El pasado lunes se cumplían 71 años de la muerte de María de Maeztu y eso, que debería haber sido una efemérides celebrada con honores, ha pasado inadvertido un año más.

Se me ocurren pocas mujeres que hayan sido más importantes para el avance de España en el siglo XX: maestra, pedagoga y licenciada en Filosofía, María de Maeztu apostó por la educación como la herramienta más valiosa para cambiar un país. Vinculada a la Institución Libre de Enseñanza y a la Junta para la Ampliación de Estudios, en 1915 puso en marcha la Residencia de Señoritas, creada a semejanza de la Residencia de Estudiantes para promover el acceso de las mujeres a la universidad. Maeztu creó un espacio libre y avanzado donde jóvenes llegadas de toda España rompieron la inercia y se formaron como profesionales y como personas: creó una gran biblioteca y un laboratorio modernísimo, organizó conferencias y visitas -por allí pasó, por ejemplo, Marie Curie-, firmó un acuerdo con el Instituto Internacional para que las jóvenes pudieran investigar en universidades extranjeras, trabajó en el Instituto Escuela y, junto a mujeres como Zenobia Camprubí, María Goyri, Victoria Kent, María Lejárraga o Isabel Oyarzábal, fundó el Lyceum Club Femenino, asociación que dirigió y que pretendía, en palabras de Mª Teresa León, «adelantar el reloj de España».

Maeztu fue una mujer excepcional, capaz de ver más allá y de anticiparse a lo que este país necesitaba para ser moderno y competitivo. Recordémosla en su aniversario, se lo merece.

Eva Cosculluela es librera en Los Portadores de Sueños.