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Sporting-Real Zaragoza: quizá ese partido clave para el futuro

El equipo aragonés, en su segundo duelo a domicilio en una semana, afronta este domingo en Gijón un capítulo que, en caso de victoria, puede ser el timonazo positivo a un año por definir.

Azón, entre Eugeni y Grau, durante el entrenamiento matinal de este sábado antes de viajar a Gijón.
Azón, entre Eugeni y Grau, durante el entrenamiento matinal de este sábado antes de viajar a Gijón.
Toni Galán

El Real Zaragoza está este domingo en disposición de enlazar dos victorias consecutivas en una semana fuera de casa, después de ganar 2-3 en un emocionante volteo del marcador el último día ante el filial del Villarreal y, por designio del calendario liguero, acometer en Gijón ante el Sporting otro duelo como visitante. No es sencillo, estadística e históricamente, saldar con triunfos los dos viajes seguidos que marca un torneo liguero de vez en cuando en el camino. Los equipos que lo logran suelen marcar tendencia. Y eso es precisamente lo que necesita lograr este Zaragoza de Fran Escribá, estabilizado primero, y mejorado después, respecto del que heredó de su antecesor, Juan Carlos Carcedo, hace ya más de dos meses.

Después de más de media temporada en la zona baja de la tabla, ya sea bordeando de forma literal los puestos de descenso, o bien, en el mejor de los casos, en las lindes de la mitad de la clasificación pero siempre bien por debajo del puesto 11º, si el Real Zaragoza ha de dar el salto alguna vez hacia una ubicación más tranquila, agradable de ver y, por qué no, ilusionante, ha de ser a través de un golpe de timón radical que llegue lo antes posible. Y según se aprecia en un mero vistazo a la situación del torneo, este desplazamiento a Gijón parece ser el lugar adecuado para dar ese viraje decisivo hacia un futuro mejor y con esperanzas de mutar una mala temporada (como lo es hasta hoy) por otra que concluya felizmente y con alicientes en la zona noble.

Puesto en pasiva, se entenderá mejor. Si el Real Zaragoza no gana en Gijón y deja pasar el enésimo tren hacia ese sueño que supone arreglar todavía la fealdad de lo logrado hasta ahora en este curso 22-23, será difícil que vuelva a haber otra oportunidad como la de ese preciso instante en el discurrir de los últimos 18 partidos de liga (los que restarán al volver de madrugada desde Asturias).

Es el momento. Si ha de haber una resurrección visible en esta campaña tan difusa y arrugada de un mal Zaragoza desde todo arrancó en agosto, esta ha de llegar ahora. Con Escribá en el banquillo, este equipo deslavazado solo ha perdido un partido, aquel de Leganés antes de la Navidad por 2-1. Patinó en casa 1-1 con el vicecolista Málaga y, el último día, contra el Mirandés, 0-0. Pero ganó partidos y puntuó en otros con una cadencia interesante. Recuperó visiblemente –aún no con la eficiencia necesaria para cotas mayores– el acierto ante el gol, su mal más profundo y nocivo desde hace un trienio. Y esa suma de puntos, además de evitar el vértigo que se sintió hasta el cambio de capitán en la nave en diciembre, da de sí para que los más optimistas crean en la rectificación del paso hasta lograr el éxito de pugnar por la promoción de ascenso. Palabras mayores a las que los números y algún caso de jurisprudencia todavía incita a una parte del zaragocismo a aferrarse. Legítimo es.

Sobremesa de mil detalles

En este envoltorio tan sugerente para el Real Zaragoza se afronta un duelo que, siempre, tiene tintes de vieja historia, de antigua grandeza de unos y otros. Son dos clásicos de Primera sumidos en sendas crisis de identidad hace largo tiempo (más, incluso, los asturianos, pese a que ellos sí subieron fugazmente a la élite recientemente para bajar enseguida de nuevo). En la contemporaneidad, ambas SAD han sido cambiadas de manos para ser administradas por grupos extranjeros, fondos de inversión internacionales. El Grupo Orlegi, mexicano, tuvo escarceos con el Real Zaragoza antes de que en mayo se produjera la operación de venta accionarial a la actua propiedad. Y los Orlegi acabaron comprando el Sporting. Hoy, por cierto, estará toda su cúpula en el palco, pues así lo han decidido, a modo de guiño a eso que pudo ser y no fue. Le tienen ganas al Zaragoza, tanto por la necesidad del cuadro rojiblanco en la tabla (lleva un punto menos que los zaragocistas y acaban de cambiar de entrenador), como por ese noviazgo societario que acabó sin boda.

En lo deportivo, Gijón es un mar de dudas. Han despedido a Abelardo Fernández, un emblema del Sporting, porque de los últimos 12 partidos solo había ganado uno. Pero no ha gustado el sustituto, un canario, Miguel Ángel Ramírez, que nunca entrenó en España:su experiencia se reduce a las ligas de Catar, Ecuador y Estados Unidos. Se considera un experimento peligroso en una plaza con público fuerte y exigente (Gijón es una ‘pequeña’ Zaragoza, en escala adecuada), con unas pautas de trabajo que se asemejan al modelo Guardiola, del aire de Eder Sarabia, el veterano Juanma Lillo y ese perfil de técnicos de fútbol muy concreto que requiere de una serie de futbolistas que no se encuentran hoy en El Molinón.

Este es el ambiente que se va a encontrar Escribá con sus muchachos, tal vez propicio para el Real Zaragoza si sabe jugar bien las bazas anímicas. Recupera a Vada y Azón para la titularidad (en Villarreal reaparecieron con éxito en la segunda parte, tras sus lesiones). Con la baja de Gámez por lesión, es probable que se decida por Francés como lateral diestro, dando entrada a Lluís López como central junto a Jair, lo cual dejaría a Larrazabal el extremo derecho. Porque, de los lesionados, finalmente solo han viajado Zapater y Simeone. Con Bermejo se ha preferido esperar un poco más. Simeone, lo natural es que aguarde en el banquillo, aunque él quiera jugar ya. El Sporting perdió en el último entrenamiento del sábado a su baluarte Gragera, por lesión, y tiene sancionados a Otero y Zarfino, todos ellos titulares.

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