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Cierra 'el milagro constante' de amistad y alegría que fue Casa Emilio, en Zaragoza

El comedor se abrió en 1939, se convirtió en un referente social y cultural en los años 70 con Emilio Lacambra al frente, que murió el pasado julio

Casa Emilio ya no había vuelto a abrir desde la muerte de Emilio Lacambra en julio de 2023. Ahora se confirma su cierre definitivo.
Casa Emilio ya no había vuelto a abrir desde la muerte de Emilio Lacambra en julio de 2023. Ahora se confirma su cierre definitivo.
Oliver Duch.

ZARAGOZA. “Casa Emilio era mi padre esencialmente, él y su forma de ver el mundo y de cuidar las relaciones, y si él no está era muy difícil mantener ese local abierto. Hemos vivido momentos excepcionales, y algunos más complicados, pero ahora ha llegado el fin”, dice Adriana Lacambra, que vive y trabaja en Madrid y se acerca a Zaragoza todo lo que puede para ver a su madre, Pilar Ayuso, que tiene 83 años. Cierra Casa Emilio y ahora para siempre y con esa clausura de un santuario laico -la vida la política y el arte en acción durante muchos años, el laboratorio de mil y una rebeldías-, Zaragoza pierde un restaurante de 84 años de antigüedad cuya existencia resume la evolución de la ciudad: sus sueños, sus batallas sociales y reivindicativas, la música de autor, la convulsión constante de los medios de comunicación, ya sean la prensa, la radio o y la televisión. El restaurante se abrió el 7 de octubre de 1939, en el número 5 de la avenida de Madrid, por la iniciativa de Emilio Lacambra y Carmen García, que contarían algunos años después con la colaboración de sus hijos Emilio y Guillermo.

"El alma de Casa Emilio era Emilio Lacambra. Él le daba sentido a todos: era el dueño y un gran anfitrión y un gran amigo. Él creaba el ambiente familiar. Él se ha ido, y no sabe cuánto cuánto me duele, y lo lógico es que el restaurante diga adiós", dice Nicoletta Lancrajan

Nicoletta Lancrajan, su última administradora y mujer de confianza absoluta de Emilio, explica con lágrimas en los ojos y una honda emoción: “No me puedo olvidar de Emilio. Esta misma noche he soñado con él. ¡Cómo lo cuento: no hay exageración! Cuanto estaba malo, cuando le quitaron el estómago, y más tarde cuando estuvo dos meses ingresado con unos dolores terribles, me llamaba por teléfono y me decía: ‘Haz tal cosa, bruja’. ‘Compra esto, paga aquello, bruja’- Siempre me llamaba ‘bruja’, y a veces ‘bruja mía’. Era así de afable. Hablo todos los días con Pilar por teléfono y nos emocionamos juntas”, dice Nicoletta.

Emilio Lacambra en 2001 en uno de los comedores de su restaurante y santuario laico de rebeldías.
Emilio Lacambra en 2001 en uno de los comedores de su restaurante y santuario laico de rebeldías.
José Miguel Marco.

Si Adriana lo tiene claro, Nicoletta aún más, y quizá incluso con mayor dolor porque ella se ha pasado más de una década entre sus paredes. “He trabajado aquí durante trece años. Y sé bien que algo así no me volverá a pasar en la vida. A ver, esto era un trabajo, claro que sí, pero también era algo diferente: ha sido una casa para mí y creo que para casi todos”, explica. “Sé bien que cuando se hablaba o se pensaba en Casa Emilio, aparecían diversos nombres: Josemari, Pascual (ya fallecidos), el mío seguramente, pero tengo una casa muy clara: el alma de Casa Emilio era Emilio Lacambra. Él le daba sentido a todos: era el dueño y un gran anfitrión y un gran amigo. Él creaba el ambiente familiar. Él se ha ido, y no sabe cuánto cuánto me duele, y lo lógico es que el restaurante diga adiós. Yo ya sabía, creo que lo sabíamos todos, que el día que Emilio se fuese también se acabaría el restaurante”.

