Carnicería Hermanos Rillo, la frescura y calidad de la matacía casera en Visiedo

Longaniza, morcilla, chorizo y todo lo aprovechable del cerdo está a la venta, recién elaborado, en este establecimiento de más de 35 años de antigüedad.

Berta, a la izquierda, y Ana Rillo, en su carnicería y supermercado de Visiedo.
Berta, a la izquierda, y Ana Rillo, en su carnicería y supermercado de Visiedo.
Heraldo.es

Berta tenía solo 20 años cuando entró a trabajar en la carnicería de su pueblo, Visiedo. Corría el año 86 y el negocio lo llevaba una señora desde un par de décadas atrás. Con la incorporación de la mayor de los hermanos Rillo, se añadió una parte de supermercado y al poco tiempo, su hermana Ana, dos años menor, se incorporó al equipo. Trabajaban mano a mano en la trastienda, elaborando longaniza, morcilla, chorizo y todo lo aprovechable del cerdo, la especialidad de la casa. Aunque en aquellos años aprendieron mucho, ya venían con la lección algo sabida puesto que la matacía era una tradición que habían visto desde niñas en sus padres y abuelos.

Al tiempo, la dueña del negocio, que se había quedado viuda y no tenía hijos, se jubiló y unas jovencísimas Berta y Ana se quedaron con todo. Desde entonces, en el año 90, están al frente de la Carnicería Hermanos Rillo. Tenían 24 y 18 años cuando tuvieron que tomar una decisión importante aunque reconocen que “nos lo quedamos sin pensárnoslo mucho”. Echando la vista atrás recuerdan que en aquel traspaso conservaron a los clientes que siguieron yendo a comprar. “De aquellos la mitad han fallecido pero hemos hecho nuevos”.

“Abrimos de lunes a sábado pero si nos hacen un encargo para comer el domingo, lo guardamos en nuestras cámaras y lo recogen justo antes de la comida. Nos gusta poner facilidades y dar el mejor servicio porque si no, no se vende”.

Y es que la fama de esta carnicería va más allá de los límites de Visiedo, localidad a 50 kilómetros de Teruel de apenas 150 personas censadas. “Los pueblos pequeños estamos ahora en temporada baja. Vivimos de la gente que viene de fuera en Semana Santa, en verano o en navidades, no solo de los de aquí. Muchos solo entran a por la barra de pan, mientras otros se desplazan incluso desde Teruel a comprar nuestras elaboraciones”, explica Berta. El boca a boca ha sido su mejor canal de difusión y cada año tienen más clientes y más trabajo. 

Su hermano Jesús es agricultor pero les echa una mano en lo que puede, moviendo cosas pesadas en la tienda o colocando las bombonas de butano que también venden. Tampoco se olvidan de su madre quien, aunque no está en la tienda, les ayuda a diario. “Todos los días vamos toda la familia a comer a su casa y a nuestros hijos los ha criado ella. Somos una piña”, asegura.

Gracias a eso, las puertas de la Carnicería Hermanos Rillo no están prácticamente ningún día del año cerradas. El domingo, eso sí, aunque siempre hay algún despistado que, con la confianza de los pueblos pequeños, llaman a casa para alguna urgencia. Es lo que tiene vivir justo encima de la tienda… En cualquier caso, el horario oficial es de lunes a sábado, mañana y tarde. “Si nos hacen algún encargo el sábado para comer el domingo, por ejemplo, lo guardamos en nuestras cámaras y lo recogen justo antes de la comida. Nos gusta poner facilidades y dar el mejor servicio porque si no, no se vende”.

Pedidos a domicilio incluso antes de la pandemia

Con la pandemia, llevar la compra a casa en los pueblos se ha convertido casi en lo normal pero, en el caso de la Carnicería Hermanos Rillo, era un servicio que ya se prestaba mucho antes. Y no solo en el mismo Visiedo, sino también en otros municipios de los alrededores, como Lidón o Camañas, donde no hay tienda. “Nos hacen el pedido por teléfono y, sea el día que sea, se lo acercamos. En verano, como hay más demanda, fijamos un día a la semana pero si es una urgencia hacemos excepciones. Estamos a cuatro kilómetros y no cuesta nada”. 

