REAL ZARAGOZA

Las matemáticas para la calma del Real Zaragoza pasan por La Romareda

Los partidos del Real Zaragoza como local, ante Elche, Burgos, Racing de Ferrol y Albacete, acogen buena parte de la tranquilidad pretendida por el club

Víctor Fernández, papeles en mano, en un entrenamiento de la pasada semana.
Víctor Fernández, papeles en mano, en un entrenamiento de la pasada semana.
Francisco Jiménez

La plantilla y técnicos del Real Zaragoza son conscientes de que con los actuales 41 puntos que tiene el equipo en la clasificación no es suficiente para asegurar la permanencia y eludir el hipotético descenso a Primera RFEF. Una aspiración que hasta hace un mes y medio era pecado siquiera sugerirla en voz baja y que, visto el descarrilamiento del equipo de la mano del anterior entrenador, Julio Velázquez, pasó a ser admitida desde la propiedad cuando tuvieron que recurrir a Víctor Fernández como tercer técnico del curso, ya a la desesperada aterrados por el pavor en los despachos nobles de la SAD.

Será necesario aumentar ese haber en el balance ineludiblemente. Pero ¿hasta qué cota? La cifra tópica de los 50 puntos (nunca flotador seguro, pues ha habido media docena de descensos, entonces a Segunda B, con esa renta e, incluso, con 51) sí que adivina que esta vez no va a ser necesaria. Que con algo menos servirá. Pero no hay certeza de nada en este momento del esprint final de la liga, cuando quedan ocho partidos, 24 puntos por disputar.

El Real Zaragoza sí que debe considerar que, como poco y en prevención de cualquier disgusto de última hora, ha de sumar un mínimo de 6 puntos más y llegar a los 47. Es decir, dos victorias o su equivalente en empates, en calderilla. Y, según vayan desgranándose las jornadas, ir enfocando con mayor fidelidad la nebulosa que ahora mismo supone entrar en cálculos sobre lo que hace o deja de hacer falta.

Víctor dejó de soslayo una clave en su rueda de prensa pos partido tras la derrota en Valencia el sábado ante el Levante. Dijo que había que pensar en lograr el objetivo «cuanto antes». Y no es un apunte accesorio. Ni una perogrullada, aunque lo parezca.

El Zaragoza hará bien en no llegar apurado en grado extremo a las cuatro últimas jornadas. Los deberes por hacer a esas alturas de cada liga son siempre una mala práctica. Que a veces se arregla y acaba bien o... se enredan las carambolas y el remolino acaba arrastrando al sumidero a los más confiados y a los torpes de miras.

La Romareda, llave de la calma

El domingo llega a La Romareda el Elche. Después, el Real Zaragoza afrontará dos salidas seguidas, a Huesca el sábado 20 de este abril, y a Leganés (el líder) el sábado 27. El retorno a casa será ya en mayo contra el Burgos

Y, ahí, ya sí se llegará a los últimos cuatro pasos del torneo: viaje a Oviedo; penúltimo partido como locales ante el Racing de Ferrol; el último desplazamiento, a Santander; y el colofón, en casa ante el Albacete.

No se puede vaticinar si estos cuatro últimos adverarios se jugarán algo en esos días tan señalados. Aunque hoy sí estén metidos de lleno en las faenas del ascenso, la promoción y el descenso, en mayo-junio no se puede predecir ni por aproximación atómica. Por esta razón, el grado de dificultad de esos cuatro duelos postreros está aún por asignar. Y, de ahí, la importancia del «cuanto antes». Los 47 puntos (como poco), mejor que estén ya adquiridos cuando toque jugarlos. Experiencias hay a raudales para sostener que es mejor no tengar a la suerte jamás.

La visita del Elche, de capa caída con tres derrotas seguidas que lo han sacado de la zona de ascenso en donde entró hace un mes, debería saldarse con una de esas victorias perentorias. Y la siguiente en la Romareda, ante un Burgos irregular que va perdiendo fuelle a la hora de la verdad, también asoma como propicia. Todo lo que pueda venir en forma de puntos en los viajes (El Alcoraz, Butarque) será un buen aderezo, tal vez el acelerador impensado que alivie de modo decisivo las dificultades. Pero este escaso y apurado Zaragoza heredado por Víctor de manos de Velázquez tiene la llave de la calma en su estadio, como se aprendió frente al Tenerife.

Los muertos resucitan

Desde las fechas de Navidad, en conversaciones que entonces se ubicaban alejadas al zaragocismo, se auguraba, desde las habituales bolas de cristal barnizadas de optimismo, que esta liga 23-24 tenía un modelo de salvación barata. Que había cuatro o cinco equipos desde el mismo inicio de la liga que daban una imagen progresiva de hundimiento irremediable: Amorebieta, Andorra, Alcorcón... por enconces también el Cartagena y hasta el Huesca, dos que pasaron toda la primera vuelta en el estribo del furgón de cola. Poco después, el Villarreal B se sumó al reparto de señalados para caerse al pozo, en el lugar de quien fuera capaz de sacar un poco el cuello del agua (con los cartageneros y oscenses a la cabeza de los redimidos de sus cenizas).

Ha sido empezar las 10 últimas jornadas y ponerse en marcha la turbina de resultados inesperados, anómalos y sorprendentes en los que los últimos clasificados ganan partidos y enlazan rachas soberbias. Por hache o por be, el Andorra es una máquina, el Alcorcón ve portería a capazos, el Amorebieta juega y gana en serie como el Brasil del 70, el Villarreal B parece el primer equipo a ratos, el Cartagena hace días que salió de pisar brasas, el Huesca va camino de firmar su mejor racha en el fútbol profesional... Y aún hay quien se sorprende de estas reacciones.

Así, los desvaídos progresivos como son el Real Zaragoza, el Mirandés, el Eldense y, desde hace más días, el Albacete, se han ido metiendo en el lío, sobre todo los manchegos. Y el descenso está a 6 puntos de los zaragocistas... y el colista a solo 8 puntos. Los muertos resucitaron. Todos. El pelotón de la muerte es ya muchedumbre.

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