Desde primera hora de la tarde de este lunes, Santiago Mouriño está ya en Zaragoza. El nuevo defensa central del equipo aragonés, uruguayo de 21 años, de 1,86 de estatura, pisó la capital por primera vez, a las 9.30 del martes se entrenará y conocerá a sus nuevos compañeros y técnicos en la Ciudad Deportiva y su presentación se hará efectiva en la matinal del miércoles en La Romareda. Una demora inusual (mucho más si se tiene en cuenta que el fichaje se hizo oficial el viernes pasado por la noche) derivada de la coincidencia en estas fechas del inicio de la liga y del puente festivo de la Virgen de Agosto.

Mouriño no va a ser un fichaje cualquiera. De hecho, no lo es. Llega cedido desde el Atlético deMadrid en uno de los nexos sinérgicos más relevantes que ha ejecutado el club madrileño en los últimos años con sus clubes satélites, entre los que se encuentra el Real Zaragoza desde el cambio de propiedad de hace 15 meses. Mouriño es una de las joyas de la corona del área deportiva colchonera, captado hace varios meses en el Racing de Montevideo (que ascendió de Segunda a Primera de Uruguay) y valorado como un germen de enorme central de talla mundial cuyo futuro sea heredar el siguiente eslabón de zagueros charrúas en las filas rojiblancas, tras las épocas del recientemente retirado Diego Godín y del contemporáneo José María Giménez.

Es decir, Mouriño llega al Real Zaragoza para jugar. Se lo tendrá que ganar en el campo con sus actuaciones, obviamente. Pero su rol no es el de un emergente chico joven que viene a foguearse sin más, como fondo de armario de la plantilla zaragocista. No.

Si se hace la comparativa con el año pasado se entiende mucho mejor lo que va a suponer desde hoy la incorporación de Mouriño al vestuario del Real Zaragoza. De facto, el uruguayo viene a ocupar el espacio en la plantilla que la liga pasada ostentó el boliviano Jairo Quinteros. Dentro del listado del departamento de Recursos Humanos de la sociedad, uno viene por otro. Pero a efectos del área deportiva, el rango de uno es radicalmente opuesto al del otro.

Quinteros, hace 12 meses, vino como cuarto central de la plantilla, para completar un póquer con Jair, Lluís López y Francés (pues su aterrizaje desde el Inter de Miami B supuso la salida definitiva del aragonés Enrique Clemente rumbo a Las Palmas). Y, por su nivel mostrado desde un principio, insuficiente, cumplió a rajatabla con ese papel: solo jugó en un partido en la temporada, 14 minutos en diciembre en la derrota por 2-1 en Butarque contra el Leganés.

Mouriño tiende a moverse este año en las antípodas de Quinteros. O sea, que la intención de todos los implicados, su club de origen, el futbolista y el receptor –el Real Zaragoza–, es que el uruguayo se muestre con firmeza y poderío en los campos de Segunda cuanto más tiempo sea posible, mejor.

Por lo tanto, el plantel zaragocista va a ver modificados los pesos específicos de sus centrales. El de Quinteros, en el curso precedente, fue casi nulo. El cien por cien de la temporada se la repartieron en protagonismo y minutos los otros tres especialistas, Jair, Lluís López y Francés, que repiten presencia en la caseta nuevamente. Jair jugó 3.115; Lluís López, 2.674; y Francés, 1.892.

A partir de ahora, hay que considerar que estas cifras no se repetirán. Mouriño va a cambiarlo todo en ese sector del campo, en el eje de la zaga zaragocista. Sus minutos, que no serán escasos, se detraerán de las aportaciones de Jair, Lluís López y Francés. Lo que el año pasado fue para tres, en este va a ser para cuatro. Y el joven prestado por el Atlético llega en igualdad de condiciones con los demás colegas de función.

A priori, en el cuarteto, Jair es el más prevalente por su veteranía, estatura y condición de zurdo. Porque Mouriño es el tercer diestro del grupo. Quienes más van a ver modificados sus roles son Lluís López y Francés con este nuevo formato de la defensa.