bares y hostelería

'Duración máxima por consumición' o cómo echar una caña contrarreloj

Con los aforos de los veladores reducidos, proliferan los bares que ponen un tiempo límite a la consumición en sus terrazas. ¿Cuánto se tarda en tomar un cortado? ¿Y si se acompaña de un generoso pincho?

ESTUFAS EN LA TERRAZA DEL RESTAURANTE LA LOBERA DE MARTIN EN ZARAGOZA / 27-10-2020 / FOTOS: FRANCISCO JIMENEZ [[[FOTOGRAFOS]]][[[HA ARCHIVO]]]
Estufas en la terraza de La Lobera de Martín, en el centro de Zaragoza.
FRANCISCO JIMENEZ

La pandemia está cambiado muchos de nuestros hábitos de consumo. Tanto, que incluso el disfrutar de una cerveza en una terraza no puede hacerse hoy sin estar pendiente del reloj. Cada vez son más los responsables de los bares que han puesto en sus mesas y pizarras un cartelito para asegurarse el flujo y la rotación de clientes: “Duración máxima por consumición X minutos”. Esa X, esa incógnita, puede despejarse con diferentes fórmulas en función del barrio zaragozano en cuestión: en la zona de León XIII suele dar como resultado un 15, esto es, un cuarto de hora máximo para tomarse el café; en el entorno del distrito Universidad, la resolución es 20, una contrarreloj un poquito menos restrictiva. “Creo que todo el mundo entiende que con un mosto no se puede estar dos horas. Yo no les digo nada, pero basta un cruce de miradas para que los clientes se den por enterados”, explica Almudena Guillén, propietaria de una bar en Pedro Cerbuna. En la zona universitaria, junto al campus San Francisco, las terrazas están llenas en horario de mañana y tarde. “Los cafés suelen ser más rápidos, pero por las tardes los chicos sí que se ‘apalancan’ más y suelen estar más de media hora. También es cierto que piden una ronda tras otra”, explica Guillén. Allí es habitual ver las mesas llenas de botellines y ceniceros con pipas, pero ya no se reparten barajas, también para disuadir que una misma consumición se eternice.

“Hay clientes que se levantan y dejan sitio con la tostada en la boca, y otros que se quedan ‘de capazo’ y les da lo mismo”, comenta Cristina Pemán, responsable del Dídola Café. “Una vez un chico se comió un ‘croissant’ a pequeños bocados. Llevaba cerca de una hora cuando le saqué la cuenta y una bolsita para el medio croissant que aún le quedaba”, recuerda Pemán. En su establecimiento, en la céntrica calle de Don Jaime, no tienen un tiempo establecido para azuzar a los clientes, pero sí reconocen que más de una vez han tenido que ‘animar’ a alguno a levantarse. La propietaria se plantea ahora poner en las mesas relojes de arena, una forma más sutil y elegante de llamar la atención, y los busca de una media hora para no atosigar en exceso a la clientela.

Algunos de los carteles pidiendo cierta complicidad a los clientes.
Algunos de los carteles de los hosteleros pidiendo cierta complicidad a los clientes.
C. P. B.

Los hosteleros explican que sugerir el tiempo de estancia no es plato de gusto pero añaden que, con las restricciones del nivel 3 de alerta sanitaria, no les queda otra: tiene prohibido el consumo en el interior y los aforos recortados al 50%. Pero, ¿son suficientes 20 minutos para tomarse una caña en una terraza? ¿Y un té de aquellos que se deben dejar reposar al menos 5 minutos? En algunas ciudades el tiempo se fija en función de las consumiciones de la clientes, pues no es lo mismo un café que un cóctel que, como su sobrenombre indica, es un ‘trago largo’ y precisaría de más tiempo de consumo. 

“A nadie le gusta que le metan prisa, pero entendemos que la situación es complicada. Muchas veces hay gente esperando y eso ya te hace consumir más rápido”, cuenta Néstor Cebrián, cliente del Laurel Spiritual, en la plaza de San Francisco. “Mientras no haya que pedir cita previa...”, bromea. Él y sus amigos han oído hablar de la existencia de ‘brigadas de intimidadores de terrazas’ en algunas ciudades. Explican que son grupos que se acercan a las mesas cuando los clientes están apurando sus refrescos para que paguen y se marchen. Unos lo atribuyen a Granada y otros los identifican con Salamanca, con lo que las brigadas en cuestión tienen visos de ser una leyenda urbana… “Si se tiene sentido común o un poco de vergüenza, llegar a esos extremos no es necesario”, comentan. Lo que sí que existe, sin ir más lejos en Bilbao, es una máquina de tiques de turno que -al igual que en la carnicería- va indicando a quién le toca ocupar una mesa, qué cliente ‘da la vez’, cuál va delante y cuál detrás.

Pero, ¿es legal eso de limitar el tiempo de consumición? Los hosteleros afirman tajantes que sí, que “es como la reserva del derecho de admisión en sus locales”, y la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) les da la razón. “Establecer un consumo mínimo o fijar un tiempos máximo de permanencia en la terraza es un práctica legal, siempre y cuando se le informe antes al cliente”, indican en la OCU. El mismo argumento utilizan para la restricción de tener un máximo de seis clientes por velador, si bien en este caso se puede aplicar el dicho del “hecha la ley, hecha la trampa”. Es habitual ver a clientes pululando entre unas mesas y otras, o grupos grandes distribuidos en dos mesas y hablándose poco menos que a gritos.

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