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Pueblos abandonados de Huesca para una visita sorprendente
La oscense es la provincia aragonesa con más poblaciones deshabitadas, debido, en muchos casos, a expropiaciones para la construcción de pantanos.
La provincia de Huesca es, por su terreno montañoso y menos accesible, la aragonesa con más poblaciones deshabitadas. El abandono poblacional es síntoma de la decadencia del medio rural que se ve reflejada en pueblos abandonados, como estos siete oscenses cuya visita sorprende. Tanto en estos como en otros núcleos desiertos de vecinos se respira un halo de misterio. Cada vez son más los turistas que visitan estos sitios, movidos por el encanto de pasear entre casas en ruinas, imaginando cómo sería antes la vida allí.
Uno de estos pueblos fantasma de la provincia de Huesca es Jánovas. Pertenece al municipio de Fiscal, en la comarca de Sobrarbe, y está deshabitado desde 1984. Ese año sus últimos vecinos se vieron obligados a abandonar sus hogares, tras décadas resistiendo. El motivo de tal desahucio fue el proyecto de construcción de un embalse en el valle del río Ara, anunciado ya en 1950 y que, finalmente, nunca llegó a ver la luz por su elevado coste. La decisión de paralizar el proyecto no llegó hasta 2005, cuando Jánovas ya era un pueblo abandonado. Pese a ello, algunos nunca perdieron la esperanza de mantenerlo con vida y se han ido restaurando casas de forma altruista y reclamando que sus propiedades sean devueltas.
Por suerte, al no avanzar el proyecto del pantano, el puente de Jánovas, el único colgante original del siglo XIX que existe en España, sigue en pie. En el intento de recuperación de la vida en Jánovas se encuentra la Fundación San Miguel. Bajo el ‘Jánovas no rebla’, que marcó la lucha contra el desahucio de los vecinos, recoge en su web recuerdos del pueblo y anima al visitante a contribuir con la causa.
Sin dejar el Sobrarbe, a unos 40 kilómetros al sur de Aínsa está Lapenilla, un núcleo abandonado de origen medieval donde ya no hay castillo. Sí quedan restos de la casa El Señor, ubicada en uno de los puntos más altos de la localidad, y de la iglesia de San Julián, que data del siglo XVIII. En 1900 tenía unos cien habitantes pero en los años 60 fue expropiado por la Confederación Hidrográfica del Ebro y quedó despoblado.
En la Ribagorza se pueden visitar las ruinas de Estall, un núcleo deshabitado de la zona del Montsec. Se encuentra cerca de la aldea de Viacamp, casi en la frontera con la provincia de Lérida, y es de los pueblos oscenses que más recientemente ha quedado vacío. En el censo de 1940 contaba con más de cien habitantes y dos docenas de casas pero conforme pasaron los años, el pueblo fue perdiendo vecinos hasta que el último se mudó a Benabarre en 2003. De sus calles, el edificio más destacado es la iglesia de Santa María y también se conserva en muy buen estado la escuela.
Como tantos otros núcleos de Aragón, Polituara, en el Alto Gállego, también se vio afectado por la construcción de un pantano, que en este caso sí se materializó. Se trata del embalse de Búbal, que en 1971 supuso la expropiación de muchas de las casas de los pueblos del entorno, como sucedió en esta pequeña aldea que existe desde el siglo XIII. Pertenece al municipio de Biescas y ha sido un lugar de paso histórico, ya que se ubica en la ruta hacia Francia y junto al Camino Real que recorría de norte a sur el valle de Tena.
Sin dejar la zona, al norte de Sabiñánigo se ubica Susín, uno de los núcleos despoblados de Huesca mejor conservados ya que, en realidad, no está abandonado. Y esto es gracias a la Asociación Mallau Amigos de Susín, cuyos simpatizantes se reúnen el último sábado de cada mes para realizar tareas de rehabilitación en el pueblo. Su labor se lleva a cabo desde que, en 2013, falleciera Angelines Villacampa, propietaria de la casa Mallau, una de las pocas viviendas que se mantenían en buen estado de conservación. En el recorrido por el pueblo, además de la citada casa, se puede ver la antigua herrería así como la iglesia de Santa Eulalia, que forma parte del conjunto de iglesias de Serrablo.
Esta zona prepirenaica, la del Sobrepuerto, al sur de los Pirineos, es la que más núcleos abandonados aglutina de la provincia. Tradicionalmente, nueve pueblos hoy deshabitados funcionaban como una red independiente. Son Ainielle, Ayerbe de Broto, Basarán, Bergua, Cillas, Cortillas, Escartín, Otal y Sasa de Sobrepuerto. Todos ellos están conectados en línea recta por menos de tres kilómetros, lo que hace muy sencillo ir de uno a otro incluso caminando y, en su día, estrechó lazos entre los vecinos. Actualmente, visitarlos es un buen reclamo como alternativa al turismo de naturaleza y aventura de este entorno, delimitado por las carreteras que unen los núcleos urbanos de Biescas, Sabiñánigo, Fiscal y Broto.
Pero en esta historia no todo es abandono. Algunos de los núcleos oscenses que un día quedaron deshabitados están recuperando la vida. Es el caso de Búbal, que tras 20 años vacío a causa de la construcción del embalse, pasó a formar parte del Programa de Recuperación y Utilización Educativa de Pueblos Abandonados (Pruepa). Con ello, se rehabilitaron buena parte de sus casas, incluida la iglesia de San Martín. Actualmente, allí se organizan programas educativos y campamentos de verano. Lo mismo sucede en Isín (Sabiñánigo), concebido como un centro vacacional; en Griébal, empleado por los Scouts, o en Ligüerre de Cinca, famoso por la celebración de bodas, ambos en el Sobrarbe.
