gastronomía

Las uvas dan la campanada: recetas y propiedades de estas perlas de la suerte

Esta fruta (tanto blancas como tintas), además de despedir el año, pueden ser ingrediente de fáciles aperitivos y atesoran beneficios para la salud.

Las uvas de Nochevieja, ya preparadas.
Las uvas de Nochevieja, ya preparadas.
Dune Solanot / Heraldo de Aragón

Tras los cuartos, llegan las doce campanadas y una uva por cada tañido. Esta "costumbre exótica y moderna", como definió la prensa a principios del siglo XX, "comenzó a extenderse entre las familias más aristocráticas y sus imitadores". Hay varios relatos, pero el más repetido es que el germen se sitúa en unas protestas en Madrid y un excedente en la cosecha lo popularizó al resto del país, como Zaragoza donde antaño fue tradición comerlas bajo el carillón de la Diputación de la plaza de España y en el reloj del edificio de Correos.

En la actualidad, la uva aledo es la variedad mayoritaria, de la Denominación de Origen de Vinalopó y procedente de Alicante. "Debido a la sequía y las temperaturas del verano, no se engordó como debía y este año no se están embolsando tanto porque se estropea", lamenta el Javier Mené, mayorista de frutas y verduras en la capital aragonesa, que en su caso las están comercializando en una esfera con los doce granos. Mené calcula que ya habrán vendido unas 4.000 unidades. La exigencia es tal que cada vez más se demandan solo sin pepitas.

A pesar de que la aledo es la más común, en algunos hogares se comerán thompson –sin pepitas– y las domingas –crujientes, con pepitas y muy grandes, por lo que son menos indicadas para despedir el año–. Otra opción sería la uva red globe, muy vistosa, pero que apenas se utiliza para la última y primera velada del año.

Unos dos meses separan la vendimia de las campanadas, pero en Aragón todavía se pueden ver racimos en las viñas. Se comprueba con un paseo por los campos de Paniza. Son de la variedad cribatijana, que madura más tarde y está destinada a la mesa por su importante pulpa y dulzón.

Racimo de cribatiaja en una viña de Paniza, a finales de diciembre.
Racimo de cribatiaja en una viña de Paniza, a finales de diciembre.
V. H.

En muchos hogares de este pueblo del Campo de Cariñena las mantienen hasta diciembre en las cepas –siempre que no hiele– o cuelgan los racimos en palos para que se mantengan frescos, como Angelines Higueras. Y de ahí, a la mesa. Higueras, como otros vecinos, las tomarán para despedir el año. Esto demuestra que, aunque lo habitual es que sean blancas, también hay quien las toma tintas.

Racimos colgados en una casa de Paniza.
Racimos colgados en una casa de Paniza.
V. H.

Recetas rápidas y seductoras para hacer con uvas

Pasa Nochevieja, sobran... ¿y qué haces? Lo que sea para que no se olviden en cualquier rincón de la nevera. Si no se es de los que gustan comerlas cual romano en un diván, en las redes sociales se encuentran multitud de recetas bastante resultonas para sorprender a cualquier comensal. Por ejemplo, un montadito con uvas y queso que seguro que triunfa en cualquier aperitivo.

Montadito de uvas

Ingredientes

Uvas

Queso de untar

Pan tostado

Sal

Aceite de oliva

Tomillo

Miel

Elaboración

En primer lugar se maceran los granos con aceite y sal.

Se introducen en la freidora de aire y se dejan unos minutos hasta que se considere que ya están cocinadas. 

Por otro lado, se tuestas rebanadas de pan.

El pan tostado se unta con queso y se monta con las uvas cocinadas, nueces picadas, un poco de miel y tomillo.

Otra alternativa rápida pueden ser los bombones con corazón de uva, con unos ingredientes similares. Primero se cubren los granos con el queso de untar y tan solo hay que rebozarlos después en pistachos picados.

Los más atrevidos en los fogones se pueden decantar por una salsa de uvas, ideal para acompañar recetas como un pastel de pescado.

Crema de uvas

Ingredientes

Un cuarto de kilo de uvas

Una cebolla pequeña

200 mil de nata líquida

Brandy

Aceite de oliva

Elaboración

Se cortan 250 gramos por la mitad y se saltean con una cebolla pequeña, con aceite de oliva.

Cuando están listas, se flambean con una chorrada de brandy.

El siguiente paso es agregar la nata líquida y la pimienta y en tres minutos está lista.

Para conseguir una textura de salsa, se tritura todo con la batidora.

Una opción más vista que las anteriores son las uvas como acompañante de las tablas de queso, donde además de decoración casan a la perfección en sabor. A todo lo anterior se suman las mermeladas y compotas.

En restauración se utilizan, sobre todo, para acompañar migas, como ocurre en varios bares y restaurantes de la capital aragonesa. Otro punto de demanda, como recuerdan en Frutas Javier Mené, son los buffets de los hoteles, donde también se presentan en brochetas, ya sean con piña y melón o con caquis y mango. "No es una fruta que se venda en grandes cantidades, pero tiene su importancia en la restauración", matiza Mené.

Las uvas, con tantas opciones en la cocina, guardan relevantes beneficios para la salud. "En general, su aporte en hidratos de carbono es mayor que en otras frutas, por eso proporcionan mucha energía", concreta el Ministerio de Alimentación. Estos hidratos facilitan la asimilación de otras sustancias. Además, contiene cantidades apreciables de fibra, vitaminas y minerales, como potasio. Fuentes ministeriales se hacen eco de estudios que demuestran que tienen efectos preventivos ante enfermedades como ciertos tipos de cáncer, trastornos neurodegenerativos e incluso cataratas. Así que, buen ojo tiene quien la pone en la mesa, no todo será suerte y magia.

Una señora muestra uvas en el Mercado Central de Zaragoza, en la década de los 60.
Una señora muestra uvas en el Mercado Central, en los 60.
Marín Chivite | Archivo HERALDO

Siempre, más blanca que "morada"

En la década de los 60, las uvas que se comían en Zaragoza procedían de Málaga y Almería. Entonces, aunque también la recibían "morada", en los puestos de las lonjas de la ciudad apenas tenía aceptación. No obstante, se vendía, muestra de ello son los datos del Mercado Central, donde en 1965 se recibieron 1.440 kilos de uva morada y 110.987 de blanca, como la que muestra la señora en la antigua fotografía. Ese año el precio del kilo de la blanca fue entre 15 y 20 pesetas, mientras que aquellos que la eligieron morada pagaron uno o dos duros menos, como contaron las crónicas de HERALDO.

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