. Es un aceite plano, con sabor a aceituna fuerte que no sobresale pero le aporta algo a todos los platos”, explica José María.

Estudió un grado superior de Agricultura y Ganadería y, desde que terminó, se dedica oficialmente a la fabricación de aceite. Pero, en realidad, lleva toda la vida en este mundo. “Nos hemos criado en la fábrica y en el campo”, apunta. Aunque cursó estudios superiores para tener esa base, siempre ha sabido que su vida estaba en el pueblo. “Es como he vivido toda la vida y he seguido los pasos lógicos. La vida rural es lo que me gusta”.

Una parte del año la ocupa en la recogida de oliva y la fabricación de aceite. Aunque normalmente se recoge en octubre, en su caso, esta primera fase del proceso se realiza más tarde, para que la aceituna esté lo más madura posible. Trabajan con la variedad empeltre tradicional, que es buena tanto para mesa como para la elaboración de aceite, y la empiezan a recoger a finales de noviembre, cuando otros ya están casi terminando.

Cada año, la almazara Alcañiz-Millán recoge entre 300.000 y 500.000 kilos de aceituna, de los que salen unos 60.000 litros de aceite. Y se vende todo. “Nuestro aceite se puede encontrar en las tiendas del pueblo y también vendemos por encargo, haciendo envíos a toda España. Pero prácticamente todo el aceite lo vendemos en la puerta de nuestra fábrica”. Y eso que con la covid-19 esta rutina cambió un poco. “Cada vez mandamos más cosas por mensajería pero a raíz de la pandemia se notó muchísimo y casi todo se vendía así. Antes enviábamos un 40% de la producción y después subió al 80%. Se duplicó porque había gente de fuera que no se podía desplazar pero, ahora, poco a poco se va volviendo a la normalidad porque al cliente le gusta venir siempre que puede”.

Algunos, cuenta José María, incluso van hasta Maella a por su aceite y aprovechan para pasar el fin de semana o unas mini vacaciones. “Tenemos unos clientes que vienen a propósito desde Figueras con la autocaravana. Cogen aceite y se quedan por aquí unos días”. Cataluña, Navarra, La Rioja, País Vasco, Galicia y, por supuesto, la comarca del Bajo Aragón-Caspe son algunos lugares de procedencia de quienes compran el aceite de Alcañiz-Millán. Esta es la principal marca y su nombre corresponde con los apellidos de sus padres. Tienen variedad normal, uno de primera presión en frío (es decir, el que se obtiene de olivas sobre las que no se ha ejercido presión artificial) y otro ecológico.

"Desde que mi abuelo empezó, la forma de trabajar es muy parecida pero, por ejemplo, se ha ganado mucho en higiene"

Para sacar toda esta faena adelante, que se prolonga a veces hasta el mes de febrero, en la fábrica trabajan cinco personas, todos del pueblo. “Nos diferenciamos porque somos de los pocos que seguimos haciendo el aceite de la forma tradicional, como se hacía hace cien años”, explica José María. Esto no quiere decir que este joven emprendedor se niegue a avanzar. De generación en generación se va aprendiendo y mejorando cosas del proceso. “Desde que mi abuelo empezó hasta ahora la forma de trabajar es muy parecida pero, por ejemplo, se ha ganado mucho en higiene. Ahora los capachos - el instrumento que se emplea para separar el agua del aceite en las olivas - se limpian cada semana, cosa que antes no se hacía. O se han sustituido elementos de cerámica por otros de acero inoxidable. El espíritu es el mismo pero se va mejorando en calidad”.

Pasada la temporada de la oliva, José María dedica su tiempo a otras plantaciones que tiene en el campo. Cultiva sobre todo el melocotón y el cerezo y, de la misma forma que el aceite, lo vende en la fábrica y también da servicio en las tiendas del pueblo, donde para los vecinos es más cómodo comprar.

Quienes llegan hasta Maella desde fuera en busca del aceite de José María, y también los propios vecinos, pueden realizar encargos por teléfono, correo electrónico o whatsapp. Es el sistema de venta que más se utiliza en la almazara ya que, además, casi todos son clientes fijos. Son, según explica el joven, personas de todas las edades. “Mi abuelo y mi padre tenían miedo de que con el cambio generacional que hubo con el traspaso se perdieran clientes pero no ha sucedido así. Si antes venía el abuelo a comprar, ahora vienen el padre y también el hijo. Tenemos desde personas de 30 años que se han independizado y, como en su casa usaban este aceite, ahora lo quieren seguir teniendo, hasta otros de 80”. Un público muy variado, tanto en procedencia como en edad, unido por el mismo gusto por el aceite de oliva virgen de toda la vida.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión