Tercer Milenio

En colaboración con ITA

bio, bio, ¿qué ves?

Si viajas al espacio, mejor no pidas ensalada

En microgravedad, los estomas de las hojas de lechuga se abren, permitiendo la entrada de Salmonella y aumentando el riesgo de intoxicación.

Plantas creciendo en condiciones de microgravedad.
Plantas creciendo en condiciones de microgravedad.
Evan Krape / Universidad De Delaware

Uno de los mayores placeres al viajar es descubrir la gastronomía local, deleitando a nuestro paladar con jugosas frutas exóticas y especias picantes. Sin embargo, el festín puede acabar en tragedia si no nos andamos con cuidado. En aquellas regiones en las que el agua de boca no sigue controles de higiene demasiado estrictos, puede estar contaminada con microorganismos que dañen nuestro tracto digestivo. El resultado es padecer una condición cuyo nombre es tan desagradable como descriptivo: la diarrea del viajero

Para evitarnos el mal trago y arruinar nuestras vacaciones, se recomienda evitar consumir vegetales crudos. Es decir, despídete de las ensaladas hasta volver a casa, no sea que tres hojas de lechuga mustias y dos rodajas de tomate te tengan preso en el cuarto de baño el resto del viaje.

Sin embargo, no solo corremos el riesgo de sufrir intoxicaciones alimentarias en regiones remotas. También podemos tener un disgusto si nos comemos una tortilla de patata poco cuajada en nuestro bar de pinchos de confianza, o incluso en nuestra propia casa si no nos andamos con cuidado. Incluso en lugares tan insospechados como en el interior de la Estación Espacial Internacional existe este riesgo, según sugiere una investigación reciente.

Lechugas espaciales

Viajar al espacio puede resultar muy atractivo en algunos aspectos. Imagina la envidia que darías a todos tus seguidores de Instagram al subir las fotos, por ejemplo. Sin embargo, en este peculiar destino te enfrentarías a bastantes incomodidades. Una de ellas sin duda estaría relacionada con la limitada oferta gastronómica. Allí arriba todavía no ha llegado ninguna cadena de supermercados, así que la comida viaja junto a los astronautas en el cohete. Y no se puede llevar cualquier cosa.

En primer lugar, hay que tener en cuenta el espacio que va a ocupar la comida y el peso extra que va a suponer. Lo ideal es que sea ligera y ocupe poco espacio. Además, debe proporcionar todos los nutrientes adecuados y evitar que se desmigaje, no sea que una miga escapista a la deriva acabe dañando la maquinaria. Por suerte, los tecnólogos de los alimentos trabajan a destajo para mejorar el aspecto y la textura de la comida que viaja al espacio y así no tener que recurrir a engrudos poco apetecibles. Gracias a años de investigación, las tortillas de trigo o la fruta deshidratada forman parte del menú habitual en la Estación Espacial Internacional.

Pero la ESA, la NASA y el resto de agencias espaciales no se conforman con llevarse la comida de casa. Su objetivo es que puedan contar con productos con Denominación de Origen Estación Espacial Internacional. Así que desde hace un par de años, los astronautas cultivan lechugas y otros vegetales comestibles allí arriba. Esto les permite tener acceso a productos vegetales frescos, algo que era impensable hasta hace muy poco, para así tener un extra de nutrientes mientras dura la misión.

Por supuesto, después de lograr esta proeza se aseguraron de que las lechugas espaciales pasasen todos los controles pertinentes para garantizar que fuesen aptas para consumo humano. Entre ellos, analizar la presencia de microorganismos patógenos como la bacteria Escherichia coli o Salmonella spp. Obtuvieron resultados muy tranquilizadores, ya que la cantidad de ambos microorganismos entraba dentro de los parámetros seguros. Sin embargo, no toda la comunidad científica quedó aliviada con estos datos, ya que la posibilidad de una intoxicación alimentaria les parecía algo muy real. Y decidieron comprobarlo.

Lechugas desorientadas

Como irse al espacio al final es un follón, un grupo de investigación de la Universidad de Delaware (Estados Unidos) decidió que sería más cómodo simular en su laboratorio terrestre las condiciones de microgravedad en las que crecen las lechugas en la Estación Espacial Internacional. Las lechugas, como el resto de plantas, son sensibles a la gravedad. No a la de una situación angustiosa, sino a la fuerza de atracción que genera el planeta sobre nosotros. La capacidad de las plantas de sentir la gravedad hace que las raíces crezcan hacia abajo y los tallos, hacia arriba.

Para poder simular la microgravedad en un laboratorio normal y corriente, este grupo de investigación decidió ‘desorientar’ a las lechugas. Para ello, recurrieron a un aparato llamado clinostato, que no es más que una barra que hace girar a las lechugas cual pollo asándose en el horno insertado en un espiedo. Con esto se consigue que las lechugas no tengan claro dónde está arriba y dónde está abajo, pudiéndose recrear las condiciones tan particulares de la Estación Espacial Internacional.

A continuación, expusieron a las pobres lechugas mareadas a la bacteria patógena Salmonella, observando, para su gran disgusto, que las hojas eran más susceptibles a la infección de lo que lo serían en condiciones terrestres. Esto se debe, según vieron, a que los estomas de las hojas de las lechugas en microgravedad se abrían, permitiendo el acceso a la bacteria. Los estomas son aberturas que permiten la entrada y salida de gases, así como garantizar que el nivel de agua en la planta es óptimo, ya que controlan la transpiración. No obstante, también pueden servir como vía de entrada al interior de la planta para distintos microorganismos.

Ante una situación de estrés como la que desencadenaría la invasión de un microorganismo, se ponen en marcha mecanismos que promueven el cierre de los estomas, para impedir la entrada de los patógenos. Sin embargo, parece que en microgravedad a las lechugas les ocurre justo lo contrario, ya que estarían abriendo sus estomas con gran alegría, lo que permite a la Salmonella campar a sus anchas. Esto ha preocupado a los investigadores responsables del trabajo (y a la NASA, que es la que ha financiado el estudio), ya que una intoxicación alimentaria podría poner en riesgo la salud de los astronautas y comprometer las misiones espaciales. El siguiente paso podría ser explorar distintas variedades de lechuga para descubrir si todas se comportan así en condiciones de microgravedad, hasta dar con algunas más adecuadas para garantizar la seguridad de los astronautas en la infinidad del cosmos.

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