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Real Zaragoza: año nuevo, vida vieja

El Real Zaragoza de Julio Velázquez sigue sin ganar ni exhibir rasgos de evolución. Al contrario, transmitió en su empate frente al Eldense señales preocupantes, propias de la crisis que arrastró a Fran Escribá

Partido Eldense -Real Zaragoza
Partido Eldense -Real Zaragoza
Moisé Castell / Prensa2

El Real Zaragoza se fue a la Navidad encajando contra el Levante un gol en un saque de esquina cerrado sobre su defensa que le costó un triunfo y regresó a la competición de idéntico modo: disolviéndose ante el toque afilado y anguloso de Marc Mateu y el cabezazo de Soberón, un delantero menudo, de menos de 1,80, un rematador pequeño como lo fue Brugui el día del Levante, que se adelantó también a todos en ese cielo en llamas en el que el Eldense transformó el partido desde la pelota parada y los saques de banda hipersónicos de Mateu.

Entre aquel gol de diciembre y este gol de enero, ha transcurrido casi un mes de entrenamientos y puesta a punto, pero el Zaragoza apenas aprendió nada de aquello en este tiempo de espera y preparación. Al contrario. El equipo entró en el nuevo año, y en la segunda vuelta, completamente desorientado y desnaturalizado, muy alejado de los valores y principios que dieron forma a aquello que se llamó ‘efecto Velázquez’.

De aquella conveniente terapia de choque, al Zaragoza ya le queda poco. Comenzó a dar síntomas de agotamiento en Amorebieta, dejó un partido de buenas intenciones frente al Levante, pero en Elda, contra otro recién ascendido, el equipo se enmoheció: fue un Zaragoza a la vieja usanza de esta temporada. Rancio y arrugado. Un conjunto recluido en su campo, con el balón demasiado tiempo en los pies de sus centrales y, en concreto, en el pie inerte de Jair, escaso en la producción y confección de pases, alejado en sus posiciones y líneas, apostado en el juego de espaldas, refugiado en el pase atrás, sin puntos de desequilibrio, agarrotado, denso, inofensivo… La descripción aproximada del fútbol que desembocó en crisis y caracterizó la caída de Fran Escribá.

El Zaragoza de Velázquez, entre unas cosas y otras, gana poco. Suma cuatro empates consecutivos, y cinco partidos sin perder. Así que las valoraciones son una cuestión de perspectiva. De lo que puede ser este equipo con sus actuales jugadores y adónde quiere llegar. Si hacemos caso a las palabras de un presidente radicado a más de siete mil kilómetros, alejado del día a día del club y de la competición, y con el entusiasmo puesto en el juguete rosa al que da lustre Messi; el Zaragoza tiene como objetivo ascender este mismo año. Las palabras de Jorge Más en diciembre fueron refutadas días después por un director general con más habilidades políticas e institucionales que futbolísticas: también Raúl Sanllehí, haciendo hincapié en que no vendía ni mucho menos humo, puso las miras altas.

Si la meta es esa, al Zaragoza no le da con el paso impuesto por Julio Velázquez. Para escalar en la tabla hay que ganar, o sembrar señales de que puede hacerlo con consistencia y regularidad. Contra el Eldense, el equipo, en una noche de pánico en el balón parado, jugó un fútbol de supervivencia, de saldo mínimo, de pelea por la permanencia. Pero lo peor fueron las sensaciones, la huella de equipo y plantilla que han tocado techo. La manifestación de que el fútbol, por su propio peso, ha desnudado al Zaragoza diseñado en verano por Juan Carlos Cordero y que ahora necesita un giro de tuerca invernal.

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