real zaragoza

Emotivo homenaje a Luis Costa, el eterno hombre de club

El exfutbolista y exentrenador del Real Zaragoza, ganador de dos Copas del Rey, cumple 80 años. La Peña La Almozara aglutinó un sentido acto de reconocimiento histórico. 

Luis Costa recibe el galardón de la Peña La Almozara de manos de Juan Señor, su primer capitán en el equipo campeón de Copa de 1986 frente al Barcelona en el Vicente Calderón de Madrid.
Luis Costa recibe el galardón de la Peña La Almozara de manos de Juan Señor, su primer capitán en el equipo campeón de Copa de 1986 frente al Barcelona en el Vicente Calderón de Madrid.
Francisco Jiménez

«Nada me gustaría más que ver al club y a su afición de nuevo en la élite de nuestro fútbol. Pero se deben dar prisa, porque ya tengo 80 años. Y son muchos en Segunda División, que no es, en absoluto, el lugar que merece el Real Zaragoza. Ojalá pronto podamos subir», dijo anoche Luis Costa con la voz entrecortada, los ojos llorosos, emocionado como nunca en el estrado de la Peña La Almozara, donde fue homenajeado en la noche de este miércoles en un acto sobresaliente, de los de la vieja usanza, con sabor añejo del bueno, con gotas de la esencia de siempre del zaragocismo que hace días se extravió y que urge recuperar.

Un mensaje que es un mandato. Un mandamiento que viene de un grande. Una frase para guardar en la mente de todos los protagonistas del día a día actual del Real Zaragoza de plata y latón, hace una década alejado de la nobleza del balompié español, para tener como adorno de cabecera en las mesas de los despachos, en las mesillas de noche. Luis Costa, «uno de los santos del Real Zaragoza», como lo definió José Luis Melero, promotor del homenaje junto a la Peña La Almozara, en su ocurrente discurso de presentación, quiere ver a su Zaragoza en Primera en vida. Hace un tiempo regateó, como cuando era un ágil extremo y delantero blanquillo, a un serio infarto de miocardio. 

Luis Costa fue reconocido en un emotivo acto que, intrínseca y espontáneamente, reactivó por tres horas largas el más laureado zaragocismo de los tiempos pretéritos pero aún modernos. El eterno hombre de club, quien fuera futbolista del Real Zaragoza desde 1970 a 1973 y técnico de la casa durante tres décadas hasta que el agapitismo acabó de mala manera con su brillante trayectoria en el cuerpo técnico, cumple 80 años el próximo domingo. Un número redondo en la vida de un personaje clave en la historia nonagenaria del club blanquillo. Dos Copas del Rey, de las seis que hay en las vitrinas, llevan su dirección en el banquillo reseñada en las escrituras, la de 1986 y la 2001. Son el cénit de una larga tarea de infinitos servicios con honda importancia en cada momento concreto. Unas veces para consolidar, en la mayoría de los casos, el mantenimiento del equipo en la élite en los tiempos de Primera División (solo salió mal una vez, en 2002). Y otras, meritorias a más no poder, para reverdecer los laureles en Europa, amagando en la Recopa de 1987 el título que vendría ocho años más tarde, con un torneo sobresaliente donde se alcanzaron las semifinales ante el Ajax de Amsterdam tras una mítica eliminatoria contra la Roma al inicio de aquel camino.

Luis Costa, desde la humildad, la sensatez, la sencillez, la humanidad y todos esos valores que el fútbol ha ido perdiendo entre su mutación hacia lo pragmático e interesado, engarzó al Real Zaragoza de mitad de los 80 con el que quedó aletargado en el final de los Zaraguayos, diez años antes. Es el padre del renacimiento del gran Zaragoza que volvió a ocupar puestos de privilegio en la liga (4º y 5º en los años 86 y 87, respectivamente), a pisar los campos continentales con poderío y a encandilar con su juego y excelentes resultados a La Romareda y, de paso, al todo el fútbol español.

Fue un rato agradable a más no poder. Un sorbo de bálsamo anímico en medio del desierto –sin cantimplora– que se está atravesando en Segunda División desde 2013. Una lección de historia imprescindible para los jóvenes, advenedizos u olvidadizos, que no tienen calibrado convenientemente el nivel de calidad y exigencia que el Real Zaragoza requiere para ubicarse en su día a día de modo correcto.

Juan Señor, Pedro Herrera y César Láinez, ex jugadores campeones con Costa, estuvieron presentes en el restaurante La Cantera. Jesús Villanueva, el doctor, tampoco faltó. Señor, capitán en el título de 1986 en el Vicente Calderón de Madrid ganado por 1-0 al Barcelona con el gol de Rubén Sosa, fue el encargado de entregarle el galardón a su míster. Se repitió, 37 años después, aquel abrazo sincero y largo con el que los dos celebraron la gloria al pitar el árbitro el final de aquel duelo inolvidable.

Hubo lágrimas, pucheros al ver el vídeo retrospectivo elaborado con gusto para honrar a Costa. Fue una muestra palpable de esa sensación generalizada que dice que, si alguien no poner remedio urgente a la patología que afecta al Real Zaragoza en el último decenio, las generaciones más jóvenes están próximas a perder el paso de la historia blanquilla por puro desconocimiento. Y lo enciclopédico sirve para recordar, pero no toca la fibra. Los héroes últimos, los gigantes en vida, se hallan muchos en la senectud o próximos a ella.

Luis Costa lo dejó claro anoche ante un auditorio que rozó el centenar de zaragocistas, muchos de primer rango en su peso específico, incluido el cuadro técnico actual con Escribá a la cabeza: que se den prisa en volver a Primera División, que ya tiene 80 años. Otros, como Violeta, Zalba, Manolo González, Antic, Rojo... ya no pueden pedir esta celeridad.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión