NAVIDAD

"La zambomba es un puchero que ha nacido en Aragón": villancicos con denominación de origen

La abadesa Ana Abarca de Bolea fue un personaje esencial con sus composiciones poéticas al Nacimiento, que perviven gracias a las rondas de aguinaldo en las que participan muchos niños.

Ronda aguinaldo de Acordanza (villancicos)l/ 19-12-19 / Foto Rafael Gobantes [[[FOTOGRAFOS]]][[[HA ARCHIVO]]]
La edición del año pasado de la ronda aguinaldo de Acordanza en Huesca.
Rafael Gobantes

“La zambomba es un puchero que ha nacido en Aragón y el muchacho que la toca tiene ganas de turrón”. Esta simpática tonada se canta en la zona del Moncayo y en un par de versos sintetiza un buen montón de ideas: los villancicos -aunque de origen religioso- están muy pegados al pueblo y, además, muchos de ellos tienen ‘denominación de origen’.

A pesar de lo que el nombre -y las letras de algunas coplillas- parezcan indicar, estas canciones no están escritas por malhechores ni villanos. Los villancicos se llaman así por el tono popular que los caracteriza y porque sus creadores, aunque fueran doctos sabios, “remedaban el habla y la música” para acercarlos a toda la población.

Cuentan que no fue hasta el siglo XIX cuando estas composiciones comenzaron a referirse y cantarse exclusivamente en torno a la Navidad, pero en Aragón hay ejemplos muy anteriores de coplillas y estribillos con resonancias de adviento. Desde finales de la Edad Media se cantaba en el interior de las iglesias algunas tonadas sobre la Epifanía o el Nacimiento de Jesús, que eran interpretadas con laúdes y zambombas o panderetas.

Pero no solo en los templos se cantaba: las rondas de despertadores del Alto y Bajo Aragón también hunden sus raíces en aquellos siglos y de las ‘auroras’ de Navidad puede decirse lo mismo. Muchos años después sería cuando empezaran a reunirse y a popularizarse gracias a cancioneros, algunos de los cuales tienen autores tan insignes como Santa Teresa o Lope de Vega.

Echando un ojo a la hemeroteca de HERALDO y a los datos que han aportado investigadores como el músico y folclorista Roberto Serrano o el investigador de Biella Nuei Luis Miguel Bajén, suelen citarse algunos referentes históricos como un documento datado de 1644 en Huesca por el que se ordena pagar al maestro de capilla “por el trabajo y estampa de los villancicos de los años 1642 y 1643”.

En el mismo siglo XVII está datado el cancionero ‘De esplendor se doran los aires’, que se conserva en el archivo de la basílica del Pilar y que incluye canciones en las que algunos estudiosos ven (otros muchos no, la polémica es tozuda) aires de jota aragonesa.

Los libros de referencia de los villancicos con denominación de origen aragonesa son tres cancioneros: ‘Colección de cantos populares de la provincia de Teruel’ (Miguel Arnaudas, 1927), ‘Cancionero musical de la provincia de Zaragoza’ (Ángel Mingote, 1950) y ‘Cancionero popular de la provincia de Huesca’ (Juan José Mur, 1986). A esta fuente inagotable de recursos e información, habría que sumar en fechas más recientes el ‘Cancionero del Altoaragón’, recogido por Blas Coscollar, hace apenas veinte años.

¿Se siguen interpretando piezas que aparecen en estas folias de la sabiduría? Sí, gracias a las agrupaciones de folcloristas y, también, a las llamadas rondas de aguinaldo que aún recorren (en los años sin pandemia) las calles de las localidades aragonesas. Quizá la más popular sea la de Huesca, capitaneada por la Asociación Cultural Acordanza, en la que participan numerosos chavales. Allí se escuchan panderetas de Lanaja o la zambombas de Tarazona, desde que el colectivo -junto a las escuelas de jota- recuperara estos sonoros paseos hace 21 años.

Representación de Ana Abarca de Bolea.
Representación de Ana Abarca de Bolea.
DPH

La abadesa del monasterio de Casbas, Ana Francisca Abarca de Bolea, fue uno de los personajes históricos que mayor impulso dio a la tradición navideña aragonesa, allá por el siglo XVII, gracias a su composición ‘Baile pastoril al Nacimiento’. Se trata de una pieza dramática, que incluye texto y bailes, y en la que los pastores expresan su temor a no haber entendido el mensaje de los ángeles (“segunt el anchel lo dixo”) cuando les dicen que acudan a adorar al Niño. Ana Abarca de Bolea escribió otras obras de tema navideño pero limitándose a la composición poética, sin sumarle carácter teatral. ‘Albada del Nacimiento’ se considera una obra capital que, además, tiene giros muy aragoneses. “Media noche era por filos/las doce daba el reloch/cuando ha nagido en Belén/un mozardet como un sol”, es su verso introductorio. Roberto Serrano también pone el acento en la importancia de la escuela de organistas aragoneses del siglo XVII (a partir de Pablo Bruna, ‘el ciego de Daroca’), en la que no pocos virtuosos que luego serían maestros de capilla en los grandes municipios compusieron música de tema navideño.

Otro referente imprescindible son las llamadas misas de pastores (officium pastorum), que se hacían en las noches de Navidad y de Reyes, sin ir más lejos, en Biel o en Ayerbe. En honor de quienes fueron los primeros en llegar al portal de Belén se celebraban misas cantandas en latín y acompañadas de instrumentos tradicionales.

Hay registro de villancicos propios de Sallent de Gállego, Lécera, Naval, Alerre, Morata de Jalón… ¿Qué diferencia unos cánticos de otros? Depende de los municipios son más jocosos o más serios, también los hay que se centran en una escena del pesebre o que son más general e, incluso, entre las melodías hay algunos que toman forma de nana y canciones de cuna para dormir al niño. En Asín, por ejemplo, hay uno que concluye con los versos “Nana, nanita, nana/nanita ea/mi Jesús tiene sueño/bendito sea”.

Muchos detalles y curiosidades sobre este asunto pueden encontrarse en el discolibro ‘Navidad en Aragón’, interpretado por la Orquestina de Fabirol y con textos de José María Pisa y Blas Coscollar, así como en la publicación dedicada a las fiestas en la Comunidad de la colección CAI100. 

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