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El Real Zaragoza se impone al Huesca y reina en El Alcoraz

En un inteligente y práctico partido, el Zaragoza se lleva el pulso aragonés y respira gracias a una victoria clave frente a un Huesca que se adelantó, pero que se fue deshinchando y enmarañándose.

La SD Huesca y el Real Zaragoza juegan este sábado el segundo derbi de la temporada, después de la victoria azulgrana de la primera vuelta en La Romareda.
La SD Huesca y el Real Zaragoza juegan este sábado el segundo derbi de la temporada, después de la victoria azulgrana de la primera vuelta en La Romareda.
Toni Galán

Hay momentos que cambian vidas como los hay que cambian partidos. Adrián Liso tuvo el suyo en El Alcoraz. Le pegó la vuelta al pulso aragonés y, quién sabe, si a su carrera como futbolista, con un gol en el que solo él creyó, en el que sacó pundonor y fe porque al Zaragoza, en esos instantes, el fútbol le había abandonado. Después de que el Huesca se adelantara con un golazo de Loureiro y se estuviera imponiendo en el campo, el gol de Liso le dio la vida al Zaragoza. Lo puso directo hacia un triunfo que le da media salvación y rompe una histórica mala racha fuera de casa.

Si estos encuentros de rivalidad apasionada se juegan con la pelota, pero también con los miedos, la prudencia y la calculadora; Huesca y Zaragoza dejaron un choque de poder a poder. El Huesca tuvo sus buenos grandes momentos, pero los visitantes, resucitados por Liso y las fauces de Azón, supieron sufrir, jugar con madurez, crecer, y marcar los goles con puntualidad, como el decisivo penalti de Maikel Mesa en la antesala del descanso. Fue un duelo entretenido, de alternancias, con ocasiones, ritmo y todos los elementos habituales de las citas en las que Huesca y Zaragoza se miran a la cara.

El Víctor Fernández más ‘velazqueño’ le dio una capa de barniz previsor y conservador a su equipo, metiendo a Lluis López y Gámez en defensa y reformulando el sistema habitual a un 5-3-2 en el que Liso se emparejó con Azón como soldadesca en la delantera. Aquí Víctor se dejó condicionar por la pizarra flexible y camaleónica con la que Hidalgo instruye al Huesca. Suelen los oscenses intercambiar posiciones y espacios, y hacen de la amplitud y los carriles exteriores uno de sus rasgos, y el técnico visitante optó por la solución estándar de estos casos; el efecto espejo, replicar figuras. Hidalgo, por su parte, recuperó a Sielva y metió a Joaquín y Nieto, el comodín táctico de su equipo, de quien suele depender cómo ataca y cómo defiende. El Huesca empezó organizado con un 4-3-3 que, con balón, mudaba a un 3-5-2 en el que Nieto se infiltraba, sigiloso, en pasillo interiores del centro del campo. Pero esto cambiaría.

Al Zaragoza, nada más empezar, se le observaron las intenciones. Intentar atraer al Huesca y golpearlo con la caballería. El equipo ha ido evolucionando a ese tipo de fútbol, con los espacios como razón de ser más que la pelota. Un papel de antagonista, más recatado, alejado de la retórica histórica de su técnico, pero que eleva sus amenazas con gente como Azón o Liso en el campo. Ese vértigo permaneció latente, mientras el Huesca intentaba deshacer y fisurar ese parapeto. Fueron, los primeros minutos, un tanteo. Ambos equipos se escrutaron y se palparon los cuerpos, presionándose altos sobre el césped, hasta que el encuentro se aceleró con los goles y se transformó en un tiovivo. Al comienzo, la pelota la tenía el Huesca, muy líquido en su fútbol, dinámico e imprevisible, mientras el Zaragoza se atascaba, perdiendo balones gratis, con Maikel Mesa sin pies ni alma, como agujero negro.

No había actividad en las áreas, más allá de una escaramuza de Mouriño, con los rivales bloqueados, y Antonio Hidalgo, en el minuto 17, decidió intervenir, ajustando a su equipo defensivamente con cinco atrás y sujetando más a Nieto como tercer central. Un giro de tuerca con el que calibrar la tensión de su escuadra. No tardó en coger electricidad el Huesca: una carrera de Valentín no la culminó Elady por un pelo, perdiéndose la pelota fuera. La jugada fue un aviso. Un saque de esquina posterior fue el germen del gol oscense. En una sencilla acción de dos contra uno en corto, en una grave deficiencia defensiva del Zaragoza, provocó un balón suelto en el área al que Loureiro le dio una inapelable sentencia, reventando la pelota contra Badía, a quien el misil se le vino encima.

Con el Huesca en ventaja, el Zaragoza comenzó a tener problemas para generar y abrirse camino en el campo. Gámez chutó alto, una acción que más pareció un garabato en la trama del equipo visitante que una verdadera muestra de reacción. El Huesca, en esos minutos, ejercía de conjunto superior, manejaba los hilos, amagaba con contragolpes, se protegía mejor tras la pincelada de Hidalgo, tocaba por dentro y se estiraba por fuera… Jugaba con confianza, seguro, con gran aplomo. También ganaba los duelos y las segundas jugadas, el termómetro de este tipo de partidos calientes, entre rivales íntimos. Había más pierna en el Huesca… O eso pareció… porque Adrián Liso decidió invertir la lógica del encuentro. A base de músculo, de potencia, desbordó a Loureiro. Cayó al suelo, pero sacó su corazón y su legalidad. Lejos de quedarse tirado, se levantó, enfocó a Álvaro Fernández y lo encañonó. El portero se tragó el remate a lo grande.

