ballet. ocio y cultura

Zaragoza, capital del ballet y del movimiento. La huella de María de Ávila

Ana Rioja es la comisaria de la muestra 'Cisnes. Una siglo de danza clásica en Zaragoza', del Centro de Historias, con Beatriz Lucea y Anto Moreno 

Uno de los impresionantes vestidos que pueden verse en el Centro de Historias.
Uno de los impresionantes vestidos que pueden verse en el Centro de Historias.
José Miguel Marco.

Ana Rioja (Tudela, Navarra, 1962) es escritora y periodista. Dentro de no mucho tiempo, cumplirá cuatro décadas de dedicación al periodismo: durante su carrera en la Universidad de Navarra, se inició como becaria en HERALDO; al acabar, en tiempos más favorables para el ejercicio profesional, recibió varias ofertas, entre ellas la corresponsalía de TVE en Pamplona, y al poco tiempo ingresó en ‘El Día de Aragón’. De allí pasó al ‘Diario 16 de Aragón’, donde fue jefa de Espectáculos y Cultura. A lo largo de una década, entre otros asuntos, se le impuso un tema: la danza, y la figura de María de Ávila, a la que le ha dedicado una biografía y muchas páginas en la prensa.

«Empecé en HERALDO y conservo estupendos recuerdos. En ‘El Día’ tuve dos grandes maestros: Lola Ester, a la que le interesaban mucho la danza y la ópera, y Pablo Larrañeta, que además era el director. Recuerdo que me encargó un reportaje sobre una huelga. “Si me gusta, te quedas aquí”. Me quedé y luego en ‘Diario 16’ tuve un gran maestro: Miguel Ángel Liso. Él me enseñó, o nos enseñó a todos, que no nos quedásemos con la primera impresión de una noticia, de un tema o un personaje, que fuéramos más allá. Que le diéramos una vuelta», explica Ana, que ahora tiene su propia empresa de comunicación y es la comisaria de la exposición ‘Cisnes. Cien años de danza clásica en Zaragoza’, que se expone en el Centro de Historias hasta el 8 de enero. La muestra, fascinante, cuenta con la colaboración y el diseño de Beatriz Lucea, como museógrafa, y de Anto Moreno, como director de arte.

El curioso que visite las salas podrá ver alrededor de 200 fotos, carteles, programas, folletos, litografías, dibujos, objetos personales, tutús, zapatillas y trajes de un montón de figuras y escuelas: desde María de Ávila y el Ballet de Zaragoza hasta La Mov y Miguel Ángel Berna, pasando por nombres de figuras como Ana María Górriz, Ana Lagunas, Víctor Ullate, Arantxa Argüelles, Trinidad Sevillano, Ruth Miró, Violeta Gastón, Amaya Iglesias, Antonio Castilla, Emilia Bailo, Carmen Roche, Antonio Almenara, etc., y las actuales escuelas.

«La danza entró en mi vida desde el periodismo cultural. En los años 80 era un tema muy importante en Zaragoza. Y todo empezó con María de Ávila: ella, una magnífica profesora, tan exigente como sensible, con una inusual capacidad para la docencia, había soltado por el mundo distintas perlas: Ana María Górriz, Víctor Ullate, Ana Laguna, entre otros. En 1983, en Zaragoza, en Madrid y luego en Nueva York se ofreció un espectáculo de sus alumnos y la sorpresa fue mayúscula. A todo el mundo le sorprendió su calidad, la plasticidad, su sentido de belleza. Cosecharon muchos elogios y la crítica especializada decía que sus bailarines, que bailaban con auténtico primor el ballet clásico, ‘parecían rusos’. Eran como auténticos profesionales soviéticos», evoca Ana.

Ana María Górriz fue la primera discípula de María de Ávila.
Ana María Górriz fue la primera discípula de María de Ávila.
Gayle De Cagné

El asombro y la proyección

La sorpresa fue inequívoca. El eco de los jóvenes bailarines de María de Ávila fue definido por Pablo Larrañeta en un editorial como «una rara flor de secano». «Desde entonces, se hablaba mucho de ballet, se elogiaba mucho lo que teníamos y a María de Ávila la llamó el Ministerio de Cultura para dirigir el Ballet Clásico Nacional y se llevó a varios de sus alumnos. Podríamos decir que el mundo del ballet impulsaba a recordar qué pocos fondos había y a la vez seguía con intensidad los éxitos de María de Ávila en Madrid. Aquí, con distintos avatares políticos, el Ballet Clásico de Zaragoza, dirigido por Cristina Miñana, a la que adoraban los bailarines, daría lugar al Ballet de Zaragoza, que dirigirían Mauro Galindo, luego Arantxa Argüelles y Patsy Kuppe-Mat, entre otros».

Dice Ana Rioja que tanto con Mauro Galindo como con Patsy (ambos han muerto jóvenes) el Ballet de Zaragoza hizo montajes magníficos ya de danza contemporánea. De Galindo, entre muchos otros, recuerda ‘Parade’, con vestuario y escenografía de Picasso, o ‘Maese Pedro’, con escenografía de Antonio Saura.