Si hubiera que buscar un espacio que concentrase en su historia, en su atmósfera y en sus paredes la memoria plural de la ciudad, de Aragón y de buena parte de España, Casa Emilio estaría muy arriba. Allí ha sucedido de todo en diversas reuniones, tertulias o cenas; se han fundado periódicos y editoriales en cierto modo; se han hecho programas de radio como ‘Café con pólvora’, con Plácido Serrano y su grupo de colaboradores, se han rodado documentales, bastante, se han organizado citas que buscaban la transgresión y la rebeldía, se han presentado libros, se han hecho muchos homenajes. Se ha creado una galería de arte muy variada y a la vez totalizadora y generosa. Y, sencillamente, se ha estado allí por el placer de estar, de charlar, de convivir.

“Casa Emilio fue la prolongación del salón de nuestras casas, con la ventaja de que no teníamos niños a los que poder despertar con nuestros gritos y canciones, ni vecinos a los que molestar. O sea, era mejor que nuestras casas", dice José Luis Melero

En la idea de “una casa” de Nicoletta coinciden dos de los clientes y amigos más constantes: el cinéfilo y escritor Luis Alegre y el bibliófilo y escritor José Luis Melero. “Casa Emilio, tal vez con la posible excepción de mi casa, es el lugar de Zaragoza en el que más tiempo he pasado. Me lo descubrieron en 1983 el crítico de cine Manuel Rotellar y José Antonio Labordeta. Desde entonces, se convirtió en un refugio de lujo para mí y para muchos de mis seres queridos. Un espacio perfecto para disfrutar de lo mejor de la vida: la amistad y la alegría. Allí vivimos miles de días -sobre todo noches- increíbles, llenas de disparate, risas y una insólita sensación de libertad mental, de poder hacer y decir lo que nos venía en gana, sin que nadie nos juzgara en serio por ello. Nos olvidábamos de que aquel lugar era un restaurante. Nadie nos lo recordaba”, dice.

Una foto muy familiar: Pilar Ayuso, esposa de Emilio; Adriana, hija; Lucía, cocinera, y el propio Emilio Lacambra. De pie, José María 'Cuchi' Gómez, amigo, y Nicoletta Lancrajan, administradora.
Una foto muy familiar, en el comedor interior de la planta calle: Pilar Ayuso, esposa de Emilio; Adriana, hija; Lucía, cocinera, y el propio Emilio Lacambra. De pie, José María 'Cuchi' Gómez, amigo, y Nicoletta Lancrajan, administradora.
A. C./Heraldo.

“Casa Emilio fue la prolongación del salón de nuestras casas, con la ventaja de que no teníamos niños a los que poder despertar con nuestros gritos y canciones, ni vecinos a los que molestar. O sea, era mejor que nuestras casas. Allí nos podíamos quedar con Emilio o con Josemari, su camarero de confianza, casi un hijo para él y un queridísimo amigo para nosotros, hasta las dos o las tres de la madrugada, conversando, cantando y bebiendo todo lo que queríamos. Todo les parecía bien, nunca una mala cara, nunca un gesto de desagrado más allá de los enfados de Josemari cuando tenía que cambiar la disposición de las mesas porque le habíamos dicho que iríamos 20 y aparecíamos 40”, añade Melero, y aún va algo más allá en sus recuerdos y consideraciones: “Todos sabíamos que estábamos en familia y que esa era nuestra casa. Por eso abríamos la nevera y nos poníamos nosotros mismos las cervezas, por eso le pedíamos que nos hicieran unos huevos fritos con patatas o cualquier cosa que nos apeteciera…, porque estábamos como en nuestra casa”.

La escritora y columnista de HERALDO Cristina Grande señala: “Siempre éramos felices en Casa Emilio, tanto en cenas de cuatro amigos como en reuniones de más de cuarenta. Allí estábamos a salvo del mundo exterior bajo el ala protectora de Emilio Lacambra y sus colaboradores. Y nunca veíamos la hora de volver a casa. Tantos recuerdos de las horas que pasamos allí son un tesoro de valor incalculable. Es una gran pérdida su desaparición. Porque Casa Emilio era un milagro constante”.

