aragón es extraordinario

Josa no envidia al Gran Cañón del Colorado; tiene su río Sus

El magnífico paisaje josino llama la atención nada más enfilar el tramo de carretera hacia las Cuencas Mineras desde la nacional; cortados, terrazas... y no es una cafetería.

Foto de Josa
Jordi Xavier Romero, frente a las terrazas del Focino
Laura Uranga

En Josa, bella localidad de las Cuencas Mineras, pasa buena parte del año un caballero ya retirado, que advierte de la singularidad de su nombre antes de hacerlo público. “Me llamo Juan de Dios, hasta ahí bien, pero es que mi primer apellido es Poderoso, y ya te imaginas como ha sido mi vida; divertida. En fin, lo que querrás es saber por qué estoy aquí. De chaval venía con unos amigos de Plou a vender tomates, y con 15 años fui a las fiestas de Cortes; ahí conocí a la ‘costilla’, que era de aquí, acabamos casándonos y ya siempre vinimos a ver a los abuelos, cada fin de semana y todas las fiestas”.

Juan de Dios le cogió tal amor al pueblo que, sin renunciar del suyo, se considera de aquí. “Me dediqué siempre a las artes gráficas en Zaragoza; mi mujer falleció, yo me jubilé y sigo viniendo de fijo, este es mi pueblo. Josa me gusta demasiado, estoy siempre dando vueltas; la Cueva de los Moros es una gran excursión. Jordi te puede contar de todo eso”.

El aludido es Jordi Xavier Romero, barcelonés. “Mi abuelo materno era de Josa y mi abuela de Alcaine, se conocieron muy jóvenes y se casaron en 1920. Emigraron a Barcelona, pero mantuvieron casa en Josa y cuando se jubilaron pasé muchos veranos en el pueblo con ellos. Ahora, ya prejubilado, paso largas temporadas aquí; para mí es una gozada, no tengo tiempo de aburrirme, siempre hay cosas que hacer. Es una tierra árida y, a la vez, muy agradecida; con un poco de agua ya salen el verdor y las flores, aquí nunca me aburro”.

El Focino, un paisaje envidiable

Jordi mira el entorno del pueblo con el brillo en los ojos del que lo admira por primera vez. “Es que estas terrazas verdes son algo increíble, ¿no crees? Aún se cultivan muchas; hacerlas fue un gran esfuerzo para los antiguos labradores. Había un microclima tremendo y se cultivaba de todo; la fruta era espectacular, desde los nísperos a los alberges, melocotones, hubo vid... la existencia del Parque Cultural del Río Martín facilitó que se hiciera la carretera nueva hasta Alcaine y Obón; no entramos en el Parque porque no tenemos pinturas rupestres en el término. Sin embargo, tenemos yacimentos de fósiles únicos en el mundo, junto a una antigua tejería; hay una exposición permanente en el pueblo”. Hay una pista desde la carretera que se hizo para acceder a un yacimiento, La Cantalera, profusamente estudiado por expertos de la Universidad de Zaragoza; alberga fósiles de todo el ecosistema de vertebrados que vivían en Josa hace 120 millones de años.

Foto de Josa
Terrazas del Focino
Laura Uranga

“El río Sus –explica Jordi– discurre por un cañón estrecho, que forma el Focino; a 5 kilómetros, en Alcaine, lo llaman Hocino. La erosión ha generado esas formas tan curiosas, por eso muchos lo llaman el Cañón del Colorado de Teruel; ahí destacan La Muela Serrano, el Cabezo Gordo, las Coronillas… una serie de formaciones que ahora mismo estamos agrupando en la Asociación Cultural Amigos de Josa, que presido. Confeccionamos un mapa cartográfico con la ayuda de pastores y agricultores para colocar cada topónimo en su sitio y preservarlos”.

Las posibilidades de paseo son magníficas. “En la cola del ‘monstruo’ –concluye Jordi, en referencia al Focino– hay unas cuevas llamadas de los ‘moros’, aunque eso no era exacto; los moros eran sibaritas y no vivían en cuevas. En la más grande apareció una cerámica que se dató en la Edad del Bronce, también hemos hallado cerámica ibérica en la zona. Se cree que en el siglo XII, con la Reconquista, apareció Josa; primero una masada, probablemente dependiente de Montalbán, y luego una aldea del señor de Huesa del Común”. Actualmente, Josa es dominio de sus escasos y entusiastas habitantes; este final feliz se merece un ‘continuará’.

