Cápsulas del tiempo: los mensajes para el futuro que sorprenden a los arqueólogos aragoneses

Si bien aún resultan inusuales, cada vez son más valoradas por estos profesionales como memoria del pasado reciente.

Rodeado como estaba de trozos de cerámicas romanas, restos de la Edad del Bronce, de una muralla islámica o de decenas de tumbas, resulta paradójico que lo que llamara la atención del arqueólogo aragonés Raúl Leorza fuera una botella de cristal normal y corriente. Pero en el contexto de aquella excavación en Tauste, en la emblemática plaza de Santa María, que estaba siendo reformada, era precisamente la modernidad de aquella pieza lo que la hacía inusual.

La intuición del profesional funcionó al instante. "Cogí la botella, que estaba entera y sellada, la limpié y en su interior atisbé unos papeles", recuerda Leorza, quien de inmediato la preservó de la humedad y puso el objeto en manos de la restauradora de papel Eva Pérez Doñabeitia.

Aquel hallazgo de hace diez años ha vuelto estos días a ponerse de actualidad gracias a una serie de entrevistas con arqueólogos aragoneses impulsada por el Colegio Oficial de Doctores y Licenciados en Filosofía y Letras y en Ciencias de Aragón, en las que, entre otros aspectos, se ha subrayado la importancia arqueológica de las cápsulas del tiempo, sobre todo a la hora de iluminar pasajes de la historia más reciente.

Cuando hablamos de arqueología suelen venir a la cabeza máscaras egipcias o murallas romanas. Pero hay material interesante mucho más reciente, un ámbito en el que cobran importancia las cápsulas del tiempo, si bien son hallazgos que Leorza sitúa entre los "inusuales". Lo son en un doble sentido: por un lado, se trata de restos que se dejaron ex profeso, con la esperanza de que fueran encontrados. Por otro, de momento son escasos numéricamente en relación a otro tipo de vestigios.

Así, aquel recado para el futuro que alguien enterró en Tauste en 1959 se ha acabado convirtiendo en una joya arqueológica. Con la particularidad de que los que allí la depositaron puede estar todavía vivos. Se trata de un pequeño tesoro que ha arrojado luz sobre unos periodos de la historia de España, la Guerra Civil y el Franquismo, cuya herencia material protege oficialmente desde muy recientemente la Ley de Memoria Democrática. Desde su aprobación, los restos relativos a este episodio histórico son oficialmente objeto de estudio arqueológico y deben ser, si así lo estiman los profesionales, protegidos.

Sería el caso de la cápsula de Tauste, cuyos misteriosos enterradores cumplieron los requisitos necesarios para que su mensaje potencial tuviera valor en los años venideros: metieron en la botella objetos fechables y relativos a acontecimientos singulares de ese momento.

En este caso, entre todos los documentos destaca por lo curioso un bando en el que se da instrucciones a los taustanos para recibir al dictador Franco, que visitó la localidad zaragozana en 1958. Lo haría de nuevo al año siguiente. En uno de los papeles, el alcalde-presidente y el jefe local del Movimiento, Jaime Lucía Fabregat, "ruegan y ordenan el personamiento de los vecinos en la confluencia de la calle del General Mola con la carretera de Gallur el 16 de junio, para recibir a nuestro invicto Caudillo y Jefe Nacional en su visita a nuestra villa, debiendo vestir la camisa azul. En Tauste y Junio de 1958".

En la botella aparecieron también una tarjeta de visita del alcalde-presidente, Antonio Jaraute Bayarte. Así como varias octavilla-saludo (una agradeciendo un donativo y recordando la inauguración de una fuente artística de la plaza del Generalísimo y calles recientemente pavimentadas), una hoja de advertencias a los veraneantes del Santuario de Sancho Abarca y varios recortes del diario 'Amanecer' recordando varios acontecimientos y algunas obras, entre ellas, precisamente, en las que se enterró la cápsula del tiempo.

Para Leorza, es reseñable la recuperación de este material documental que nos habla de hechos históricos acaecidos en la localidad zaragozana a finales de los años 50, en  plena dictadura, con la presencia de un alcalde franquista en varios acontecimientos, como la asistencia del Gobernador Civil de la Provincia y del Presidente de la Audiencia Territorial, que le impusieron la Medalla de Plata al Mérito Social Penitenciario y entregaron el Bastón de Mando al Alcalde, así como la presencia del Jefe Local del Movimiento". El arqueólogo cree probado también que "se trata de una botella que sella este proceso de pavimentación de calles, entre ellas la Plaza Santa María en 1959, que es cuando se terminaron las obras"

A su juicio, el de Tauste supone un material histórico particularmente interesante, habida cuenta de que reúne documentos que no suelen ser depositados en archivos oficiales, como es el caso de bandos o tarjetas de visita.

Leorza reconoce que, como colectivo, el de los arqueólogos puede tener cierta tendencia a "menospreciar" estos hallazgos modernos, a "no darles la importancia que pueden llegar a tener". Muchos "son fruto de la casualidad", pero como profesional cree "que es a un arqueólogo al que se le puede encender la bombilla mucho más fácilmente" sobre la trascendencia de determinados objetos.

En este sentido, Leorza destaca además la labor de los arqueólogos a la hora de supervisar obras públicas para preservar el patrimonio (precisamente, lo que él mismo estaba haciendo aquel año 2011 en Tauste cuando aparición la botella). Ese patrimonio más reciente debe ser tan conservado como el de hace miles de años. Hablamos de patrimonio industrial, paisajes, pozos de hielo, caleros... Y ahora también la huella de la Guerra Civil, como las trincheras...

Las obras públicas son el marco en el que con mayor frecuencia se depositan cápsulas del tiempo más o menos oficiales. Pero si bien las enterradas recientemente en rotondas o edificios públicos -colegios, hospitales- comienzan a ser numerosas, "sobre todo en entornos urbanos", las que vuelven a salir a la luz resultan todavía escasas, de tal manera que tanto el hecho de dejar depositada una cápsula del tiempo como el de encontrarla tienen aún un fuerte halo romántico. 

Son las películas de Hollywood con las que el común de los mortales identifica una cápsula del tiempo, pero, como en casi todo, es a los romanos a quienes hay que acudir para dar con los primeros pasos de esta costumbre. No hay que irse muy lejos para encontrar prueba de ello. Cuenta Leorza que, por ejemplo, en el Burgo de Ebro se han encontrado restos de rituales en este sentido: "Se hacían pozos y se echaban en ellos ofrendas, como cerámicas o huesos de animales, que luego se enterraban. Si bien aquellos romanos no pretendían exactamente dejar huella histórica, lo cierto es que la tradición acabó convertida en cápsula del tiempo. Parecido caso es el de los moriscos quienes, perseguidos, se veían obligados a esconder pertenencias y bibliotecas enteras que han acabado apareciendo de formar sorprendente en obras de casas.

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