Un espacio como Casa Emilio explica muchas cosas: las reuniones de grupos teatrales universitarios y de compañías como el Teatro Estable y el Teatro de la Ribera, por poner dos ejemplos; la canción de autor aragonesa; la gestación de ‘Andalán’ y sus reuniones; la germinación de ‘El Día de Aragón’; la ebullición de la política antifranquista desde los años 60 sobre todo, y tantas y tantas cosas. “Emilio Lacambra era el anfitrión soñado: encantador, afectuoso, cálido, cómplice y de una calidad humana muy fuera de serie. Y la gente que lo rodeaba -su familia o camareros como Pascual, Juan Carlos, Jose Mari, Adriana o Nicoleta- ya no podía ser más paciente y adorable -dice Luis Alegre-. Ignacio Martínez de Pisón dijo una vez algo que me representa: ‘Mi idea de la felicidad es una cena con mis amigos en Casa Emilio’”. El cinéfilo José María ‘Cuchi’ Gómez, otro asiduo, se reafirma en esa imagen: “Emilio era un maestro de la bondad y la empatía”.

En Casa Emilio había muchas tertulias, citas, grupos. Arriba decidió dedicar uno de los comedores, de 16 a 20 sillas, a su gran amigo José Antonio Labordeta y Félix Romeo. Aquí el grupo acoge a Bernardo Atxaga y su mujer; Emilio está cerca de la puerta.
En Casa Emilio había muchas tertulias, citas, grupos. Arriba decidió dedicar uno de los comedores, de 16 a 20 sillas, a su gran amigo José Antonio Labordeta y Félix Romeo. Aquí el grupo acoge a Bernardo Atxaga y su mujer; Emilio está cerca de la puerta.
Archivo Casa Emilio/Melero/Cosculluela.

En efecto hubo muchas, muchísimas de todo asunto y muchos protagonistas diferentes. El coordinador de ‘La buena estrellas’ y director de Festival Ópera Prima de Tudela sentencia: “La muerte de Emilio y del propio restaurante marca también la muerte de una época, una tragedia íntima para mí y para multitud de gente. No nos será fácil disimularlo”. En pocos meses, en Aragón han fallecido los escritores José Luis Rodríguez García, Encarnación Ferré, José Verón Gormaz o José Luis Alegre Cudós; el historiador Eloy Fernández Clemente; los músicos Joaquín Carbonell e Iñaqui Fernández; el arquitecto José Manuel Pérez Latorre, la actriz Laura Gómez-Lacueva. La lista es mucho más amplia.

“Emilio Lacambra era el anfitrión soñado: encantador, afectuoso, cálido, cómplice y de una calidad humana muy fuera de serie. Y la gente que lo rodeaba -su familia o camareros como Pascual, Juan Carlos, Jose Mari, Adriana o Nicoleta- ya no podía ser más paciente y adorable", dice Luis Alegre

María José Moreno, actriz y presidenta de la Academia de Cine Aragonés, también tiene soberbios recuerdos. Dice: “Casa Emilio es el primer restaurante al que fui sin mi familia, donde pasé la primera Nochevieja en la que salí; esa noche España bailaba con los Bravos, nosotros también en el quiosco de la música de la plaza de los Sitios (entonces José Antonio) con un tocadiscos, a pilas, de Emilio. Muchas de las 'vidas' del Teatro de Cámara y del Teatro Estable se han cocido ahí. Don Guillermo y Pascual eran nuestros guardianes, luego les tocó a Emilio y José Mari. Durante más de 20 años hemos tenido allí nuestra peña gastronómica, nuestras tertulias y no había hora de cierre. Pero por encima de todo Casa Emilio ha sido un refugio para mí y la gente que quiero”. 

En esa misma dirección se expresa José Luis Melero: “En la historia cultural de Aragón Casa Emilio tendrá siempre un lugar destacadísimo, porque por ahí han pasado sin excepción todos los protagonistas de la cultura aragonesa de los últimos 50 años al menos. Y no sólo de la cultura aragonesa, sino también los más destacados protagonistas de la cultura española que visitaban Zaragoza y que sabían que Casa Emilio era una visita obligada. Actores y actrices, escritores y escritoras, pintores y pintoras, cineastas, fotógrafos y fotógrafas, lo más destacado del arte y la intelectualidad españoles ha pasado por Casa Emilio. Eran muchos los que lo pedían expresamente: ‘Voy a Zaragoza, pero con la condición de que me llevéis a Casa Emilio’, llegaban a decirnos. Sabían que era un icono de Zaragoza, un templo laico que no podían dejar de visitar”.

