Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Entrevista

Rafael Clemente: "El gran negocio de la Luna a medio plazo será el turismo"

Rafael Clemente, asesor de la exposición ‘Tintín y la Luna. Cincuenta años de la primera misión tripulada’, que puede verse en Caixafórum Zaragoza, es ingeniero industrial, escritor y divulgador científico. Fue el primer director del Museo de la Ciencia de Barcelona, actual Cosmocaixa.

Rafael Clemente, asesor científico de la exposición ‘Tintín y la Luna’, en Caixafórum Zaragoza.
Rafael Clemente, asesor científico de la exposición ‘Tintín y la Luna’, en Caixafórum Zaragoza.
Guillermo Mestre

Acaba de terminar el año del 50 aniversario de la llegada a la Luna, ¿qué les diría a quienes dudan que el ser humano haya ido a la Luna? Las encuestas dicen que entre el 10% y el 20% de la población está convencida de que los vuelos a la Luna fueron un engaño.

Nada, porque cuando alguien llega a una conclusión irracional, ningún comentario racional le va a convencer. Me sabe muy mal que haya ese porcentaje altísimo de gente que niega la evidencia, pero me temo que es muy difícil llegar a convencerles de lo contrario. Cincuenta años después, resulta mucho más emocionante y atractivo, tiene más glamur, decir que hemos descubierto -porque somos muy listos- una conspiración de la NASA que aceptar una realidad científica: que llegaron a la Luna y ya está.

Es autor del libro 'Un pequeño paso para (un) hombre. La historia desconocida de la llegada del hombre a la Luna'. ¿Qué detalle que haya pasado desapercibido le llama más la atención?

Me ha sorprendido, preparando el libro, el ingenio de las soluciones que encontraron para problemas muy complejos. Se llegó a la Luna gracias a que no fallaron los medios técnicos. En ingeniería esto se consigue siempre buscando la solución más sencilla: cuanto más simple es una cosa, menos probabilidades hay de que se estropee y falle. Y el programa Apolo, en contra de lo que mucha gente supone, es una gran colección de soluciones simples a problemas complejos. Es lo que traté de reflejar en el libro. Un ejemplo es el famoso vuelo del Apolo 13, un alarde, el verdadero momento de gloria, histórico, de la NASA. Falló a medio camino de una manera gravísima y, en 72 horas, todo el centro de Houston fue capaz de improvisar soluciones a una situación que nadie había pensado.

El famoso “Houston, tenemos un problema”.

Es mi momento histórico favorito del programa Apolo. Fue un glorioso fallo. Era un vuelo sin grandes problemas hasta que, estando a poca distancia de la Luna, a solo 50.000 kilómetros, les revienta uno de los depósitos de oxígeno de la nave, que no solo era el oxígeno respirable, sino también para producir energía eléctrica. La nave se queda muerta a mitad de camino, sin alimentación, sin electricidad, sin sistemas de navegación, sin comunicaciones, con la antena medio estropeada, con los sistemas de acondicionamiento del aire estropeados también... No les queda más remedio que improvisar una solución de emergencia para aprovechar el módulo lunar que, por suerte, todavía iba unido a la nave porque estaban en el viaje de ida. Y la nave que tenía que haber servido para que dos personas aterrizaran en la Luna y estuvieran allí dos días se convierte en un bote salvavidas para mantener -con sus reservas de electricidad, de oxígeno, de agua, etcétera- a tres astronautas durante mucho más que 48 horas. El regreso a la Tierra, dando la vuelta alrededor de la Luna, es una auténtica epopeya, utilizando técnicas de navegación y estabilización en una nave no pensada para navegar de esa manera. El último día de vuelo los astronautas no pueden beber agua porque se ha congelado en los depósitos. Apuran hasta el ultimo amperio de las baterías porque tienen la nave muerta y tienen que revivirla poco antes de zambullirse en la atmósfera. Nadie sabe si, después de tenerlo parado y congelado, el ordenador va a volver a funcionar, los paracaídas van a abrirse, la estabilización se va a poder hacer en el canal de reentrada... Fue una dificultad sobre otra concentradas en 72 horas. Tuvieron que usar cartones y bolsas de plástico para improvisar sistemas de purificación del aire. Un alarde de ingeniería. De eso hace 49 años y unos pocos meses. Estoy trabajando ahora en la segunda parte del libro, donde explicaré en detalle qué pasó y por qué pasó.

¿Fue un viaje muy incómodo el del Apolo 11?

No especialmente, lo más incómodo fue que la relación entre los astronautas no era mala pero tampoco buena. Se profesaban un respeto mutuo, eran unos caracteres muy competitivos, mucho, y eran unos formidables pilotos. Tenían muy claro que estaban metidos en una aventura histórica. Y ese lastre de ser los primeros pesó en la misión. Eran compañeros pero no amigos y la aventura de ir a la Luna no hizo surgir la amistad. Armstrong era tan buen piloto como huraño, no le gustaba nada la popularidad. Y cayó sobre sus hombros la popularidad máxima de ser el primero en haber pisado la Luna.

