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El antiguo poblado minero de Libros y otros atractivos del pueblo de las ranas fosilizadas

Situado en la ribera del Turia y al calor de las explotaciones de azufre, hasta mediados del siglo XX unas 2.000 personas vivieron en este asentamiento, ya en ruinas.

Antiguo poblado minero de Libros
Antiguo poblado minero de Libros
Comarca Comunidad de Teruel

A orillas del río Turia y a 26 kilómetros de Teruel capital, la localidad de Libros, de apenas cien habitantes, esconde un antiguo poblado minero donde llegaron a vivir 2.000 personas. Fue a comienzos del siglo XX, coincidiendo con el auge de las explotaciones de azufre, cuando se levantó este asentamiento, que se mantuvo con vida hasta la década de los 50. Era más grande que muchos municipios turolenses y disponía de todo tipo de servicios para los mineros y sus familias. Había hospital, escuela, cuartel de la Guardia Civil, tiendas y hasta un barrio chino.

De aquel esplendor casi nada se ha conservado hasta la actualidad, pero una maqueta que se puede ver en la oficina municipal de turismo de la capital, en la plaza de los Amantes, mantiene vivo el esplendor del antiguo poblado minero de Libros.

Las antiguas minas comenzaron su producción en 1906 porque una industria química zaragozana necesitaba el azufre para poder fabricar sus productos. Durante la Primera Guerra Mundial de ellas salieron grandes cargas de azufre para producir pólvora y municiones. Las instalaciones estuvieron en funcionamiento desde ese año hasta 1956, tiempo durante el que, para poder seguir el exigente ritmo de explotación, se contrató a mil mineros. La mayoría llegaron de Albacete, Murcia y Andalucía por lo que llevaron a sus familias con ellos.

Pasado el tiempo, se sabe que los primeros mineros que llegaron a la zona levantaron algunas casas, pero después se dieron cuenta de que podían aprovechar el entorno, lleno de cavidades y paredes de piedra, para construir sus hogares. Poco a poco, las fueron adaptando, convirtiéndolas en casas-cueva cuya principal cualidad era la temperatura interior, frescas en verano y abrigadas en invierno.

Pero cuando la demanda de azufre cayó, las minas de Libros dejaron de ser necesarias y rentables, por lo que se desmantelaron. Primero, la empresa se llevó las vigas y los elementos de madera de las edificaciones y, después, los vecinos de la zona reutilizaron las piedras para sus construcciones ganaderas y agrícolas.

Julián Martínez muestra la libreta con las firmas de los visitantes, en una cueva restaurada por él.
Julián Martínez, restaurador de una de las casas-cuevas del poblado minero
M. A. M.

En el lugar, que se encuentra a dos kilómetros a las afueras de Libros, apenas se conservan tres de las 150 casas-cueva coloristas que los mineros excavaron en la roca para establecer en ellas su vivienda. En el interior, parece que el tiempo se ha detenido, ya que se mantiene la decoración e incluso están ordenadas, como esperando a que su dueño regrese de un momento a otro.

Se pueden distinguir estancias como el comedor, y también hay camas, cocinas con utensilios y artículos decorativos de la época que hablan sobre quienes vivían ahí. Pero todo esto es fruto de una labor posterior de restauración, como anuncia uno de los carteles explicativos en el que se puede leer que las cuevas pertenecen al Ayuntamiento de Libros y que han sido decoradas posteriormente.

En el poblado también se mantiene en pie la ermita de Santa Bárbara (patrona de los mineros), incrustada en la piedra por los propios trabajadores, como hicieran con sus viviendas. Actualmente, este es lugar de peregrinaje de los vecinos de Libros, que celebran una romería hasta allí una vez al año.

El espacio se recorre en un par de horas, entre la inmensidad de un terreno silencioso y con poca vegetación. Para promocionar y dar a conocer el pasado minero de Libros, esta visita forma parte de una red de rutas turísticas acondicionadas por la comarca Comunidad de Teruel hace unos años.

Fósiles de ranas de hace 10 millones de años

Además de por su valor etnográfico, las minas de azufre de Libros han pasado a la historia por haberse encontrado en ellas fósiles de ranas de más de diez millones de años de antigüedad. Los restos aparecieron al excavar en el subsuelo y la riqueza paleontológica de hallazgo está reconocida a nivel internacional. De hecho, estos fósiles se exhiben en museos de todo el mundo.

Gracias a las condiciones existentes cuando se formó el yacimiento, las ranas encontradas presentan un gran estado de conservación, con el cuerpo completo y el contorno perfectamente incrustado en las margas pizarrosas de la explotación minera.

Que los restos de estos anfibios se hayan mantenido así durante millones de años es algo fuera de lo común y nada habitual en fósiles de vertebrados. Esto tiene una explicación, y es que el ambiente reductor de las aguas donde cayeron los animales muertos impidió la destrucción de los tejidos blandos por las bacterias de la putrefacción. De esta manera, se dio tiempo a que los sedimentos cubriesen los cuerpos de las ranas y, después, se compactaran y convirtieran en fósiles.

De entre los hallazgos, predominan la Rana Pueyoi y la Quellembergi, pero en el antiguo poblado minero de Libros también se encontraron salamandras como la Oligosemia spinosa, reptiles y aves, en general muy bien conservados. Las mejores colecciones de fósiles de este yacimiento se encuentran en el Museo del Colegio La Salle de Teruel y en el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid.

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