literatura

La visita del Nobel Jacinto Benavente a Zaragoza 

Hace 100 años, en 1922, la Academia Sueca premió al autor de 'Los intereses creados', que nunca cobró el talón, y visitó la capital del Ebro al año siguiente.

Jacinto Benavente en 1920, con una joven, dos años antes de recibir el premio Nobel.
Jacinto Benavente en 1920, con una joven, dos años antes de recibir el premio Nobel.
Fototeka/Wikipedia.

Hace ahora un siglo la Academia Sueca concedía a Jacinto Benavente (Madrid, 1866-1954) el premio Nobel de Literatura. La noticia, que se produjo el 9 de noviembre de 1922, lo cogió en Argentina. Había embarcado en marzo hacia Buenos Aires como director artístico de la compañía de Lola Membrives. Ese mismo año, en junio, había recibido un homenaje en el Belmont Theatre de Nueva York, porque llegaba a las 300 representaciones en ese espacio y mil a lo largo y ancho del país la versión inglesa -protagonizada por Nance O’Neil- de ‘La malquerida’, una de sus principales obras con ‘Los intereses creados’, ‘Rosas de otoño’ ‘Señora ama’, por citar algunos textos de las más conocidos.

La Academia Sueca dijo que se le concedía el galardón, que antes había logrado José Echegaray, por “haber continuado dignamente las tradiciones del teatro español”. En el discurso de recepción, el presidente de la Academia subrayó que Benavente “ha observado su mundo con ojos extremadamente claros y agudos, y lo que ha visto lo ha medido y pesado con una inteligencia alerta y flexible. No se ha dejado engañar ni por hombres ni por ideas, ni siquiera por sus propias ideas o su propio sentimiento…”. Lo curioso es que Benavente no fue a recoger tan importante honor ni tampoco cobró el talón de 122.482,56 coronas (unos 12.000 euros de hoy). Sin embargo, en el Archivo Histórico Nacional se conserva el diploma, el medallón y el cheque sin cobrar.

Benavente era un maestro de la carpintería teatral, dominaba los recursos escénicos y narrativos como pocos, y los especialistas subrayan la capacidad satírica de su obra, su condición de crítico contumaz y de analista fino de la sociedad de su tiempo. En España ya era toda una institución porque además había sido diputado a Cortes y pertenecía a la Real Academia de la Lengua, y ya tenía muchos libros y dramas a sus espaldas. El mundo entonces era de otro modo: a su regreso de Argentina, de Chile y Cuba, donde estuvo también, fue objeto de varios homenajes en distintas ciudades de España, y entre ellas también visitó Zaragoza el 25 de octubre de 1923.

Lo curioso es que Jacinto Benavente no fue a recoger tan importante honor ni tampoco cobró el talón de 122.482,56 coronas (unos 12.000 euros de hoy). Sin embargo, en el Archivo Histórico Nacional se conserva el diploma, el medallón y el cheque sin cobrar.

Se anuncia la visita del Nobel

Si uno sigue las información de HERALDO se comprueba que se tomó muy en serio su visita, se formó una comisión que se reunió el 8 de octubre de 1923, formada por autoridades (el alcalde Fabiani, el presidente de la Diputación de Zaragoza), próceres (Basilio Paraíso) y periodistas. Se decidió que Jacinto Benavente inaugurase el curso del Ateneo. Él aceptó hacerlo con la charla ‘Influencia del escritor en la vida moderna’; a la par en el Teatro Principal se representaba su obra ‘El nido ajeno’ con María Ladrón de Guevara y Rafael Rivelles. Y se anunciaba en primera página que “quizá durante esta fiesta le sea impuesta a Benavente la Medalla de Oro de la ciudad”.

Benavente sale de la Diputación, tras ser nombrado Hijo Adoptivo.
Benavente sale de la Diputación, tras ser nombrado Hijo Adoptivo.
Lucas Cepero/Fotograbado Heraldo.

Durante varios días hubo en HERALDO varios textos sueltos sobre la próxima llegada del Nobel y el mismo día que vino, de noche, en un expreso, se publicó un retrato suyo. Se decía: “Ha llegado en el ‘breack’ de Obras Públicas cedido a este fin por el Directorio, y en el descansará hasta las nueve de la mañana. A recibirlo acudirán a esta hora a la estación las autoridades, representación de Corporaciones, la Junta Directiva del Ateneo, estudiantes de diversas Facultades. Una sección montada de la Guardia Civil marchará al frente de la comitiva que se organice”.

A Jacinto Benavente, que tenía entonces 56 años, se le preparó un programa muy completo, casi extenuante, que tenía un parón a la una en el restaurante del Casino Mercantil, y que tendría su acto central a las 20.00. HERALDO le dedicó tres páginas completas al hecho. En la portada del viernes 26 de octubre aparecía la ‘Salutación al eminente comediógrafo don Jacinto Benavente’ de Alberto Casañal Shakery, un autor costumbrista muy popular. Arrancaba así: “Maestro: Este poeta que tiene el alto honor / en esta hermosa fiesta de ser vuestro cantor”. El texto es extenso y se lee: “Y desde las brumosas, poéticas y bravas / tierras escandinavas / donde el Premio Nobel / colocó en vuestra sienes un eterno laurel / hasta nuestras hermanas /las rebeldes y vírgenes tierras americanas”.