La pionera Apolo 11 se ha llevado toda la fama, pero la segunda misión lunar, Apolo 12, tuvo mucha miga.

En la misión Apolo 12, los tres astronautas tenían amistad personal de antes. El comandante insistió en que los otros dos se presentaran y formaran parque de su equipo. Liberados del peso histórico y de los compromisos protocolarios, del hecho de tener que aprenderse una buena 'primera frase' en la Luna que pasaría a los libros de Historia..., los tres se fueron a Luna a pasarlo bien. Sus comentarios, su aventura, sus andanzas por la Luna lo demuestran. El equipo del Apolo 12 fue el que mejor compenetrado estaba, fueron los que mejor se lo pasaron en la Luna y los que más disfrutaron de la aventura.

Y los objetivos de la misión ya eran científicos.

El Apolo 11 fue una misión de demostración. Había que demostrar que se podía aterrizar en la Luna. No importaba mucho dónde -dentro de unos márgenes-, no era un alunizaje de precisión. Los astronautas estuvieron solo dos horas en el exterior de la nave y menos de 24 en la Luna. La mayor parte de su tiempo se fue en montar aprisa y corriendo un par de instrumentos científicos, recoger unas pocas muestras que no estaban ni documentadas siquiera, y atender tareas protocolarias: la llamada de Nixon, el izado de la bandera, etc. Por su parte, el Apolo 12 fue la primera misión científica propiamente dicha. Tenía por objeto montar una estación central con media docena de experimentos y, sobre todo, pretendía demostrar que era posible hacer un alunizaje de precisión. Tenían que posarse a poca distancia de una sonda enviada antes, el Surveyor III, para que estuviera dentro del alcance de los astronautas caminando. Y lo consiguieron sobradamente. Hay fotos maravillosas de los astronautas visitando al robot que les había precedido dos años y medio antes. Sobre todo era gente que iba a hacer un trabajo: recoger muestras y documentarlas, muestras que escogían como quien está en un huerto y elige la mejor lechuga. Fue una misión muy productiva.

En los Apolo había un serio problema de espacio.

El diseño del módulo lunar se basó en ir extrayendo todo el peso no imprescindible y una de las primeras cosas que desaparecieron fueron los asientos. Bajo la teoría de que, para lo poco que iba a durar el vuelo y la escasa gravedad lunar -un sexto de la terrestre-, los asientos no hacían falta para nada. Es más, verían mejor el paisaje por las ventanillas estando de pie.

¿Es cierto que incluso se planteó eliminar la escalerilla de bajada?

Sí, la NASA llegó a ofrecer miles de dólares por cada kilo de peso muerto que pudieran eliminar, y una de las propuestas, que no se llevó adelante, fue eliminar la escalerilla y bajar los 5 metros del módulo al suelo por una cuerda con nudos.

La informática era de juguete.

El hardware era de juguete comparado con la situación actual, pero era lo más avanzado que había en aquel momento. El computador que llevaron los Apolo era el primero que utilizaba circuitos integrados. Nadie -y me refiero a los militares, que eran los más avanzados en ese tema- se atrevía a utilizarlos porque no se fiaban. El ordenador Apolo se atrevió a romper esa barrera. El software del computador del Apolo marcó pautas que, 50 años después, se siguen utilizando. Los diseñadores del MIT inventaron el concepto de interrupción, de sistema operativo multitarea, algo así como el windows, que aparecería muchos años después, pero encaminado a tareas específicas de vuelo... Inventaron el 'flybyware', es decir, el vuelo de la nave controlado por ordenador. Hasta entonces, cuando el piloto movía la palanca, una serie de cables hacían moverse los alerones del avión; ahora, el piloto movía la palanca de mando y enviaba una orden al ordenador, que era quien se encargaba de moverla. El ordenador se convierte en el cerebro. Casi todo dependía de él. Controlaba la rotación de la nave al avanzar hacia la Luna para evitar que un lado, el expuesto al sol, se recalentase más que el otro. La decisión de aterrizar aquí o allí, los desplazamientos horizontales, los controlaba el comandante, pero el empuje del motor, lo que iba frenando la nave al aterrizar en la Luna, estaba directamente controlado por el ordenador.

Hoy que se nos comen los residuos, es triste saber que, nada más llegar, ya dejamos una bolsa de basura, que sale en la primera imagen que se tomó en la Luna.

