LETRAS ESPAÑOLAS. OCIO Y CULTURA

José-Carlos Mainer: "El legado de los años 30 fue el triunfo de la literatura"

El gran estudioso de las letras españolas publica ‘17 de diciembre de 1927’ (Taurus), el homenaje a Góngora en Sevilla, que dio lugar al grupo del 27

José-Carlos Mainer publica '17 de diciembre de 1927'.
José-Carlos Mainer (Zaragoza, 1947) en su inmensa biblioteca de su casa de Zaragoza.
Francisco Jiménez.

José-Carlos Mainer Baqué (zARAGOZA, 1944) es uno de los grandes estudiosos de las letras españolas del siglo XIX y XX. Biógrafo de Pío Baroja, estudioso de Costa, Sender y Jarnés, entre otros muchos, es el autor de 'La Edad de Plata (1902-1939)', y alrededor de 25 títulos en solitario. Ahora publica en Taurus '17 de diciembre de 1927', un volumen preñado de erudición, de pequeños y grandes detalles, que recuerda el homenaje a Luis de Góngora, cómo se fue configurando la generación del 27 y su eco en las letras españolas, desde el interior y desde el exilio.

Dice que el aniversario de Góngora cambió el signo de la conmemoración de los centenarios. ¿En qué y por qué?

El primer centenario que se celebró fue el de la muerte de Calderón de la Barca en 1881, un poco por celos de los portugueses que acababan de conmemorar a Camoens. Luego ya vino el Quijote en 1905… El primero lo movieron eruditos y neocatólicos, como Menéndez Pelayo; en el segundo, se habló fundamentalmente de política al hilo de la crisis de 1898. Pero poco después empezó un activo reconocimiento de España como hecho cultural: pintores, poetas, novelistas, músicos, revistas ilustradas… Fue un clima nuevo y estimulante para un nacionalismo cultural.

En el interés por Luis de Góngora ya había un estudioso aragonés: Miguel Artigas. ¿Le debe algo la celebración del centenario de la muerte del cordobés?

Artigas era un reputado archivero que desde 1915 dirigía la Biblioteca Menéndez Pelayo, de Santander. Allí preparó una excelente biografía de Góngora que le premió la Academia en 1925… Y luego la resumió en un librito que ganó el Premio Nacional de Literatura en 1927. Era hombre conservador pero, de hecho, los poetas que organizaron el centenario le encargaron la edición de las ‘Canciones’ de Góngora (que nunca hizo), aunque sí asistió a los actos jocosos del 23 de mayo de 1927 como invitado de honor junto al mexicano Alfonso Reyes.

"El acto de Sevilla empezó el viernes 16 y no fue un homenaje a Góngora sino a la joven poesía española que invocaba unánimemente el modelo de la creatividad de Góngora"

¿Cómo se gestó el homenaje?

El más activo fue, sin duda, Gerardo Diego… que además fue quien en un artículo de 1924, en ‘Revista de Occidente’, puso a Góngora en la agenda de todos sus amigos. Luego se inventó las celebraciones y las contó con mucha gracia en su revista ‘Lola’.

¿Qué significó el 17 de diciembre de 1927?

El acto de Sevilla empezó el viernes 16 y no fue un homenaje a Góngora sino a la joven poesía española que invocaba unánimemente el modelo de la creatividad de Góngora. Fue un acto del Ateneo de Sevilla en pleno despliegue de su orgullo ciudadano, que se supo mezclar muy bien lo tradicional y lo moderno. El año 1929 estaba ya prevista la gran exposición Hispanoamericana a la que la ciudad debe su configuración urbana.

¿Cómo fue# el acto? Creo que hubo tres fotógrafos y entre ellos, se sospecha, que el oscense Pepín Bello.

Fue un fin de semana lluvioso y un éxito de asistencia mediano (el mayor número de asistentes lo registró el banquete final del domingo 18). Las tres famosas fotos de los participantes y anfitriones –con muy parecido encuadre– son una preciosa referencia que ha sido duradera. El oscense Bello, compañero de Lorca, Dalí y Buñuel en la Residencia de Estudiantes, vivía entonces en la ciudad e hizo una de las fotos, al parecer con la cámara que le había prestado un fotógrafo ambulante. Es la que se reprodujo en el periódico ‘El Liberal de Sevilla’ y la que está positivada al revés.

