literatura de viajes. 'artes & Letras'

Ramón Acín Fanlo, caminar con los pies y la imaginación

El escritor y profesor, coordinador durante años de ‘Invitación a la lectura', recopila sus viajes en ‘Un andar que no cesa (Fórcola)

Ramón Acín publica 'Un andar que no cesa'.
Visión aérea de Venecia, uno  de los lugares que visita Ramón Acín en su libro.
Fabio Muzzi / Efe.

En el bello prólogo que antecede a ‘Un andar que no cesa’, Julio Llamazares afirma que viajar a través de los libros nos procura las mismas o parecidas emociones que el viaje de verdad, pero sin las inconveniencias de éste. “Viajar es ante todo encontrar y encontrarse” –afirma el escritor leonés-. Y esa es, precisamente, la sensación que nos queda tras leer la última obra de Ramón Acín. Yo, que he tenido el placer de conocerlo, encuentro en el libro la misma placidez, la misma hospitalidad que experimento al hablar con el autor. No me cuesta nada convertirme en el protagonista del relato, cual si de novela se tratara, y caminar con él por Sicilia, El Véneto, Bélgica, Egipto, Normandía y Aragón sin las molestias del camino.

El andar de Acín es detallista, como demuestra desde el primero de sus recorridos por cada rincón de Sicilia, acompañado de los libros de autores locales como Federico da Roberto, Giovanni Verga o Elio Vittorini, con cuyas páginas se identifica “cuando siente la embriaguez del comienzo de ese viaje a lo desconocido, cuando se conmociona ante lo observado durante el viaje o por la melancolía ante su fin”.

En El Véneto, contempla el lago de Garda desde Sirmione cuando se ha levantado la neblina y pasan los transbordadores, con las moles nevadas de los Alpes en la lejanía, y con el verdor de las viñas que escalan las laderas de los montes. Más tarde vendrán Verona, Vicenza; Padua, en cuya capilla Scrovegni puede admirar la Vida de Jesús de Giotto. Hasta llegar a la inefable Venecia, la Venecia de las mil caras, donde se acuerda del ‘Otelo’ de Shakespeare; del Casanova cinematográfico de Lars Von Trier o de ‘Muerte en Venecia’ de Visconti. Todo en las páginas de este capítulo es un festival de los sentidos.

Ramón Acín publica 'Un andar que no cesa'.
Ramón Acín lleva viajando casi medio siglo alrededor del mundo.
Toni Galán.

Frente a la pax veneciana, la inseguridad se adueña del viajero al llegar a otra cultura que le transmite una sensación de temor al penetrar en África a través de Egipto. Al orientalismo hedonista del pasado, se contrapone la realidad actual de la miseria o el terrorismo islamista, que inquieta a quienes viajan a la orilla del Nilo. Pero la inquietud apenas dura, pues Acín se adentra en El Cairo, ciudad de veinte millones de almas, y olvida todos sus prejuicios.

A continuación, comienza la segunda parte de la obra, donde se da cuenta de periplos en busca de escenarios bélicos: esos lugares hoy vacíos que, en sus silencios, conservan los ecos de la tragedia, siendo el primero el camino entre Santa Elena y el puerto de Monrepós en la provincia de Huesca. Mientras recorre el camino, Ramón Acín va recordando en medio del silencio a los protagonistas de la Guerra Civil Española, también los luctuosos hechos ligados a tantos lugares que ya no existen. Es un proceso de reconstruir a través de la memoria y un trabajo minucioso de documentación que despliega igualmente en el segundo capítulo de esta parte dedicado a Normandía en la Segunda Guerra Mundial.

Coincido con el prologuista en que quizá la parte más personal y poética del libro sea la que sigue: ‘Ciudades de papel’, un viaje por los pueblos deshabitados: pueblos amortados, como se les llama en Aragón, cuyos cementerios, con lápidas levantadas y devoradas por las hierbas, recorre el viajero sin alardes románticos, metaforizando el abandono del medio rural, cuyo reverso literario analiza a través de las obras de coetáneos como Julio Llamazares, Jesús Moncada o José Giménez Corbatón, en cuyas novelas y cuentos se refleja magistralmente el fenómeno de la despoblación del mundo rural de los montes de León, el Pirineo, Mequinenza o el Maestrazgo.

Sigue el andar de Ramón Acín por los lugares de Aragón vinculados a Goya, itinerario que me resulta especialmente atractivo por lo inagotable del personaje y por la metaforización del paisaje que obra el escritor, descubriendo al pintor en enclaves deshabitados, en lugares por los que a nadie se le ocurriría pasar de los alrededores de Zaragoza, de la propia Zaragoza o del camino hacia Madrid. La voz de Acín logra singularizar esos lugares y dotarlos de un atractivo ignoto.

No podía faltar, como colofón a este andar que no cesa, la comarca del Somontano que tanto ama y tan bien conoce el autor. El recorrido geográfico, humano y literario por lugares como Barbastro y Alquézar destila tanta pasión como el de las rutas goyescas. Hasta tal punto que, contrariando a Julio Llamazares, antes que seguir leyendo, uno termina por desear los inconvenientes del viaje real y partir rumbo al Somontano, a Monrepós, a Fuendetodos y a tantos otros lugares siguiendo los pasos de Ramón Acín.

Ramón Acín publica 'Un andar que no cesa'.
Otro de los paisajes que glosa el viajero es Monrepós. Aquí, nevado.
Verónica Lacasa.

LA FICHA

‘Un andar que no cesa’. Ramón Acín. Prólogo de Julio Llamazares. Fórcola ediciones. Madrid, 2020. 307 páginas.

*Ricardo Lladosa es crítico literario y escritor. Ha publicado ‘Madagascar’ y ‘Un amor de Redon’.

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