Jugamos como nunca y...
Hablar de justicia o de injusticia en el fútbol siempre es complicado, porque al final las normas son claras desde que los ingleses le pusieran la patente a los ancestrales juegos de pelota hace más de un siglo y medio: a esto gana quien mete más goles en la portería del equipo rival, y no hay más. Este sábado el Levante hizo dos tantos y el Zaragoza uno, así que por ahí habría poco que discutir. En este deporte las buenas intenciones no suman puntos y la suerte o la mala suerte no es tenida en cuenta: solo manda el gol.
Sin embargo, en ocasiones el aficionado zaragocista se pregunta si una especie de maldición bíblica es la que provoca que los equipos rivales consigan más haciendo menos; que los jugadores que tienen en frente siempre marquen ante el Real Zaragoza el gol que enseñarán a sus nietos dentro de 50 años, cuando les cuenten sus batallitas de joven futbolista profesional. Este sábado lo ha hecho Dela, con un zapatazo monumental que nos podemos jugar 5 céntimos de euro a que nunca volverá a repetir.
El tópico de "jugamos como nunca y perdimos como siempre" parece creado para este Real Zaragoza, que en la segunda parte completó algunos de los mejores minutos de la temporada. Bien puesto sobre el campo, con el balón controlado, mandando sobre el partido y con la intención de hacer daño al rival. El partido estaba para el 1-2, pero si a este equipo le puede salir algo mal, generalmente le suele salir mal. Esta especie de mal fario, de increíble conjunción astral que rodea al equipo ya la sufrieron Fran Escribá y Julio Velázquez, que perdieron partidos de esos que si se juegan cien veces, ganas 99. Víctor Fernández en esto no iba a ser menos.
Aún así, las maneras que mostró su equipo sobre el Ciudad de Valencia parecen una buena manera sobre la que crecer en el futuro. Los jugadores aparecen sobre el césped más sueltos, más valientes y empoderados. Durante muchos minutos fueron superiores a un rival que apuntaba a candidato al ascenso y que se encontró con una victoria por la que a buen seguro que no apostaba ninguno de sus aficionados. El resultado final es cruel y supone otro golpe, uno más, para un Real Zaragoza al que se le está echando encima un peligroso aura de ‘pupas’.