Quizá, el más gongorino de todos fuese Dámaso Alonso.

El sarampión gongorino no fue muy largo… Dámaso Alonso hizo su tesis doctoral sobre Góngora (que leyó en 1928) pero Jorge Guillén también había hecho la suya sobre la 'Fábula de Polifemo y Galatea' en 1925. Alberti escribió una 'Soledad tercera', como homenaje al autor; Gerardo Diego, una 'Fábula de Equis y Zeda', entre barroca y vanguardista, escrita en octavas. Y Lorca escribió cuarenta versos de una 'Soledad insegura', que nunca terminó. Y Manuel de Falla escribió su 'Soneto a Córdoba': tres minutos de bella música para soprano y piano.

El homenaje de Sevilla fue glosado, años después, por el propio Dámaso Alonso, por Jorge Guillén, creo que por Salinas. ¿Qué valoraciones se hicieron?

Suelen presentarse los actos sevillanos como una epifanía de la Generación del 27, pero el concepto estaba latente y tardó mucho en ver la luz. Se lo habían pasado muy bien, habían leído sus versos y glosado su idea de la literatura, les trató a cuerpo de rey el ganadero y poeta Fernando Villalón… Y el recuerdo de todo sobrevivió a la Guerra Civil y reapareció entonces como nostalgia de la juventud y también como mala conciencia de algunas cosas, sucedidas en 1936… Eso lo expresó muy bien Dámaso Alonso en un precioso artículo de 1948, ‘Una generación poética (1920-1936)’, plagado de silencios culpables y de melancolía. Además de publicado en una revista del Opus Dei. Pero, sobre todo, en un poema de Jorge Guillén, ‘Unos amigos (diciembre de 1927)’, escrito en 1972, donde la fuerza del recuerdo resulta conmovedora. Yo creo poco en los determinantes generacionales y me costó convencer a los editores de que el subtítulo de mi libro fuera simplemente ‘El triunfo de la literatura’. Ese fue el legado y emblema de esos años.

"La modesta España de 1930 es una sociedad que se ha modernizado, ha mejorado su sistema educativo y reúne a un grupo de creadores estéticos de primera magnitud"

El fenómeno le invita a reflexionar sobre muchos aspectos, entre otros, sobre la figura del intelectual. Habla de Valle-Inclán y de Unamuno, dos ejemplos muy diferentes de intelectual.

He reproducido algunas cartas de Jorge Guillén a su mujer que dicen exactamente eso: «Resulta que somos intelectuales». Y por esa causa les homenajean y les pagan el hotel en Sevilla. Pero aquello lo habían vivido ya los escritores de fin de siglo y los que comienzan a publicar hacia 1914: son profesionales de su trabajo y ejercen un ascendiente moral, estético y político. He citado a Unamuno porque fue el enemigo público del dictador Primo de Rivera (y confinado por eso en la isla de Fuerteventura) y de Valle-Inclán, detenido por escándalo público en un estreno teatral y que vio recogida por la policía su obra ‘La hija del capitán’, ambas cosas en 1927.

En el libro late un fondo de melancolía, de pérdida. ¿Aquella España y aquel grupo fueron una gran oportunidad perdida?

Reconozco haber buscado ese efecto en el lector. La modesta España de 1930 es una sociedad que se ha modernizado, ha mejorado su sistema educativo y reúne a un grupo de creadores estéticos de primera magnitud que cuentan además con iniciativas de asociación y difusión desconocidas hasta aquel momento. Yo detengo mi análisis en esa fecha de 1930 pero también tengo presente lo que ocurrió en 1936 e invito al lector a que coteje por sí mismo lo que hubiera sido posible sin el golpe militar que sus responsables convirtieron en Guerra Civil.

¿Cuál es la importancia de las mujeres en el grupo?

Muy poca… Pero, entre otras cosas, he querido evocar en esta especie de visita guiada que es mi libro la existencia de una Residencia de Señoritas (hermana de la más famosa Residencia de Estudiantes), la fundación del Lyceum Club en 1926, la primera exposición de Maruja Mallo en los salones de 'Revista de Occidente' en 1928, la revelación de Margarita Nelken o de Victoria Kent, o el primer libro de Josefina de la Torre que aparece en 1927 y lo prologa Pedro Salinas…

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