Un día especial en la vida de Zaragoza

A las diez de la mañana del 25 de octubre, tras la bienvenida del alcalde Fabiani, en el Palacio Provincial - “adornado con profusión de plantas, flores y tapices”, se escribe – el presidente Mariano Pin le entregó el diploma de Hijo Adoptivo de Zaragoza y él, entre otras cosas, respondió así: “Zaragoza siempre ha sido una de las ciudades más queridas para mí de España; guardaré para mí imborrables recuerdos; la he visitado muchas veces. A ella vine primero con mi padre, luego con mi santa madre y ahora que vengo solo, por eso estimo más esta demostración de cariño ya que estoy huérfano de aquellos afectos”.

Benavente con el alcalde Fabiani y otras autoridades en el Ayuntamiento de Zaragoza: le acaban de conceder la Medalla de Oro.
Benavente con el alcalde Fabiani y otras autoridades en el Ayuntamiento de Zaragoza: le acaban de conceder la Medalla de Oro.
Lucas Cepero/Fotograbado Heraldo.

La comitiva visitó “el Hospicio provincial”, donde le mostraron el comedor, dijo que mandaría un ejemplar de todos sus libros firmados para la biblioteca, y al final una joven “le saludó con efusión ofreciéndole un puñado de flores”. Después estuvo en el Sanatorio de Niñas y, a las 12.00, en el Ayuntamiento de Zaragoza le impusieron la Medalla de Oro de la Ciudad; en el acto hablaron el secretario señor Berdejo y luego el alcalde señor Fabiani, que dijo entre otras cosas: “Bienvenido seáis a Zaragoza; gracias, señor, por vuestra merced; seguid iluminando al pueblo español con vuestra sana literatura, con vuestro astro maravilloso”.

De allí pasaron al Archivo Palafox y luego al Pilar (“el eximio escritor oró breves momentos ante la patrona de Aragón ‘ofrendándole’ un hermoso ramo de flores”, cuenta el cronista de HERALDO) y, finalmente, tras descansar un poco en el hotel y mudarse de ropa, comió en el Casino Mercantil.

HERALDO anuncia: “A los postres hubo un momento de gran emotividad; el en que Santiago Lapuente acompañó a la guitarra a su bellísima discípula Felisa Asensio, que interpretó con excelente voz y gran estilo y varias jotas “. El secretario del Ateneo, Pedro Galán, leyó un poema donde decía: “Que las flores se marchitan / yo digo que no es verdad. / Hay unas ‘Rosas de Otoño’ / que no se marchitarán”. Por la tarde estuvo, Jacinto Benavente en el Reformatorio de Menores delincuentes, en La Caridad y en grupo escolar Gascón y Marín. En todos ellos se produjeron diversas anécdotas entrañables y divertidas. En el Gascón y Marín, Guillermo Fatás, abuelo del historiador, escritor y exdirector de HERALDO Guillermo Fatás, "hizo resaltar la figura del saliente escritor, pero que no se olvidase en la memoria de los niños. Un orfeón de niñas, dirigido por Inocencio Legaz, cantó el Himno de Aragón del mismo y varias jotas a coro, actuando como solistas dos preciosas niñas, Mercedes Navarro y Mónica Gómez Segura".

En el Ateneo y en el Teatro Principal 

En su conferencia en el Ateneo, donde fue interrumpido en varias ocasiones, habló de muchos temas: de la I Guerra Mundial, de Dante y Shakespeare y del modo de configurar personajes, de la relación del teatro y del público, etc. Y afirma: “Es innegable la influencia del escritor como divulgador y vulgarizador de ideas, aunque a veces la tenga que desvirtuar un poco la verdad, y aparte esta influencia, en lo individual, ¡cuántas emociones, cuántas sensibilidades despertadas!”. Y más adelante añadía: “Como Shakespeare digo: meted en el mar todos los tesoros del mundo que serán fruslerías al anegarse y perderse en su inmensidad”.

Una joven le entrega a Jacinto Benavente un ramo de flores en el Sanatorio del Cabezo Cortado.
Una joven le entrega a Jacinto Benavente un ramo de flores en el Sanatorio del Cabezo Cortado.
Lucas Cepero/Fotograbado Heraldo.

Más tarde, cenó en casa del alcalde y acudió a la función de gala en el Teatro Principal de ‘El nido ajeno’, con la pieza empezada ya. Al acabar la función, Rafael Rivelles leyó, “admirablemente” el poema ‘Salutación’ de Alberto Casañal, que salió a saludar. Fernando Porredón “dijo con mucha gracia el bello ‘Cuento inmoral’ de Benavente, y la bellísima Felisa Asensio volvió a cantar unas jotas alusivas, premiadas con grandes ovaciones”, apuntaba este periódico.

Jacinto Benavente aún hubo de salir a saludar en el Teatro Principal. Y a modo de culminación “recitó maravillosamente el prólogo de ‘Los intereses creados’”. A continuación, acompañado de sus anfitriones, marchó a la estación y se subió al expreso hacia Madrid

Jacinto Benavente aún hubo de salir a saludar. Y a modo de culminación “recitó maravillosamente el prólogo de ‘Los intereses creados’”. A continuación, acompañado de sus anfitriones, marchó a la estación y se subió al expreso hacia Madrid. Seguro que llevaba en la cabeza algunos versos de Casañal: “… el saludo del Ebro que os aclama al pasar, / el beso del Pilar / y el abrazo entrañable del pueblo de Aragón”.

No era la primera vez que la ciudad acogía a un Premio Nobel. En marzo de ese año, sin ir más lejos, Albert Einstein había pasado 50 horas en Zaragoza.

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