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Los 100 días de Julio Velázquez en el Real Zaragoza

El entrenador alcanza la efeméride en su punto más bajo de credibilidad y con el Real Zaragoza a las puertas de una nueva crisis. El breve reacción que provocó su relevo de Escribá dio paso a un estancamiento y a su actual periodo de involución y dudas

Velázquez cumple 100 partidos en el Real Zaragoza
Velázquez cumple 100 partidos en el Real Zaragoza
H. A.

Cien días después de asumir los mandos del Real Zaragoza en una de las mayores responsabilidades de su irregular trayectoria en los banquillos; Julio Velázquez tiene al equipo, prácticamente, en el mismo punto en el que cogió sus llaves. Ni le ha puesto velocidad de ascenso; ni le ha dotado de una musculatura ganadora, a la altura de los recursos con los que se ha configurado el proyecto deportivo liderado por Juan Carlos Cordero. Velázquez cumple hoy cien días tripulando el vestuario del equipo después de que el director deportivo, en una decisión genuina y con matices personales, apostara por él como relevo de Fran Escribá y como primera elección suya de entrenador como máxima autoridad -al menos, de forma oficial- en las cuestiones deportivas.

En este periodo, en cambio, el técnico castellano ha descrito una línea de altibajos y una tendencia inconsistente que no han terminado de elevarle el vuelo al equipo: ni ha crecido su rendimiento; ni ha evolucionado su fútbol. Velázquez no ha subsanado las carencias exhibidas bajo la doctrina de Escribá; ni ha potenciado sus fortalezas. El Zaragoza, en este medio plazo, apenas ha cambiado en su fondo: tan solo el impacto de Badía en la portería se ha registrado como mejora real. Con 15 puntos de 36 posibles; solo tres victorias en 12 jornadas; un promedio de 1,25 puntos por jornadas (un ritmo de permanencia raspada); Julio Velázquez ha desembocado en su momento más frágil, insolvente e impopular desde que aceptó el desafío del Real Zaragoza.

1. La realidad: Albacete

El estreno de Julio Velázquez le puso delante de la realidad con una primera derrota espantosa (1-0) en Albacete, después de un zarandeo y repaso de juego al que solo le faltó la puntería rival para haber dejado el partido liquidado mucho antes. Velázquez, con solo tres días de trabajo, realizó cambios profundos en el equipo, pero el Zaragoza siguió perdido en el fútbol inoperante, deslucido, inofensivo y parsimonioso que le costó el puesto a Escribá. Fue un día perfecto para el diagnóstico, en el que Velázquez descubrió la crudeza del momento; la profundidad de la crisis; la magnitud de las imperfecciones; las gritas tácticas; y la desahucio emocional del grupo: el Zaragoza tocó fondo en el primer partido de Velázquez. Del análisis y estudio externo del técnico a la experimentación y gestión interna había un abismo.

2. La reacción: Leganés y Espanyol

El Zaragoza amortiguó esa caída ante dos rivales de enjundia, el líder Leganés y el potente Espanyol. Fueron los dos partidos que marcaron el impulso del equipo y delinearon una mejora en su fútbol. Velázquez estimuló una reacción ganando al Leganés y empatando contra el Espanyol en un duelo en el que el Zaragoza jugó mejor y no aprovechó la superioridad después la roja de Calero. Este rebrote se cuajó con un cambio de modelo de juego estructurado en el sistema de tres centrales y dos carrileros; cuatro centrocampistas; y Mollejo como punta. Velázquez le aportó al colectivo soluciones y fórmulas reparadoras.

Una modificación que se asimiló bien y ensanchó las garantías competitivas del Zaragoza en una fase complicada del calendario. El equipo ganó en identidad, intenciones, eficacia, naturalidad posicional, control, construcción, elaboración y progresión del juego, tiempo en campo rival… Aunque el volumen ofensivo aún era intermitente y había más vías de mejora; Julio Velázquez ganó crédito con esos cuatro puntos de seis ante rivales de apariencia superior. Se habló así del "efecto Velázquez".

3. El estancamiento: Amorebieta, Levante, Eldense, Andorra y Alcorcón

Sin embargo, esa reacción se quedó en estado gaseoso. El rendimiento del Zaragoza no evolucionó hacia una condición duradera, fiable y ganadora. Ya en Amorebieta el equipo bajó el pistón. Su fútbol se adentró en un espectro más especulativo, reactivo, contemporizador y precavido. Le negaron un penalti en una clara mano, pero el Zaragoza entró ese día en la gama de grises que presidió este tramo con Velázquez. El equipo no perdió tampoco contra Levante (2-2), Eldense (1-1), Andorra (2-0) y Alcorcón (0-0), pero su juego se estancó, no terminó de romper a crecer.

Competía, transmitía energía, amor propio y visceralidad, fortaleció su contragolpe, acentuó su seguridad defensiva colectiva -la llegada de Badía selló la portería y salvaguardó puntos-, pero su impotencia ofensiva, su escasez creativa y su falta de atrevimiento y desequilibrio nunca le permitieron acercarse más al triunfo que a las victorias en este tramo abonado de empates. Con el mercado de enero abierto, las llegadas de Guti y Zedadka (además de Badía) se enfocaron desde el club hacia enriquecer el modelo y propuesta de Velázquez. La competición, así, trajo un punto de ruptura clave para subirse al vagón bueno de la clasificación.

4. El fogonazo: Sporting

La goleada (3-0) a un rival de la zona alta y en fase expansiva como el Sporting puso al Zaragoza en la órbita de las posiciones de ascenso y dio sentido ganador a la dinámica de empates. En casa, en La Romareda, el equipo se mostraba sólido, un prometedor síntoma que contrastaba con sus debilidades como visitante. El buen nivel defensivo también emitía una señal poderosa de futuro, en una victoria fraguada entre la inteligencia en la lectura de los momentos del partido, la gestión de las oportunidades y, sobre todo, la rentabilidad extraída a los errores del rival. Velázquez había rearmado sus estrategias sobre este aspecto: esperar y provocar el fallo como principal camino ofensivo. Una fina línea sobre la que competía el Zaragoza hasta que la temporada lo puso en el momento fundamental: Eibar.

5. La involución: Eibar, Cartagena y Villarreal B

Eibar (1-0) significó un antes y un después: el Zaragoza descubrió que el fútbol de Velázquez estaba varios cuerpos por debajo del de un aspirante real al ascenso. La derrota, después de otra primera mitad contemplativo, dejó en un espejismo el triunfo contra el Sporting. El Zaragoza no pudo dar el salto decisivo, y la derrota contra el Cartagena (1-2) y el flaco empate de Villarreal (0-0), dos rivales de la zona baja, le devolvieron al equipo a su versión incapaz del pasado. 

Un Zaragoza abstracto, inofensivo, denso y desorganizado en ataque, incapaz de mandar, generar, producir, asustar, y elevarse de verdad sobre los rivales.

Lejos de dibujar un crecimiento sostenido, Julio Velázquez ha conducido a su escuadra, en las últimas semanas, a una fase de involución y dudas. La inseguridad -planteamientos volátiles, vaivenes posicionales, cambios de sistema...- se ha apoderado del técnico, y eso siempre es signo de tormentas en el puesto. Cien días después de aquel mensaje de su presentación construido sobre el entusiasmo, la voluntad proactiva de su modelo, o las intenciones de jugar en campo rival; a Julio Velázquez se le ha borrado el mapa.

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