De cerca o de lejos: los josinos no sacan su corazón del pueblo

Jordi no es el único aficionado a patear Josa con espíritu de explorador. Eva Serrano mantiene una cuenta de Instagram, llamada @Josa_Teruel, en la que va subiendo fotos e historias relacionadas con el pueblo, desde las esquinas a las piedras, los rostros y las flores. “Vamos enseñando lo que tenemos aquí, al público en general y colaborando con medios de comunicación. Soy mera aficionada, pero me encanta. Mi padre es de Josa; como muchos otros de su quinta, marchó de niño a Zaragoza, pero la familia siempre hemos venido en vacaciones y fines de semana. Mantenemos la casa, y nos encanta el monte”.

Un pedacito de la calle Mayor de Zaragoza es josino. “Mi hermano Dani –aclara Eva– trabaja con mis padres en el Trujalico de miércoles a domingo, el bar lleva allá desde 1982, en el número 14; pared con pared está el mío, el Mantis, que celebra ahora 20 años. Algo haré para celebrarlo”.

Hilario Nebra, unas décadas mayor que Eva, espanta los achaques con buen yantar y paseos. “Nací aquí; cuando era chaval había mucha gente, mucho vino, azafrán, manzana y pera. En 1966 nos casamos Carmen y yo, nos habíamos conocido con 14 años, y nos fuimos a Zaragoza, pero nunca dejamos de venir. Estuve 39 años en una fábrica de piensos en la carretera de Logroño, 17 de ellos viajando por los pueblos para abastecer a los ganaderos; durante 8 años también me tocó viajar por Europa, íbamos a Londres 2 veces al año”. Hilario tiene fama de no dejar nada en el plato en las comidas comunales de Josa. Muy tímida, su esposa Carmen Anel sonríe cuando le piropean la deliciosa tarta de manzana que ha traído a la comida de vecinos; también le brillan los ojos a Rafael Serrano, agricultor y ganadero, que nunca abandonó Josa y que remata el encuentro con una frase. “De Josa, todo”.

En familia, más allá de los genes

Beatriz Franco lleva el bar de Josa desde hace dos años. Esta valenciana de apenas 26 años lleva 2 en el pueblo. “Conocí esto porque mi tía tiene casa en La Hoz de la Vieja, aquí al lado; la chica que llevaba antes el bar lo iba a dejar y pensé en cogerlo, en llevar una vida más tranquila. Ha valido la pena, desde luego”. En el pueblo se socializa a diario entre los que están. “Las ganas de comer bien y vernos las caras nos inspiran; en estas últimas semanas hemos hecho día de calçots, otro de judías con embutido y ensalada, otra comida por San Valentín... cualquier excusa es buena”. “Y la valenciana nos hace una paella que da asco –dice Juan de Dios– que para no verla mucho rato la hacemos desaparecer enseguida”. Dani Serrano, otro joven del pueblo, dedica dos días a la semana a restaurar su casa, empeño en el que lleva 4 años; trabaja en restauración en Zaragoza el resto de la semana. “Y ayuda a todos –exclaman sus vecinos– es un manitas, hasta arregló un tractor viejo; hace 2 años fue el Rey de las Fiestas”.

Cómo llegar a Josa y qué ver

Desde Teruel, su capital de provincia, hay 99 kilómetros por la N-420.

Museo de la Moto. Lo lleva Jaime Mora y su madre, María Andreu, que es de Josa, encarga de mostrarlo cuando su hijo no está. La afición vino de Jaime padre. Tenía una buena colección y restauró una casa vieja del pueblo para exponerlas. Tiene tirón, los aficionados vienen mucho a verlo, lleva ya casi una década abierto.

Museo Paleontológico. Situado junto al Ayuntamiento, acumula un 80% de materiales y fósiles de la zona, sobre todo del

Cretácico Barremiense y Aptiense, además de lo Jurásico. Llaman mucho la atención los ammonites, además de paladares de pez, vértebras del ictiosaurio (reptil marino), dientes del aragosaurio...

Iglesia de la Asunción. Levantada por el josino don Gregorio Galindo, obispo de Lérida entre 1736 y 1756. La torre y el cimborrio ejemplifican la la influencia mudéjar en el barroco turolense.

Reportaje de la serie 'Aragón es extraordinario'.

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