economía

El ruido de la lavadora por la noche amenaza con complicar la convivencia entre vecinos

Pese a la recomendación de utilizar los electrodomésticos en horario nocturno para reducir la factura de la luz, casi todos los que hay en el mercado superarían el ruido que permite la ordenanza municipal si se colocara los sonómetros junto a ellos.

Incluso los aparatos con etiquetas de óptima eficiencia energética superan los 50 decibelios.
Incluso los aparatos con etiquetas de óptima eficiencia energética superan los 50 decibelios.
Heraldo

El sonido del centrifugado de la lavadora del vecino a medianoche no resulta desconocido para muchos, sobre todo si el electrodoméstico se encuentra en la galería de la cocina. Esta se aprovecha en muchos pisos que no andan sobrados de metros para dejar hueco dentro a más armarios o un lavavajillas. Estos días puede que ese ruido de fondo haya sido más frecuente ya que los hogares llevan una semana asimilando la nueva factura de la luz, con el galimatías de tramos horarios con horas punta, llano y valle, además de la posibilidad de contratar dos potencias distintas. Una de las recomendaciones del Gobierno ha sido dejar las tareas domésticas que sea posible para la noche, aprovechando el periodo de consumo de luz más barato. 

Sin embargo, a las molestias a los vecinos se une que ordenanzas municipales contra el ruido que fijan límites inferiores al que producen estos aparatos. Normativas como la de Zaragoza incluye la prohibición de todos aquellos ruidos, "especialmente en horas de descanso nocturno", derivados del "tono excesivamente alto de la voz humana, sonidos y ruidos emitidos por animales domésticos, aparatos e instrumentos musicales o aparatos electrodomésticos y equipos de aire acondicionado". 

Eso no significa que se prohíba que los aparatos funcionen por la noche: de hecho, la normativa es de 2003 y no ha generado excesivos problemas en este sentido. Además, una lavadora centrifugando superaría incluso los decibelios permitidos en horario diurno si el sonómetro se colocara junto a ella porque en el mercado, actualmente, no hay electrodomésticos más silenciosos. No obstante, las mediciones que hiciera la Policía Local -llegado el caso- las haría desde la casa del denunciantes y con las ventanas cerradas por lo que es poco probable que se registraran los decibelios que indican los fabricantes y que permiten las ordenanzas. 

¿Y cuáles son estos límites? En el "ambiente interior" no se pueden superar en las habitaciones los 40 decibelios de día y los 27 de noche. No obstante, hay un margen un poco mayor para "pasillos, aseos y cocinas" que se concreta en 45 decibelios diurnos y 30 nocturnos. Estas cifras las puede alcanzar sin esfuerzo un perro ladrando, el tranvía cuando pasa o la circulación habitual de la ciudad, pero por estos supuestos no suelen derivarse molestias. 

Etiquetas con el detalle de los decibelios (43) que alcanzan las lavadoras.
Etiquetas con el detalle de los decibelios (43) que alcanzan las lavadoras.
Heraldo

El problema es que prácticamente todas las lavadoras de última generación que hay en el mercado superan esas cotas. Hasta las que tienen de un certificado A+ de eficiencia energética advierte de que su centrifugado genera ruidos de hasta 43 decibelios. Para colmo de males, algunas galerías y habitaciones hacen de caja de resonancia y pueden aumentar las molestias. Fuentes del sector explican que "los clientes no suelen fijarse en la pestaña de los decibelios a la hora de comprar un electrodomésticos porque ya tiene suficiente con mirar otras características como la capacidad, el peso, el gasto, la garantía...". Además, confirman que no hay ninguna lavadora que 'trabaje' por debajo de los 30 decibelios.

En el texto municipal se recuerda que el ruido y las vibraciones "constituyen la forma de contaminación más característica de la sociedad urbana actual, que produce graves afecciones tanto en la salud como en la calidad de vida de los ciudadanos". Rebasar los límites legales "no sólo puede conculcar el derecho constitucional a disfrutar de un medio ambiente adecuado sino también el derecho a la salud y a la intimidad e inviolabilidad del domicilio", detalla el texto, firmado en 2001 y cuya revisión se ha fomentando en los últimos años pero para hacer retoques en lo referente a las calles con saturación de negocios de ocio nocturno.

Uno de los sonómetros con los que la Policía mide los ruidos.
Uno de los sonómetros con los que la Policía mide los ruidos.
Heraldo

Aunque hablemos de Zaragoza y señalemos lo que recoge su ordenanza, lo cierto es que todas las de las diversas capitales van en la misma dirección. De hecho, los textos se pliegan a las directrices de la llamada ley del Ruido creada en 2003 con el objetivo de prevenir, vigilar y reducir la contaminación acústica. Por lo general, de lunes a viernes de 8.00 a 22.00 (en Madrid y Barcelona es hasta las 21.00) se puede poner música, hacer obras en casa o llevar a cabo una mudanza siempre que no se sobrepasen el máximo de 35 decibelios, que se considera que es el similar a una conversación tranquila entre dos personas. Por la noche este umbral de tolerancia baja a los 30 decibelios en las distintas ordenanzas, donde sí varía la capacidad sancionadora de cada municipio. Las multas por ruidos pueden ir desde los 250 a los 3.000 euros, en función de cuánto se sobrepase el máximo permitido. También hay localidades que exigen que en lugar del vecino sufridor sea el presidente de la comunidad el que denuncie al residente molesto ante la Policía.

En Suiza está prohibido, incluso, tirar de la cadena pasadas las diez de la noche

¿Y qué sucede en otros países? Aunque es de suponer que prevalece el sentido común, hay legislación para todos los gustos y colores. Por ejemplo, en Suiza está prohibido incluso tirar de la cadena en horario nocturno (a partir de las 22.00) para proteger a los vecinos del estruendo de la cisterna. Es cierto que de facto no se cumple, tampoco se sanciona y, de hecho, muchos consideran esta norma algo excéntrico dentro del código civil del país helvético. En Francia, que sacó adelante recientemente su ley contra el ruido, hubo mucho debate sobre cómo combatir (o no) los sonidos rurales como el cacareo de los gallos y en Alemania también se planteó hasta qué hora pueden tocar las campanas de las iglesias sin que nadie se sienta turbado. Los expertos también debaten sobre la "comprensión o represión" que merecen los gritos de los niños cuando juegan en el patio o en los jardines de infancia, por mucho que estén pared con pared con una vivienda. 

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