Ana Rioja, como si hiciera un alto en el camino, se sumerge en su proyecto ‘Cisnes’ y en su profesión, el periodismo, y declara: «Esta exposición me la he planteado como un gran reportaje sobre la historia de la danza clásica en Zaragoza, desde María de Ávila hasta nuestros días, con el objetivo de dar a conocer al público una parte muy importante de la cultura y de la historia de esta ciudad. Soy periodista, no historiadora de danza, por ello he intentado acercar y dar a conocer al público, de una forma sencilla y amena, a unos cisnes que desde aquí volaron: bailarines, maestros y coreógrafos que han abierto con sus alas las puertas de los mejores teatros, compañías y escuelas del mundo», dice, y abunda en algo que siempre ha tenido claro: «Zaragoza es cuna de la danza clásica y ha surtido al mundo de grandes estrellas durante la segunda mitad del siglo XX y hasta nuestros días. Son cisnes que nacieron en la capital aragonesa o que se formaron en ella. Yo, como periodista, tenía la obligación de contarlo, de ponerme al servicio de la danza para difundir este arte y a quienes lo hacen posible».

María de Ávila fue una de las mejores bailarinas de su tiempo.
María de Ávila fue una de las mejores bailarinas de su tiempo.
Archivo MAE.Institut del Teatre.

El magisterio infinito de María de Ávila

En ese viaje en el tiempo, en la hermosura y en el movimiento, hay que empezar por María de Ávila (Barcelona, 1920-Zaragoza 2014). «Conocí a María de Ávila con 70 años y me impresionó que fuera todos los días, con disciplina y rigor, a dar clases. Poseía un ojo excepcional y pronto se daba cuenta de quien tenía condiciones. Ella había nacido en Barcelona, fue ‘prima donna’ absoluta del Liceo y según algunos expertos, entre ellos Roger Salas, es la mejor bailarina española de danza clásica. En su casa no querían que bailase; gracias a la danza, en tiempos de contienda civil, bailaba en el Tívoli y ganaba para sostener a su familia. Conoció a un zaragozano, se enamoró y dejó de bailar pero nunca dejó de amar la danza ni de enseñarla. Renunció a su talento para ofrecérselo a los alumnos en un gran ejercicio de generosidad». Ana Rioja compara la figura de María de Ávila con grandes bailarinas como Maya Plitseskaya, Rosella Hightower o la cubana Alicia Alonso. «Tenía una gran personalidad y creía, como Serge Lifar, “Si puedes vivir sin bailar, no bailes. Si vas a bailar lo tienes que da todo”. Lo que ella ha conseguido es impresionante. Hemos programado actividades paralelas, en colaboración con la bailarina y experta Inés Turmo, estudiosa de la danza en tiempos de Goya. Miguel Lobera, que lleva años trabajando en un documental, ofreció una charla sobre ella».

"Esta exposición me la he planteado como un gran reportaje sobre la historia de la danza clásica en Zaragoza, desde María de Ávila hasta nuestros días, con el objetivo de dar a conocer al público una parte muy importante de la cultura y de la historia de esta ciudad. Soy periodista, no historiadora de danza"

Los esfuerzos del Estudio de María de Ávila han cristalizado en nombres y ‘perlas’ que han dado la vuelta al mundo. «Ana María Górriz, junto a Salvatore Aiello, fue su primera discípula. Le daba clases en su propia casa, y luego Ana María impartiría clases en el estudio de Ávila; uno de sus alumnos fue nada más y nada menos que Víctor Ullate, que era el único alumno. Lo vio María de Ávila y se dio cuenta de sus posibilidades», dice Ana Rioja. Ana María Górriz triunfó con ‘El éxtasis de Rita Joe’, «que también se llevó al cine, con ella dentro», y se marchó al Royal Winnipeg de Canadá, «del que fue primera bailarina y en el que obtuvo grandes éxitos tras formar parte de la Compañía del Marqués de Cuevas. Sigue viva y es budista. Es una mujer entrañable».

Hemos citado a Víctor Ullate. Todo un personaje de la danza como bailarín, coreógrafo y director de compañía. Una primera figura al que, en breve, Elena Cid le dedicará un documental. «Ullate es un hombre complejo: refinado, sensible y vulnerable. Un gran maestro. Triunfó en la compañía de Maurice Béjart, que lo quiso como a un hijo, y lo definió como el mejor bailarín del planeta. Y luego, como todo el mundo sabe, ha hecho una fantástica carrera como coreógrafo y profesor». A veces ha dicho que un bailarín se puede moldear a tu imagen y semejanza como un bonsái. Y él es el maestro de Tamara Rojo y Lucía Lacarra, por poner dos ejemplos.

