LITERATURA Y ARTE. OCIO Y CULTURA

Jaime Esaín: "El arte fue y es decisivo en mi vida y lo vivo con pasión de manera natural"

Escritor e historiador del arte, de 95 años, publica 5 cuentos ilustrados por Popi Bruned, Iris Lázaro, Dino Valls, Faustino Manchado y Susana Dantart

Retrato de Jaime Esaín, que aprobó una oposición de Veterinario Militar, dio clases de inglés, tradujo más de una treintena de libros técnicos en inglés y alemán, escribio de arte y ensayó la ficción.
Retrato de Jaime Esaín, que aprobó una oposición de Veterinario Militar, dio clases de inglés, tradujo más de una treintena de libros técnicos en inglés y alemán, escribio de arte y ensayó la ficción.
A. C./Heraldo.

La casa de Jaime Esaín (Madrid, 1928) y su esposa Junko está llena de arte. Cada cuadro tiene una pequeña anécdota dice el autor. José Orús regaló a la pareja dos pequeñas piezas llenas de luz. Pilar Burges los obsequió con un espléndido y expresionista bufón de color rojo. Beulas, una acuarela que “es la mejor de las suyas para mi gusto: en un día invernal, es tan detallista que se ven las piedras que conservan la nieve y las que ya no tienen”, dice. El cuadro de flores de Pilar Aranda es el favorito de Junko y en el salón de la música, donde hay dos órganos y un piano, dominan varias piezas: una maja de Ruizanglada, un retrato sereno y preciso de Esaín que le hizo María Eugenia Val y un gran cuadro, colorista y onírico, de Antonio Cásedas, entre otras muchas cosas.

¿Le ha marcado haber sido bautizado en la goyesca iglesia de San Antonio de la Florida?

Con el paso del tiempo se ve que sí. El arte ha sido decisivo en mi vida. Me interesó desde muy pronto y lo he vivido con pasión de una manera natural.

Usted nació en Madrid…

Sí, un 20 de agosto de 1928. Tengo, por tanto, 95 años. Me muevo con dificultad, pero con un poco de apoyo puedo ir de habitación en habitación, y salgo a la calle en silla de ruedas. Ahora veo borroso: usted para mí está difuminado, como lejano.

Vivió la Guerra Civil…

Sí. En Madrid, desde los ocho a los once años. En 1939 hice un curso en el famoso colegio Cardenal Cisneros. Y luego ya nos vinimos a Zaragoza, en 1940. Mi padre trabajaba en Renfe. Como alquilar en Zaragoza era muy difícil tuvimos suerte: consiguió un buen piso en la calle Mayor de Alagón y yo iba y venía todos los días en el tren que se llamaba ‘El Chispa’. Pasaba mis buenos ratos: siempre he sido curioso y aprovechaba para leer.

Creo que estudió en el Instituto Goya.

Sí. Fue un período precioso para mí. Conté con profesores excepcionales como José Manuel Blecua, con quien tenía una relación especial, de complicidad y cariño, era muy sordo; con Eugenio de Frutos y muchos otros. Tengo recuerdos espléndidos. Al principio, el Instituto Goya estaba en el mismo edificio de la Escuela de Artes y Oficios, y luego lo trasladaron a la Magdalena.

Teniendo esa atracción por el arte, ¿por qué cursó la carrera de Veterinaria?

Puede imaginárselo. Porque quiso mi padre, y entonces todo era distinto. No te atrevías tan fácilmente a contrariarlo. Él era hijo de veterinario y quería que yo hiciera lo mismo.

¿Su abuelo era veterinario?

Sí, sí. Y periodista. José Esaín Raimat, colaboraba en distintos periódicos. Fue amigo de José Ortega y Gasset, que le regaló un pistolón, que conservo en casa. Acepé la exigencia benévola de mi padre, sin resistencia, me entregué y logré el Premio Extraordinario de Fin de Carrera. Y aprobé una oposición a Veterinario Militar. Fui alférez, capitán, comandante y finalmente general. Hice los campamentos de verano en Montejaque, Málaga, y en Los Castillejos, en Cataluña, y también estuve en Melilla, donde tuve un profesor excepcional que me enseñó inglés.

Creo que los idiomas han sido importantes para usted.

