coronavirus

"Cogí el virus a finales de febrero y hasta septiembre no volví a ser yo"

Las persistentes secuelas de la covid son todavía objeto de estudio: fatiga crónica, pérdida muscular y, en los casos más graves, lesiones cognitivas. Los daños emocionales tampoco deben subestimarse.

Mar Marín es la presidenta de la asociación de víctimas y afectados por la covid en Aragón.
Mar Martín es la presidenta de la asociación de víctimas y afectados por la covid en Aragón.
José Miguel Marco

Persistentes dolores de cabeza, cansancio extremo y, en el peor de los casos, lesiones pulmonares o incluso cognitivas. No hablamos de síntomas, sino de un rosario de dolencias, que son las secuelas que deja la covid en los pacientes una vez el PCR arroja un resultado negativo y se ha superado la enfermedad. Poco se sabe aún del virus y también es mucho lo que se desconoce de su huella cuando supuestamente ya ha abandonado el cuerpo.

“Todavía estamos descubriendo cuáles son las secuelas del coronavirus. Hay muchísimos factores que intervienen y depende del estado del paciente, la musculatura que tenga, su edad, las complicaciones que haya podido presentar durante el ingreso...”, explica el facultativo Marco Escribano, especialista en Medicina Física y Rehabilitación. Un reciente estudio del King College de Londres señala que entre el 10% y el 20% de los infectados por SARS CoV-2 sufre una especie de ‘covid persistente’, y los casos más extremos aún manifiestan fatiga y problemas respiratorios siete meses después de curarse.

“En la asociación estamos viendo casos de muy diferentes tipos: desde quienes arrastran alguna dificultad respiratoria hasta los que tardan muchas semanas en desprenderse de la fatiga y el cansancio muscular”, explica Mar Martín, presidenta de Avaca, la primera Asociación Víctimas y Afectados por la covid-19 en Aragón.

Ella misma se contagió en la primera oleada del virus, a finales de febrero, y asegura que “hasta septiembre no me sentí del todo recuperada, sólo ahora puedo decir plenamente que vuelvo a ser yo”. A través de pruebas de inmunoglobinas (Igm e Igg), Martín ha comprobado que sigue teniendo anticuerpos, pero eso no le resta un ápice para “estar concienciada y no bajar la guardia”. En los meses posteriores al contagio se fue haciendo chequeos para ver que las analíticas estuvieran en orden, aunque “sentía dolores musculares y una fatiga persistente”. “Piensas que no puede ser, lo achacas a otras posibles causas, pero todo apunta a que es el virus el que te deja tan hecho polvo”.

En la web de la asociación que preside, cuyos estatutos aún se están tramitando para instituirse legalmente, se han recibido más de 450 consultas. En lo referente a las secuelas los casos de los que han tenido información son “muy diversos”. Los hay que dejan “una marca dermatológica como fuertes caídas de pelo o eccemas en la piel, sobre todo, en las manos o en el torso” y también tienen conocimiento de problemas de movilidad de “algunos pacientes que han estado mucho tiempo en cuidados intensivos” y han perdido masa muscular (sarcopenia) y capacidad motora a gran velocidad.

El profesor y escritor Sergio Royo, en una imagen reciente.
El profesor y escritor Sergio Royo, reflejado en un espejo
José Miguel Marco

Otra derivada que no debe pasarse por alto son las secuelas psicológicas de la patología. La doctora Ana Belén Morata apuntaba hace unos días que “estar aislados de los familiares y con el personal sanitario envuelto en equipos de protección también deja una marca emocional”. En este sentido, se han disparado los síndromes de ansiedad o estrés postraumático. “Lo que me queda de la covid es agotamiento emocional después de un nuevo confinamiento. También persiste la pérdida de olfato, pero eso espero recuperarlo pronto”, dice el profesor Sergio Royo. El también escritor apunta que “físicamente me encontré bien los días de encierro, pero anímicamente el peso de la situación y los nervios por si había contagiado a mi familia fueron difíciles de llevar”.

Las pérdidas cognitivas, según explican los expertos, se pueden llegar a dar en pacientes de mayor edad, incluso aunque no tuvieran patologías previas. “De pronto sienten que no mantienen la misma capacidad de atención o que se van olvidando de cosas”, cuentan los neurólogos, que también estudian cómo se relacionan los ictus con las secuelas del coronavirus. El doctor Escribano apunta igualmente que el confinamiento y el que los mayores no pudieran ver a sus familias (o echar la partida de cartas) ha hecho que el deterioro cognitivo se haya acentuado en muchos casos.

En los hospitales se están habilitando unidades multidisciplinares postcovid para el seguimiento de estos pacientes en colaboración con la Atención Primaria. En muchos casos se contacta con los pacientes ya dados de alta para evaluar su estado, pero es este un seguimiento que solo puede hacerse a quienes han ingresado y no a quienes han superado la enfermedad confinados en casa.

En el Hospital Miguel Servet de Zaragoza ya en verano se pusieron en marcha consultas postcovid desde los servicios de Medicina Interna, Neumología, Rehabilitación y Psiquiatría. Asimismo, se añadió una nueva consulta para atender las manifestaciones cutáneas del coronavirus y estudiar su origen. En el caso de Medicina Interna, explican fuentes hospitalarias, citan a los pacientes a los tres meses de recibir el alta hospitalaria para hacer una valoración clínica, analítica, serológica e, incluso, una radiografía del tórax: quienes hayan precisado ventilación mecánica suelen presentar más problemas.

“Lo peor las primeras semanas fue la sensación de ahogo, lo que llaman disnea, y la presión en el pecho”, explica Marcos Osés, que pasó la enfermedad en primavera. “Los PCR ya me salían negativos, pero en cuanto hacía un pequeño esfuerzo pensaba que no podía acabarlo. Era un leve mareo, ese mal de altura que sienten los turistas cuando llegan a un aeropuerto a más de 4.000 metros”, dice este joven de espíritu viajero, ahora confinado.

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