La mayoría de quienes se benefician de estos repartos a domicilio son personas mayores que, bien por precaución en tiempos de pandemia o por su avanzada edad, evitan salir de casa. Algo que pueden permitirse gracias al servicio totalmente altruista de Berta y Ana.

Entre las dos llevan un negocio con más de 30 años de antigüedad en el que han ido aprendiendo de forma autodidacta y también gracias a los consejos de los comerciales que, sobre todo en sus inicios, sabían mejor que ellas qué productos era preferible comprar. Ana está más de cara al público mientras que Berta está en el obrador, haciendo los embutidos. En verano, la familia tiene que arrimar el hombro y las hijas de ambas se dedican más a la tienda para que las dos hermanas puedan preparar el género sin parar.

Su producto estrella es la longaniza. Cada semana se elaboran unos cien kilos y prácticamente siempre se venden. También triunfa el chorizo, las salchichas, a razón de 20 ó 25 kilos a la semana y la morcilla, sobre todo la de arroz, que es la típica de la zona. Tienen otras dos variedades, la de cebolla, que es la que más éxito tiene entre los turistas valencianos que van en verano a Visiedo, y la de miel, la más peculiar. “Lo que hacemos por la noche se vende al día siguiente y vuelta a empezar. Todo lo que tenemos está recién hecho y es esa calidad y frescura lo que más se valora”.

"Vendemos desde el pan hasta el butano, llevamos el estanco desde que su dueña se jubiló. En verano vendemos helados y hielo y en primavera vendemos pollos de engorde".

Otra especialidad de la casa es la conserva, una forma de consumir el cerdo muy típica de Teruel que consiste en guardar en aceite el lomo, la costilla o la longaniza, dentro de tarros de barro o de cristal con tape hermético. “Este invierno se ha vendido muchísimo porque el año pasado, con la pandemia, la gente se movió menos y se hicieron menos matanzas”, asegura Berta.

Aunque el cerdo es el producto en torno al que gira su negocio, en la tienda de los Hermanos Rillo se puede encontrar casi de todo. Como dice Berta, su establecimiento es El Corte Inglés de Visiedo. “Tenemos desde alimentación, fruta y pescado fresco los viernes de cada semana, hasta productos de droguería, sosa cáustica para hacer jabón casero, medias o hilo de coser. También vendemos el butano, el pan desde hace 18 años, cuando cerró la panadería, y llevamos el estanco a raíz de que su dueña se jubilara. En verano, vendemos helados y hielo, y en primavera, pollos de engorde. Somos una tienda de pueblo y hay que tener servicio para el pueblo”.

Con semejante abanico no es de extrañar que, sobre todo en temporada alta, Berta y su hermana Ana no paren ni un segundo. Durante el día están atendiendo al público y, cuando cierran, que suele ser casi por la noche, toca remangarse y hacer el embutido. “Hay épocas de mucho lío en la cabeza y en verano es un estrés exagerado porque tenemos que estar pendientes de muchas cosas”, asegura. Con la pandemia esta sensación de agobio también se acusó, tanto por el miedo a que ellas o alguien de su familia se contagiaran y se vieran obligadas a cerrar la tienda como por el aluvión de pedidos que recibían. “La mayoría nos llegaban por whatsapp. Los preparábamos, el cliente pasaba con el coche, pagaba, cargaba y se iba rápidamente”, recuerda de aquellos primeros momentos de la covid-19.

Con la situación más normalizada, las hermanas Rillo aprovechan estos meses invernales de menos faena para descansar y coger fuerzas para su temporada alta. “Los veraneantes se portan muy bien y valoran mucho tener una puerta abierta. Vienen de Barcelona, Valencia, Zaragoza e incluso del propio Teruel y siempre compran aquí”. Reconocen que, entre los vecinos hay quienes hacen la compra en la capital y quienes son conscientes de que si quieren que Visiedo siga teniendo tienda, tienen que hacer gasto. Y para eso no vale con comprar solo la barra de pan.

 

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