Efectivamente. Era material sobrante, manuales, papeles, envoltorios, no había residuos fisiológicos ni residuos de comida, porque acababan de llegar a la Luna y lo que hicieron fue quitarse de encima todos los materiales que no necesitaban. Cuando Armstrong empezó a bajar por la escalerilla, Aldrin le pasó la bolsa, Armstrong la tiró al suelo y, cuando puso el pie en el suelo, le dio una patada para mandarla debajo del módulo lunar. Quizás estaba un poco avergonzado. Lo primero que tenía que hacer Armstrong, con su cámara, era hacer una fotografía panorámica, uniendo varias fotografías individuales; y la primera de esa serie es justamente la que mostraba la pata del módulo lunar con la bolsa debajo. Toda una metáfora. La primera foto del Apolo 8, con la Tierra vista desde la órbita lunar, despertó la conciencia ecológica del mundo e impulsó el movimiento ecologista; y la primera del Apolo 11 demostró lo que puede pasar si no cuidamos los residuos.

¿Por qué dejamos de visitar la Luna? Con tripulación, ni siquiera hemos vuelto para estar en órbita lunar.

La respuesta es compleja. ¿Por qué se fue a la Luna? No fue ni por ciencia ni por tecnología ni por el reto de la exploración ni por la naturaleza humana. Se fue por prestigio. Simplemente. Kennedy había lanzado un desafío contra el tiempo, aunque todo el mundo sabía que era un desafío contra los rusos, pero esto nunca se especificó así. Había que cumplir. Más aún después de su asesinato en Dallas. El motivo que impulsó al país a ir a la Luna fue cumplir una promesa. En el momento de máxima popularidad del programa Apolo ni siquiera el 50% de la población lo apoyaba. Si se mira con perspectiva, un 50% de americanos apoyando la aventura lunar es bastante, pero no era un consenso del 100%, con los inicios de la guerra del Vietnam, una crisis que había... era problemático. Ahora no hay prestigio que jugarse. Los rusos perdieron la carrera, les costó reconocerlo pero lo aceptaron al final, y los americanos la ganaron y no hay motivo para gastar auténticas millonadas en repetir esa hazaña (aunque la repitieron seis veces, que no está mal). Básicamente no ha habido voluntad política para volver. Ahora, 50 años después, vuelve a haber interés por un prestigio nacional, pero es de China. Serán los próximos en volver a la Luna por sus propios medios. Y por el mismo motivo: para demostrar que China es una potencia que se puede medir de tú a tú con cualquier otra potencia. Porque los planes de la NASA para volver a la Luna en 2024 no llegarán a tiempo. Todo dependerá del dinero que pongan, evidentemente. Trump le dio a la NASA el encargo de volver para 2024, un año en que, si es reelegido, estará en su segundo mandato. Y Trump, por prestigio o por ego o por satisfacción personal, quiere ser el segundo presidente que fue a la Luna.

¿Será la Luna la antesala del viaje a Marte?

En este momento hay mucho deseo pero no hay planes. Casi no hay planes ni para ir a la Luna. Hay muchísimos cabos sueltos. Para hacernos una idea, en términos actuales, el proyecto Apolo costó 125.000 millones de dólares y la apropiación que hizo Trump para lanzar el nuevo programa fue de 1.500 millones, una cifra que está muy lejos. Es cierto que los cohetes existen, los centros de control existen; hay mucha cosa hecha, pero no ha volado el cohete lunar, no se ha probado la cápsula lunar. Está todavía muy en mantillas. Ir a Marte... es otro tema. La Luna está a tres días de camino, Marte está a seis meses. A la Luna puedes ir y volver en el mismo día, como quien dice. A Marte, no. Tienes seis meses de ida, unas cuantas semanas o meses de estancia en Marte, esperando que la dinámica planetaria vuelva a ponerse en posición para permitir la vuelta, y otros seis meses de retorno. Los problemas que plantea son inmensos. Yo personalmente, aparte de ensayar las técnicas marcianas, no veo que la Luna sea un paso indispensable para ir a Marte, pero doctores tiene la Iglesia.

¿Falta mucho para que haya turistas celebrando la Nochevieja en el espacio?

No, probablemente en unos poquísimos años, para 2022 o 2023, el primer turista de pago, un millonario japonés del que ya sabemos el nombre, vuele en los cohetes de Elon Musk. El gran negocio de la Luna, como justificación de las tremendas inversiones que hacen falta, no es la explotación de minerales ni el helio 3. Ni siquiera la ciencia, que no da dinero. El gran negocio de la Luna a medio plazo será el turismo. La novela 'Artemis', de Andy Weir, plantea que en la Luna la principal industria es la explotación del aluminio extraído localmente y, sobre todo, el turismo. La única base permanente son unas cúpulas al lado del lugar de alunizaje del Apolo 11 porque la gente quiere ver dónde aterrizaron los primeros hombres. Es pura fantasía, pero apenas han pasado 100 años desde que el primer explorador, Amundsen, llegó al Polo Sur y hoy están yendo cruceros de turistas a la Antártida. 

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