entrevista

Ramón Acín: "Viajar es dialogar con uno mismo ante espacios, personas, paisajes o la historia"

El profesor y escritor presenta hoy en el Paraninfo de la Universidad de Zaragoza su libro ‘El andar que no cesa’ (Fórcola) con Irene Vallejo y Fernando Sanmartín.

El profesor y escritor presenta hoy en el Paraninfo de la Universidad de Zaragoza su libro ‘El andar que no cesa’ (Fórcola) con Irene Vallejo y Fernando Sanmartín.
El profesor y escritor Ramón Acín.
A. N.

"Viajar es entrar en relación con lo que se descubre, se ve, se observa, se analiza, se comprende, se asume. Viajar es dialogar con uno mismo ante espacios, personas, paisajes o la historia. Y, a la vez, es curar tu alma y conocerse, superando barreras que van desde lo personal a lo social, y que curan del ‘chauvinismo’, de la costumbre y del nacionalismo", dice Ramón Acín, que presenta este lunes, a las 19.00, en el Paraninfo ‘Un andar que no cesa’ (Fórcola), con Irene Vallejo y Fernando Sanmartín.

¿Qué importancia tienen los textos de viajes en su producción general?

Desde mi primera adolescencia, siempre he reflexionado antes, durante y después de cada uno de mis viajes atendiendo a impresiones, emociones y asombros. Los viajes están al fondo de algunos textos narrativos que he publicado. En ‘Un andar que no cesa’ me he lanzado a concretar la experiencia viajera libre de otras ataduras.

¿Los textos de viajes son formas de autobiografía?

Autobiografía, sin duda, por cuanto conllevan de experiencia de viaje personal y, por supuesto, de almacén de meditaciones ante todo cuanto me sale al encuentro. El viaje, como la vida, es precisamente enfrentarse a lo desconocido, conocerlo y comprenderlo a la vez que ensanchas tu persona.

Insiste mucho en la fragmentariedad de los textos.

El libro es, por supuesto, un conjunto pequeño de fragmentos que resume algo de mis andanzas que no cesan por Europa y África especialmente. Andanzas con impacto desde diferentes perspectivas y búsquedas que se abren al pensarlas y programarlas, primero, y al realizarlas y transcribirlas, después.

¿Cuál es su espíritu al emprender un viaje?

La preparación da confianza antes y durante el viaje. Javier Reverte acertó cuando dijo que hay «un buen viaje, si antes hay un buen libro». Después llega la degustación (paisaje y geografías, paisanaje y su cultura e historia, etc.) y, por supuesto, el impacto tanto emocional como meditativo, lo que es propio del ‘durante’ del viaje ejercitando la mirada a fondo. Una mirada que cambia y ensancha la percepción como dijo Proust: "Viajar no es cambiar de sitio, es cambiar de mirada".

¿Qué le interesa de los sitios?

Me interesa casi todo, pero lo que me pone en marcha es el asombro, aspecto que, sin duda, se acompaña del azar.

¿Qué le dio un país como Egipto?

Egipto es otra de mis fijaciones infantiles, es un mundo repleto de otros muchos mundos que, a veces, conmueven y, otras, te dejan noqueado. Viajar por Egipto es como una lucha sin cuartel.

¿Fue a los lugares de la Guerra Civil para documentarse?

A ello responde el apartado de ‘Viajes bélicos’, por ejemplo. Cuando comencé a escribir mi novela ‘Siempre quedará París’ quise documentarme a conciencia (empleé ocho años) no solo en los libros, sino en espacios físicos y reales, acompañado incluso de algunos protagonistas de la incivil guerra del 1936 en España. Realicé un viaje lento por la ‘cicatriz’ bélica de Aragón, partido en dos durante la contienda, de norte a sur y desde Biescas, en Huesca, a Sarrión, en Teruel.

¿Sería Julio Llamazares el escritor de viajes que más le ha marcado?

De Llamazares puedo decir que es como un hermano. Además, citaría otros hermanos como Jesús Moncada, Alfons Cervera, Luis Mateo Díez, José Giménez Corbatón..., con quienes tengo hilos en común: una infancia rural, un transtierro urbano y la melancolía de un espacio infantil perdido que habita en nuestros libros.

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