bares y hostelería

"Las terrazas sufren más las restricciones sanitarias que la llegada del frío"

Los bares con velador tratan de reinventarse con estufas, mantas e, incluso, sistemas de turnos. Algunos clientes se quejan de que estas medidas e inversiones acaban repercutiendo en los precios.

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Un empleado recoge las sillas de una terraza en la oscense plaza de López Allué.
Javier Blasco

Y, para colmo de males, la niebla y el frío. Si los hosteleros ya estaban haciendo malabares con las restricciones sanitarias y las -de momento- exiguas ayudas habilitadas para el sector, ahora llega una pronunciada bajada de temperaturas que complica aún más su supervivencia. ¿Cuántas paredes han de tener las terrazas para que puedan utilizarse en la actualidad? ¿Por qué se ha vetado el uso de algunos espacios? ¿Qué modelo de estufas pueden colocarse junto a los veladores? ¿A quién corresponde su inspección?

Estas y otras preguntas, ante los vaivenes de las restricciones, están sobre la mesa. Para dar con la mayor parte de las respuestas hay que retrotraerse a enero de 2011, cuando entró en vigor la que se llamó ‘ley antitabaco’, porque los argumentos y textos legales apenas han cambiado desde entonces.

“Lo que nosotros reivindicamos es apertura de los interiores. Seguimos sosteniendo que los negocios de hostelería son espacios seguros en los que cualquier persona puede disfrutar de su ocio con absoluta garantía”, explican desde la Asociación de Cafés y Bares, donde recuerdan que fueron de los primeros en implementar protocolos higiénico sanitarios.

En el sector también hay malestar porque no se tienda la mano a los establecimientos y por que la vigilancia en las últimas semanas se ha vuelto mucho más coercitiva. El botón de muestra es que la Policía Local ha ido pasando por no pocos establecimientos que tenían veladores en sus fachadas retranqueadas y les ha advertido -aún sin llegar a multar- de que su uso no está consentido. “Las terrazas sufren más las restricciones sanitarias que la llegada del frío”, lamentan los propietarios, que no ven justificado que durante dos semanas pudieran usar “las dos o tres mesas” que ahora se les vetan.

¿Qué dicen los textos legales? En la propia normativa autonómica aprobada la semana pasada se define la terraza como un espacio “cerrado máximo por dos paramentos”. Dicho de otra forma, como se lee en la ordenanza municipal: “Espacio al aire libre se considera aquel que, aún estando cubierto, se halle rodeado lateralmente por un máximo de dos paredes o muros”. Esto hace que aquellos pequeños patios exteriores que se ganaron haciendo obras y echando atrás las fachadas no puedan utilizarse. No obstante, y aunque suelan tener tres paredes, con las “instalaciones desmontables” como entoldados, pérgolas o maceteros se suele hacer la vista gorda.

¿Y en el Casco Histórico?

Para actualizar las normas a la actual crisis sanitaria, el primero en mover ficha ha sido el área de Servicios Públicos del Ayuntamiento de Zaragoza, que ha aprobado una instrucción relativa a la instalación de elementos de protección en las terrazas. Así, permite que los veladores que ya tengan licencia puedan añadir estufas y otros dispositivos “destinados a la protección frente a las condiciones atmosféricas”. En este mismo sentido, el Consistorio también ha dado facilidades para el desembarco de muchos veladores en las aceras (casi un centenar de casos), en detrimento de zonas de aparcamiento regulado.

El tema de las terrazas será objeto de debate en la próxima comisión del área, dado que el grupo municipal de Vox pregunta por qué la ordenanza no favorece que se instalen “terrazas integradas” en el Casco Histórico de la ciudad. La concejal Carmen Rouco explica que hay veladores de este estilo en la calle Canfranc, en la plaza del Carmen y en la parte alta del paseo de Sagasta, pero brillan por su ausencia en el entorno del Casco, “pese a que su autorización es de criterio técnico municipal”. Lo fundamental, según fuentes de Servicios Públicos, es que “se garantice la seguridad vial y la convivencia entre los distintos usos del espacio”. Además, añaden, en caso de que la terraza pueda interferir en las inmediaciones de un edificio catalogado -cosa que fácilmente sucede en el Casco- la última palabra la tiene la comisión provincial de Patrimonio.

Subidas de precios

Sea como fuerte, lo cierto es que clientes ávidos de tomarse un café, aún a costa de pasar algo de frío, no están faltando. Ayer, al mediodía, en la zona de León XIII y en por la plaza de los Sitios había que pedir la vez para hacerse con una mesa, a pesar de que no se superaban los doce grados. Los clientes -eso sí- se quejan de que están siendo los paganos (y pagadores) de las idas y venidas en las exigencias al sector y sus correspondientes inversiones en mamparas, sistemas de desinfección, purificadores de aire, tarimas, barandillas… “No son sablazos, son ligeras subidas pero que si las vas sumando te salen por un pico”, dice Rafael Yuste, vecino del distrito Centro, acostumbrado a desayunar fuera a diario. Si el café y el pincho le costaban 2,80 allá por el mes de marzo ahora ya son 3 euros. Para evitar subir los precios, un opción que viene explorando el sector es que las marcas suministradoras de refrescos o cerveza que acostumbran a patrocinar banderolas, sillas y mesas de propaganda inviertan ahora en mantas para los clientes o en calefactores. Se antoja una negociación complicada porque el mercado de la terraza de invierno es mucho más costoso y, además, escasea el ‘stock’.

“Llevamos nueve meses de suspensión de actividad y restricciones y aún no hemos sido objeto de una plan de rescate transversal”, explican en Cafés y Bares, donde remarcan que la mayor parte de los establecimientos no tienen terrazas o no les sale a cuenta abrirlas con lo reducido de los aforos.

En torno a un 15% de los establecimientos hosteleros de Zaragoza decidieron no volver a levantar la persiana cuando el pasado mayo se estrenó la llamada ‘nueva normalidad’, pero con las nuevas oleadas es cerca del 40% los que no pueden asumir los gastos de luz, agua, desinfección y las nóminas del personal. El último “golpe” -denuncian- es la medida que les obliga, como al resto del comercio no esencial, a cerrar a las ocho de la tarde. Explican que eso también les pasa factura porque dejan de servir copas y “en la práctica, a las 19.30 ya estás apagando la máquina de café porque tiene que estar todo recogido y eso no se hace en diez minutos”. El sector recuerda que en Aragón bares y restaurantes representan el 11% del PIB regional y que son unas 16.000 empresas, con más 40.000 trabajadores, las que se han visto abocadas al cierre o al ERTE.

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