La caldera de El Alcoraz juega su papel en un derbi aragonés que estuvo a la altura

Las aficiones de la SD Huesca y del Real Zaragoza alentaron intensamente durante los 90 minutos, en sus prolegómenos y tras el pitido final, cuando se produjo la explosión de júbilo zaragocista.

Imagen de la colorida grada de preferencia y tribuna de El Alcoraz, momentos previos al inicio de encuentro.
Imagen de la colorida grada de preferencia y tribuna de El Alcoraz, momentos previos al inicio de encuentro.
Verónica Lacasa

Una ambientación espectacular recibió a ambos equipos sobre el césped. Un mar de bufandas azulgranas y con la cruz de San Jorge, combinadas con el himno del club a capela hicieron especial el recibimiento a los pupilos de Hidalgo. Como era de esperar, el sector en el que se ubicaban los aficionados del Real Zaragoza también se encargó de hacer cálida la salida al césped a sus jugadores con las bufandas al viento. Estaba todo perfectamente preparado para que fuera un derbi aragonés memorable. La guinda la puso el juego de luces y los paneles electrónicos de publicidad que, durante la salida de los protagonistas al terreno de juego, lucieron el escudo y la bandera de Aragón.

Como ya es costumbre en cada derbi aragonés que se disputa en El Alcoraz, la afición del Real Zaragoza comenzó con vítores a animar a su equipo. Los gritos de "Zaragoza alé" se repetían en bucle desde el sector blanquillo, que estuvo acompañado virtualmente por otros tantos aficionados zaragozanos que se encontraban dispersos por el resto de las gradas de El Alcoraz.

Eso sí, los jugadores de la SD Huesca sabían que tenían de su parte al resto del estadio, es decir, cerca de 9.000 gargantas. Y no tardaron en dejarse notar con gritos de ánimo al conjunto de Hidalgo como el "Huesca yo te quiero, te vengo a ver". Cuando disponía del esférico cuadro oscense, especialmente en jugadas individuales como alguna que protagonizó Gerard Valentín por el costado derecho, la afición se venía arriba.

En el minuto 19, el gol de Loureiro puso patas arriba a un Alcoraz que vibraba con las palmas, cánticos y saltos de la afición. A todo ello se iba a sumar una sonora pitada general, pues el colegiado principal no concluía en otorgar el gol a la SD Huesca a causa de una revisión que no llegó a ningún puerto.

Justo entonces, agentes de la Policía Nacional y miembros de seguridad del estadio tuvieron que actuar en la zona visitante, expulsando del interior del recinto a alguno de los seguidores maños. Por parte de la afición local, eran las palmas y los bombos de la grada de animación lo que levantaba el ánimo del resto del estadio. Una nueva internada de Gerard Valentín originó de nuevo el run run en El Alcoraz a sabiendas del peligro que esconde en sus botas el carrilero azulgrana. En el minuto 36, el gol del canterano Liso hizo que fuera la hinchada blanquilla la que se viniera abajo. Cantos de "Liso, Liso" se dejaban escuchar nítidamente, y el sector zaragocista, donde se apiñó el cuadro de Víctor Fernández, celebró intensamente el gol.

A dos minutos llegar al intermedio, había mucho movimiento dentro y fuera del 105 x 68. El técnico maño pedía cabeza a sus jugadores de manera ostensible durante una sucesión de saques de esquina a favor del Real Zaragoza, mientras que en la grada general los servicios de seguridad y de la Cruz Roja atendían un incidente que no pareció ir a mayores.

La primera mitad parecía que iba a morir con las airadas protestas por parte de la afición local tras una falta señalada en la media luna que se acabó convirtiendo en penalti. La conversión de Maikel Mesa volvió a poner patas arriba a la afición blanquilla, que cantaba al unísono "Moverse maños moverse". Una sonora pitada despidió al cuarteto arbitral camino del túnel de vestuarios.

En el inicio de los segundos 45 minutos, fueron los desplazados del Real Zaragoza los que más se hicieron notar, naturalmente, tras el final que deparó el primer acto. Ello contrastaba con una hinchada local que se había congelado tras ver cómo su equipo se iba por detrás en el marcador al descanso, a pesar de haberse adelantado en el marcador. Entonces volvieron a resonar vítores nacidos desde el fondo norte que se entreveraban con los de la afición blanquilla.

No soltaba de la mano a su equipo la afición del Huesca, que continuaba sin reblar alentando a los once que vestían la cruz de San Jorge. A pesar de ello, no hacía falta llevar a cabo ningún esfuerzo auditivo para escuchar cánticos altamente irrespetuosos por parte de las aficiones, especialmente, venidos desde el sector visitante.

Volvían a retumbar los bombos y las palmas en El Alcoraz en rescate del cuadro de Antonio Hidalgo, que no se podía decir que no estaba siendo acompañado por el jugador número 12, la afición. Una pérdida de tiempo de Edgar Badía provocó una potente pitada en El Alcoraz, impotente tras ver como Jovanny Bolívar tiraba por tierra un caramelo de Óscar Sielva directo a la testa del venezolano.

Regresó la indignación generalizada al feudo azulgrana con cantos de "Fuera, fuera" después de que Iván Azón cayera tendido en el terreno de juego al concluirse una jugada. Los pitos de la parroquia local no cesaban en cada una de las sustituciones del combinado blanquillo, que eran aplaudidos y ovacionados por la afición del león.

Y la tangana llegó

Todo empezó con un penalti que la afición local, también suscitada por la necesidad del gol, solicitó tras una caída de Hugo Vallejo en el área que no fue señalada. Dicha acción iba a acabar con el esférico en las manos de Edgar Badía. Cuando el meta se disponía a agarrar el cuero, Gerard Valentín fue al choque, más por sentimiento que por convicción, a sabiendas de la imposibilidad de tener alguna opción de gol. Entonces fue cuando futbolistas de ambos conjuntos se enzarzaron, dando lugar a la trifulca.

Restaban menos de diez minutos para e final del encuentro, y la afición local aprovechó la encerrona de la SD Huesca al Real Zaragoza, que no era capaz de salir de su campo durante veinte largos minutos, para cantar el "Ahora Huesca, ahora". La expulsión de Mouriño por doble amarilla provocó a una afición oscense que cantaba con fuerza "Sí se puede".

Las continuas cometidas por parte del conjunto local hicieron creer a la afición local con constantes "Huys", pero en eso se estaba quedando. La roja directa a Óscar Sielva fue el detonador para que la parroquia blanquilla se viniera abajo con gritos de "Real Zaragoza alé" y "Moverse maños, moverse". Los testarazos de Samu Obeng y Javi Martínez, ambos dentro del área pequeña, volvieron a causar perplejidad en una afición azulgrana que no había dejado de creer en los 90 minutos.

El pitido final acabó traduciéndose en una elevada euforia -como merece un derbi aragonés- entre la hinchada visitante, que celebró con cánticos y bufandas al viento el asalto a El Alcoraz. Un partido que comenzó con el himno a capela de la SD Huesca, y concluyó con el del Real Zaragoza. Cosas del fútbol que solo tiene un derbi, y eso es lo bonito de este deporte.

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