Ese gol fue la vida para el Zaragoza. Lo fue casi todo. Tuvo un impacto emocional notable, mientras el Huesca se quedó congelado en el tiempo. Los visitantes, poco a poco, palmo a palmo, fueron tomando impulso, energía y pasión, alimentados por el fútbol furo, incesante y profundo de Liso y Azón. En el Huesca, Javi Martínez y Sielva comenzaron a desconectarse, y sus líneas a plegarse. En esas, al filo del descanso, Javi Martínez soltó un manotazo prescindible. Ávalos Barrera pitó falta, pero el VAR le gritó al auricular que, ojo, que igual era dentro del área. Lo era: Maikel Mesa facturó el penalti con un tiro 'a lo panenka', y puso el duelo patas arriba.

Al descanso, el Zaragoza reformó el carril zurdo, entrando Zedadka por Lecoeuche, muy tensionado ante Valentín, el arma principal del Huesca hasta entonces. Los de Hidalgo apenas variaron, más allá de volver Nieto a ejercer de centrocampista eventual. Salió mandón el Huesca, intentando superar el golpe de la primera mitad. Pero el partido cogía el color que más favorece a este Zaragoza: espacios, ida y vuelta, ritmos trepidantes y recorridos verticales… Muchos metros para las mandíbulas afiladas de Azón y Liso, dos tiburones sobre El Alcoraz. Ambos le dieron a la delantera del Zaragoza una nueva dimensión, con velocidad, esfuerzos largos, movilidad en todo el frente… Así, llegó una contra que acabó en los pies de Mesa allá donde más veneno escupe: la corona del área. Pero su tiro se fue al larguero tras rozarlo Álvaro. Ahí pudo llegar la sentencia.

El Huesca no respondía. Estaba vacío, desubicado. Hidalgo agitó el avispero con Obeng y Hugo Vallejo, con el objetivo de estimular su ataque. La respuesta de Víctor fue meter a Jaume Grau por Maikel Mesa. Más trabajo, más densidad defensiva, más posición… Faltaba mucho, más de 25 minutos, pero el Zaragoza ya se ponía la manta por encima. El reloj entró en juego, y, con él, también el control del pulso cardíaco, el manejo de los nervios, la administración de las prisas, el oficio para jugar mucho o poco… El Zaragoza supo moverse mejor en ese otro lado del fútbol y el Huesca iba picando todos esos anzuelos.

Hidalgo afiló más su equipo con Bolívar arriba, y retrasó a Sielva para pivotar sobre Javi Mier. Valera relevó a Liso… Bolívar la tuvo en una falta lateral. El juego, entre unas cosas y otras, entre un golpe a Badía, una trifulca con Obeng, entre todas esas pequeñas historias que escriben este tipo de jornadas, apenas tenía continuidad. El Alcoraz se inflamaba, se desesperaba. Hidalgo agotó sus cambios, con Tresaco en lugar de Gerard Valentín.

A partir de ahí, el Zaragoza se metió atrás. Optó por la resistencia, en achicar aguas y lodos… Mientras, el Huesca se tiraba con todo al área, haciendo de cada balón una tormenta sobre la defensa visitante. Y así Mouriño metió la pata a lo grande, y se llevó la segunda amarilla. Al Zaragoza le tocaba sobrevivir con uno menos a falta de cinco minutos, en su habitual periodo de agonías y lamentos. Jair entró para lo que mejor sabe hacer, por Azón. El destino estaba escrito. Obeng descerrajó un tiro que solventó Badía. Un par de centros se pasearon por el área del Zaragoza con mucho veneno. Ya en el suspiro final, Sielva se equivocó, cedió a Valera y lo paró con falta. Era el último hombre y se fue con la roja al vestuario. El Zaragoza ya tocaba la orilla. Obeng, solo en el área, se la alejó un poco. Aún tendría el Huesca, totalmente volcado, otra, con Javi Martinez… Un cierre intenso, alocado, volcánico del que el Zaragoza salió ganador.

Ficha técnica:

SD Huesca: Álvaro Fernández; Nieto, Loureiro (Javi Mier, 68), Pulido, Vilarrasa; Sielva, Kortajarena (Bolívar, 68), Javi Martínez; Valentín (Tresaco, 82), Elady (Obeng, 61) y Joaquín (Hugo Vallejo, 61).

Real Zaragoza: Edgar Badía; Fran Gámez, Mouriño, Lluis López, Francés, Lecoeuche (Zedadka, 46); Aguado, Moya; Maikel Mesa (Grau, 65); Azón (Jair, 86) y Liso (Valera, 76) .

Goles: 1-0, min. 19: Loureiro. 1-1, min. 35: Liso. 1-2, min. 45: Maikel Mesa

Árbitro: Ávalos Barrera (Comité de Cataluña). Mostró amarillas a Liso (10’), Loureiro (59’), Mouriño (67’), Edgar Badía (71’), Zedadka (75’), Obeng (75’) y Bolívar (89'). Expulsó por doble amarilla a Mouriño (85’) y por roja directa a Sielva (94')

Incidencias: Partido de la jornada 37 jornada de liga en Segunda División jugado en el estadio de El Alcoraz Hubo 9.000 espectadores -lleno total- en una noche agradable. Más de 300 zaragocistas acompañaron a su equipo. Césped en perfecto estado.

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