gastronomía
La fábrica de "inimitables" galletas de Zaragoza que fue modelo para toda Europa
Galletas Patria fue un referente con dos variedades patentadas: 'ritz-tea' y 'tennis', además de algunos tipos de marías.
Es un edificio de Zaragoza que ha tenido varias vidas en los últimos tiempos: hasta hace unos años fue concesionario de Toyota, después estuvo abandonado y en la actualidad es un gimnasio. Esta es parte de la suerte de Galletas Patria, que quedó olvidado durante décadas, castigado por el devenir del tiempo y la mala fe de vándalos y ladrones.
La edificación inicial fue proyectada por el arquitecto Félix Navarro Pérez, tal y como refleja la ficha del inmueble del Ayuntamiento de Zaragoza. Sin embargo, se sometió a algunas reformas y ampliaciones en manos de arquitectos como Francisco Albiñana. Pero más allá de la singularidad de la fábrica, de ladrillo visto y llamativos azulejos, las galletas de Patria destacaban por ser "exquisitas", como recuerdan los ciudadanos que las probaron.
Fue fundada en 1910 y permaneció en activo hasta su cierre en torno a los años 80, estima el Sistema de Información del Patrimonio Cultural Aragonés (Sipca). La naturalidad de estas galletas era una carta de presentación. "A base de harinas seleccionadas de los mejores trigos con otras riquísimas materias primas naturales, sin contener esencias ni materias extrañas de ninguna clase", rezaba la publicidad. Entre ellas, "mantequilla danesa", como delatan las imágenes antiguas.
De documentos y facturas de principios del siglo XX se desgrana que ofrecían la maría popular, surtido Patria, surtido Zaragoza y barquillos (boer-limón).
Entre todas ellas destacaba la exclusividad: tenían las patentes de 'ritz-tea', 'tennis' y 'marias escocesas'. "No es una María más –avisaban en la prensa-. Aunque su forma es redonda, se llama ‘Nata-Patria'". Eran tipos de galletas "inimitables". La primeras eran alargadas y con un rizo en la superficie, mientras que las segundas eran redondas y formadas de pequeños círculos. Además, se anunciaba que también elaboraban bizcochos, chocolate, bombones y otros dulces.
De ellas decían que competían "con sus similares nacionales y extranjeras en exquisitez y precio". En parte porque también se vendía en ultramarinos y confiterías de todo el territorio español –de hecho la publicidad estaba en periódicos de otras ciudades- y se exportaban a otros países.
"Une al paladar más exquisito, el valor de sus formidables propiedades nutritivas, mereciendo por ello justamente el título de la 'galleta de todos los tiempos y de todas las horas'", añadía las promociones que se publicaban en HERALDO. Además, se destacaba que la receta estaba "cuidadosamente estudiada para estómagos delicados, enfermos y convalecientes", de hecho para las papillas de los niños era "indiscutible".
Una fábrica "dirigida por ingenieros ingleses"
"Es la fábrica más perfecta de Europa, instalada y dirigida por ingenieros ingleses", se promocionaba en los anuncios. Su proceso de elaboración se desvela en una antiquísima película de Antonio de Padua Tramullas, cineasta que trabajó como electricista en Eléctricas Reunidas –se referencia en la Real Academia de la Historia- y como operador de cabina y ayudante en el rodaje de películas con Ignacio Coyne. Este filme, que se conserva en la Filmoteca Española, se fecha entre 1914 y 1918.
En él se aprecia cómo la maquinaria las elabora y las dispone en bandejas, que eran distribuidas en grandes mesas. Después, los trabajadores las introducían en el horno. También se ve a las mujeres que las ordenan en cajas tras ser horneadas, tanto en estanterías como en una cadena en las instalaciones de la antigua carretera del Gállego. A continuación, las empleadas las empaquetaban.
En otra de las escenas, un trajeado caballero degusta las galletas que un trabajador saca de una caja rotulada como "Galletas Patria. Zaragoza". Esa mima leyenda se puede leer en la publicidad que muestra un grupo de mujeres, la misma que más de un siglo después se encuentra en plataformas de compra y venta. Por último, el reparto en carretas. En la película se adivinan algunos detalles del edificio que todavía hoy se conservan, como adornos, el ladrillo, los azulejos o la verja.
La huella de Galletas Patria se aprecia en la avenida de Cataluña y en anticuarios, donde se encuentran cajas metálicas que en algunos casos se venden a partir de 150 euros. Allí, y también en el recuerdo de los zaragozanos más nostálgicos.