El pasado mes de julio, cuando moría Emilio Lacambra, Julia López Madrazo, la periodista de música en ‘Alrededor del reloj’ con Plácido Serrano y luego de diversos medios, entre ellos ‘Andalán’, escribió en estas páginas: “Mis hijos y yo nos hemos criado en la avenida de Madrid, 5, entre vuestros fogones. Hemos celebrado con vosotros infinidad de historias. Yo he visto en tu comedor en la famosa ‘mesa redonda’ a Santiago Carrillo, Vicente Cazcarra, Fidel Ibáñez y Ramón Tamames. En la mesa de al lado a mis padres y a mis tíos; y en la de enfrente al responsable de la Base Americana cenándose unos jarretes encantado de la vida frente a un cartel de ‘Yankees go home’ de la época. Todos contentos y respetándose. Tengo hasta cartas del administrador de ‘Andalán’ citándonos a cenar en tu casa, y para acceder había que decir una contraseña. Y en el piso de abajo cenaban unos polis de la secreta… Y todos tan contentos”.

Una noche, ya seriamente enfermo, Emilio Lacambra sorprendió a sus comensales y les regaló un plato conmemorativo de Casa Emilio.
Una noche, ya seriamente enfermo, Emilio Lacambra sorprendió a sus comensales (Marimar, Rodolfo y Esperanza) y les regaló un plato conmemorativo de Casa Emilio. Y no solo eso: les contó increíbles historias de sus viajes por Europa.
Archivo Eva Cosculluela.

Tampoco hay que olvidar que Casa Emilio ha sido una casa de comida que se ha significado en los menús populares, en la fritada, el ternasco y la merluza, entre otras cosas. Hace unos días, el escritor Julio José Ordovás resumía: “Mis instintos básicos culinarios los colmaba casi por completo el menú proletario de Casa Emilio, con su bacalao de Bilbao y sus naranjas de Valencia, como puntualizaba siempre el cachondo de Josemari”.

Julia López Madrazo: "Yo he visto en tu comedor en la famosa ‘mesa redonda’ a Santiago Carrillo, Vicente Cazcarra, Fidel Ibáñez y Ramón Tamames. En la mesa de al lado a mis padres y a mis tíos; y en la de enfrente al responsable de la Base Americana cenándose unos jarretes encantado de la vida frente a un cartel de ‘Yankees go home’ de la época"

Luis Alegre recuerda que Casa Emilio contaba con un comedor dedicado a José Antonio Labordeta y a Félix Romeo, con varios retratos suyos. Por aquello le parece oportuno rescatar una anécdota que explica muy bien la generosidad de los dos: “A José Antonio Labordeta se le acercaban en la calle muchos mendigos que lo reconocían y le paraban para que les diera dinero y poder comer. José Antonio les enviaba a Casa Emilio y les pedía que le comentaran a Emilio que iban de su parte y que no les cobrara, que él se haría cargo. Emilio, emocionado con el gesto de su amigo, le dijo: ‘En esto, tú y yo también vamos a ir a medias’. Pero José Antonio le rogó a Emilio que nunca contara a nadie lo que estaban haciendo. Emilio le desveló el secreto a Miguel Mena en Radio Zaragoza, unas horas después de morir El Abuelo. Me pareció un homenaje muy bonito y los retrataba muy bien a los dos. Mi madre, al escucharlo, dijo: ‘Pero qué hombres tan buenos’”.

En el comedor de abajo, con un grupo de escritores que han frecuentado Casa Emilio en los últimos 30 años.
En el comedor de abajo, con un grupo de escritores que han frecuentado Casa Emilio en los últimos 30 años.
Archivo J. L. Melero/Casa Emilio.
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