Mucho. Aprendí inglés y también alemán. En 1959 regresé a Zaragoza, dirigí un laboratorio de Bromatología. Un día el catedrático Pascual López Lorenzo, que era el editor del sello científico Acribia, de Zaragoza, se enteró de que sabía inglés y me dijo si no me apetecería traducir libros científicos. Le dije que sí...Y lo hice durante más de 30 años, en inglés y en alemán.

Jaime Esaín en lo que él llama el 'salón de la música': allí tiene, junto a su estupenda colección de cuadros, dos órganos y un piano.
Jaime Esaín en lo que él llama el 'salón de la música': allí tiene, junto a su estupenda colección de cuadros, dos órganos y un piano.
A. C./Heraldo.

No ha parado, vaya.

Por las mañanas trabajaba en el Laboratorio de Bromatología (ya sabe: sobre la composición nutricional de los alimentos); por las tardes era profesor de inglés en los Jesuitas, y lo fui durante veinte años, y por las noches traducía. De repente, el diario ‘Amanecer’ se quedó sin crítico de arte, y me invitaron a ocupar ese espacio. Tenía una página y fue una experiencia sensacional. Entonces Zaragoza tenía más de veinte galerías y había días que se inauguraban dos o tres exposiciones al mismo tiempo.

Algunos años después empezó a publicar sus libros de arte.

Sí. Empecé con ‘Pintoras aragonesas contemporáneas’ (Ibercaja, 1990), luego ‘Picasso y Aragón’ (Ibercaja, 1992), ‘La acuarela en Aragón’ (2002), etc. De todos me siento feliz y orgulloso, pero creo que uno de mis libros más importantes es ‘Grupo Pórtico. 50º aniversario. Testimonio y documentos’ (DGA/Aqua, 2004), que ya es un libro de referencia, de consulta.

También ha escrito ficción.

Todo eso que le digo es mi parte más científica. Y me ha interesado mucho lo que yo llamo literatura amena. Para mí la ficción es literatura y la literatura es ficción: publiqué relatos e historias de Zaragoza, de corte más realista, que estos ‘Cuentos infantiles para mayores’, cinco cuentos ilustrados por Popi Bruned, Iris Lázaro, Dino Valls, Faustino Manchado y Susana Dantart.

Hablemos de ellos. Los presenta el jueves a las 19.00 en la librería Central. Parece haberse divertido mucho.

Todo lo que he podido. Es un libro imaginativo, de invención libre. Donde solo hay príncipes y princesas. No he buscado la moraleja, pero creo que se defienden las pequeñas cosas, los juegos sencillos, la amistad, el amor… Y todo ello lo intento expresar con un lenguaje esmerado. Eso es para mí capital. El primero texto ganó un concurso de RNE ‘El cuento del abuelo’, en 1991, y había permanecido inédito, como los otros.

¿Por qué los ha publicado?

Por muchas razones. Porque me hace ilusión, pero también porque Junko mi esposa me decía: “Me da mucha pena que esos cuentos tan divertidos se quedan ahí dormidos para siempre”. He tenido mucha suerte, como habrá visto en las paredes. He tenido cuatro hijos de mi primer matrimonio y a todos les he podido dar carreras universitarias. Los cuadros son todo regalados, y los dibujos del libro son un detalle de generosidad de estos pintores: Popi Bruned, ya fallecida, Iris Lázaro, Dino Valls, Faustino Manchado, y la joven Susana Dantart, hija de una estupenda pintora como María Eugenia Vall. Me presentará un buen amigo, Fernando Gracia, y fue su hermano Carmelo Gracia, impresor, quien ha cuidado el libro. Les estoy a los dos muy agradecido.

¿Le puedo preguntar cómo se conocieron?

Sí, claro. Fue en Madrid en un bar. Ella pedía un churro y una porra, y no le entendían, y le ponían una ración inmensa. Yo la traduje. Y luego volvimos a vernos, fuimos de paseo, visitamos el Museo del Prado. Y nos casamos. Llevamos juntos 28 años y no sabría vivir sin ella.

Díganos tres de sus libros favoritos.

He sido muy lector de colecciones como Biblioteca Oro, de Sopena, de Molino, y otras muchas. Y los cuentos infantiles y juveniles con hechizos me han gustado. Elegiría: ‘Madame Bovary’ de Gustave Flaubert; ‘El criterio’ de Balmes, y ‘Episodios nacionales’ de Galdós.

Jaime Esaín ante un cuadro de gran formato de Antonio Cásedas.
Jaime Esaín ante un cuadro de gran formato de Antonio Cásedas.
A. C./Heraldo.
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