Esta travesía nos lleva hacia Ana Laguna, otra discípula de María de Ávila, que ha formado su carrera en Suecia, en el Ballet Cullberg. Para Ana Rioja es «una de las bailarinas españolas más premiadas. Como ‘prima ballerina’ del Ballet Cullberg, dirigido por quien fue su marido durante años, Mats Ek, bailó con grandes estrellas del mundo como Rudolf Nureyev. Y supo alternar su gran calidad en el escenario, pensemos en su inolvidable ‘Giselle’, con su tarea pedagógica».

Dos de las grandes bailarinas de los años 80 y 90, formadas en el Estudio de María de Ávila, fueron Arantxa Argüelles y Trinidad Sevillano. Arantxa perteneció al Ballet Clásico Nacional y fue dirigida por María de Ávila y por Maya Plitseskaya, y en Zaragoza sucedió a Mario Galindo al frente del Ballet de Zaragoza. «Fue una gran bailarina. Impresionante. Eso es indiscutible y ahí está su carrera. Y Trinidad Sevillano era considerada ‘el ángel de la danza’. Fue Premio Nacional de Danza. Debutó joven en el Ballet Clásico de Zaragoza y deslumbró con ‘El corsario’. Fue figura invitada en compañías como el Boston Ballet, el Royal Ballet y el Ballet de Víctor Ullate. A veces no nos damos cuenta, pero Zaragoza y Aragón han estado representados por estos bailarines que dejan un imborrable recuerdo de su calidad, su plasticidad y su elegancia. María de Ávila, tan disciplinada y artística, tenía una auténtica escuela de cisnes».

Ana Laguna ha realizado el grueso de su carrera en Suecia, en el Ballet Cullberg.
Ana Laguna ha realizado el grueso de su carrera en Suecia, en el Ballet Cullberg.
Archivo Víctor Ullate.

otros nombres. En el diálogo van y vienen otros nombres: Carmen Roche, Carmen de la Figuera, Emilia Baylo, Lola de Ávila. «En la exposición intentamos recordar el esfuerzo de todas, su tarea durante años, su generosidad y su vocación con las niñas y los niños. Hace poco se nos iba Emilia Baylo. Fue una buena bailarina y creo que mejor maestra. Se inició en el Casino Mercantil y ha dejado una extensa huella con un estudio propio del que han salido muchas bailarinas. Era una mujer apasionada, con un gran sentido del humor y a la vez muy concentrada en su oficio –apunta Ana Rioja–. Me gustaría reivindicar también la tarea de Carmen Roche. O a Lola de Ávila, que también es todo un personaje en la danza. Aparece y desaparece en el Estudio de su madre. Le gusta experimentar, ceder su experiencia. Es muy libre. Es una auténtica especialista de la puesta en escena del repertorio clásico».

"De los bailarines siempre me ha impresionado cómo su aparente fragilidad e inseguridad se transformaban en un escenario, a través de la magia de la danza, en belleza, fuerza, pasión y perfección, hasta convertirse en cisnes, en seres de luz"

A estos nombres se suman otros como Ruth Miró y Gonzalo García Portero. «Ruth Miró deslumbró a todos cuando ganó el I premio del Festival de Eurovisión de Jóvenes Bailarines, en Lausanne, y formó parte del Ballet de Víctor Ullate, el Béjart Ballet de Lausanne y del Ballet de la Ópera de Lyon». Si cupiesen aquí la extensa nómina de bailarines aragoneses y sus compañías veríamos qué impacto europeo habría tenido María de Ávila, Zaragoza y Aragón. Gonzalo García Portero ha anunciado su retirada, pero jamás ha infravalorado las enseñanzas de su maestra María de Ávila. Las recuerda y agradece.

En ‘Cisnes. Cien años de danza clásica en Zaragoza’, hay otras compañías como Coppelia Danza, maestros como Antonio Almenara y Carmen Aldana Ayesta. Y no faltan La Mov, de Víctor Jiménez, y Miguel Ángel Berna. «Víctor Jiménez es un gran artista: fue un gran bailarín, poderoso y rítmico, también fue primer bailarín con la compañía de Maurice Béjart y ha creado en La Mov grandes espectáculos como vemos a diario. La Mov tiene mucha calidad. ¿Qué voy a decir de Berna? Ha hecho una gran apuesta y la ha defendido con personalidad y con su vínculo con sus raíces: la jota, el flamenco, la música popular de Aragón. Hay algo en él que es realmente maravilloso también: la música que incorpora. Esa apuesta suya es todo un ejercicio de implicación y de creatividad», señala.

Trinidad Sevillano fue conocida por algunos como 'el Ángel de la danza'.
Trinidad Sevillano fue conocida por algunos como 'el Ángel de la danza'.
Juan Gyenes.

«Como periodista cultural he pasado muchas horas junto a bailarines y siempre me ha impresionado cómo su aparente fragilidad e inseguridad se transformaban en un escenario, a través de la magia de la danza, en belleza, fuerza, pasión y perfección, hasta convertirse en cisnes, en seres de luz», concluye Ana Rioja.

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