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El cambio de Escribá que ha revivido al Real Zaragoza

El equipo zaragocista ha logrado en cinco partidos con el nuevo técnico prácticamente los mismos goles que en 15 con el anterior, Carcedo, fruto de detalles relevantes en el juego, que es distinto con las mismas piezas.

Fran Escribá mueve un muñeco que asemeja un jugador rival en un entrenamiento del Real Zaragoza.
Fran Escribá mueve un muñeco que asemeja un jugador rival en un entrenamiento del Real Zaragoza.
Francisco Jiménez

Fran Escribá ha revivido al Real Zaragoza de un estado de desvanecimiento que rozaba el colapso global hace un mes. Recogió un equipo aturdido en manos de su antecesor, Juan Carlos Carcedo, al que lo superaron las circunstancias sin remedio tras el primer trimestre de la liga. Y en cinco partidos, en la medida en que puede y es capaz de modificar detalles relevantes en lo más básico del fútbol con una plantilla que tiene de fábrica carencias y máculas evidentes, Escribá se acerca al doble de rendimiento respecto de lo precedente. Esa es una medida cuantitativa que ayuda a entender lo que ha avanzado el bloque en este último mes.

Goles. Nueve tantos en cinco partidos: 1,6 de media

La falta de gol es la patología más grave de este Real Zaragoza, heredada de los dos años precedentes. Con Carcedo, el equipo anotó nueve goles en la primeras 15 jornadas. En las cinco de Escriba, las mismas piezas, utilizadas de otro modo, han firmado ocho goles. Casi los mismos.

El fútbol de Carcedo dejó una media de 0,6 goles por partido. El de Escribá alcanza ahora 1,6. En este caso concreto, casi el triple mejor en eficacia puntual. Para que el gol haya llegado desde los pocos y racionados grifos que posee la plantilla ha sido necesario ubicar al equipo varios pasos más adelante en el punto de partida posicional. Y prohibir el juego insustancial en la zona defensiva (centrales, laterales y portero) durante largas fases en busca de que no suceda nada, con la tesis de que si el balón está en tu poder estás evitando que el rival te haga daño, engañosa táctica si en punta no se posee veneno:así, la máxima aspiración muchos días era el 0-0.

Y, también, a partir de la instauración de un tempo más alegre en el rimo de juego, las ocasiones se han multiplicado. Con diferente cadencia, según el partido y el perfil de cada rival, el Zaragoza de las últimas cinco jornadas ha pisado el área con mayor profusión y peligro que en los 15 partidos precedentes juntos. Ya no se juega andando, ya no prevalecen los pases horizontales ni hacia atrás en largos trechos de los partidos.

Puntos. Del 35% de Carcedo al 60% tras el cambio

El Zaragoza de Escribá, invicto en sus cinco primeros partidos de liga, ha logrado una racha de nueve puntos sumados de 15 disputados. Es un 60 por ciento de adición. En las 15 jornadas con Carcedo, aquel Zaragoza logró 16 de 45. Es decir, el 35,5 por cien de lo dirimido. En este epígrafe tan crucial, el cambio ha traído también una mejoría ostensible, de rápida repercusión favorable, pues gracias a esto el equipo ha abierto brecha con la zona de descenso, vecina suya desde agosto, amenazante hábitat que terminó por hacer estallar el proyecto inicial del verano.

Una cuestión deriva de la otra. Hay causa-efecto. A más goles, más puntos. Si se mejora la producción goleadora, como se ve, automáticamente llega mejor cosecha en la tabla. En este apartado, ni el ‘big data’ ni sus derivadas puede llevar la contraria a un viejo adagio. Es, mejor aún, teorema.

Movimiento de piezas. Dos delanteros en vez de uno y más centros al área

La traslación del movimiento del balón en zonas más adelantadas que las que utilizaba Carcedo en su pizarra la ha logrado Escribá, en los trazos gruesos, con movimientos de piezas nada sofisticados, más bien lógicos, razonables. El Real Zaragoza ha pasado de jugar con un solo delantero, normamente una isla desesperada en los larguísimos ratos sin suministro de balones potables, a hacerlo con dos. Simeone, que por las vicisitudes de la temporada (lesiones largas de Azón, mal aterrizaje de Gueye) ha terminado siendo el indiscutible en punta, ya no sufre más que disfruta. El fútbol consiste en disfrutar más que sufrir. Los equipos que se lo pasan bien jugando son los que están arriba en la tabla. Y durante 15 jornadas la plantilla zaragocista iba a los partidos a subir el Monte Calvario descalzos y con la responsabilidad del escudo del león a cuestas (una cruz gigante en esta plaza). Escribá ha introducido inputs de divertimento en el modo de jugar y se aprecia en el espíritu, los rostros y las reacciones de los futbolistas.

Inclinación hacia el área rival, no hacia la propia. Los medios centro han de llegar a la zona de generación de goles, no incrustarse atrás como tercer central

Con Carcedo, un medio centro se incrustaba permanentemente como tercer central en diferentes fases del juego. Con el balón en poder, para sacarlo desde del área pequeña propia (Grau, Petrovic...). Y con el balón en pies del adversario, para auxiliar el cierre defensivo de una línea que se convertía en muralla de cinco y hasta seis piezas según los días y marcadores. Ahora el gesto institivo de las bisagras del medio campo es inverso. Hay un mandato de Escribá para que las incorporaciones desde la segunda línea al área rival incumban también a los centrocampistas puros. Hay que llegar arriba con cuantos más rematadores potenciales sea posible.

El gol ha de salir de cualquier sitio, pues no hay especialistas (admitido públicamente por Escribá). Y esta variante es asunto capital para la mejoría que se aprecia, progresivamente, en el último mes. El gol de Francho al Huesca es paradigma de esto.

El balón parado. El nuevo Zaragoza ha abierto esta ventanilla de rentas, antes cerrada

Escribá, recién llegado, avisó in voce de este déficit que observaba en las credenciales del equipo que recogía de manos de Carcedo. En una liga de escasos goles, de partidos cerrados por doquier, los tantos que emanan de faltas, córneres y demás acciones de estrategia suelen ser decisivos para sumar puntos que, de no aprovechar ese mecanismo del balón parado como norma, se pierden por el sumidero y dañan resultados, clasificaciones y aspiraciones.

Con Carcedo, la estrategia era algo accesorio, no hubo réditos casi nunca. El Zaragoza jamás asustó a los contrincantes con la pelota parada. Ahora, en los últimos partidos, el equipo blanquillo empieza a ser amenazante de veras en cada lance con balón quieto. Al Huesca, el primer gol zaragocista le llovió en una jugada de saque de banda; el segundo, tras un córner; el tercero, en un penalti procedente de otro saque de esquina. Y Jair ha marcado ya los primeros dos goles de cabeza del equipo esta temporada, al Burgos y el Ibiza. Porque, antes, estaba inédito en esta crucial faceta de los tantos por vía aérea, desatascadores naturales desde hace más de un siglo de defensas férreas y contundentes que complican los partidos.

Mantener la seriedad defensiva. Dos porterías propias a cero de modo consecutivo

Lo único aceptable de los números en la corta y perniciosa etapa con Carcedo fue la rocosidad defensiva del equipo, también heredada del año y medio anterior con Juan Ignacio Martínez ‘Jim’. El Zaragoza encajó 13 goles en 15 jornadas, 0,86 de media. Perdió mucho más de la cuenta, por eso se vino abajo, pero hubo hasta cuatro marcadores adversos de 1-0 en el récord (Cartagena, Santander Granada y Vitoria).

Pues Escribá, con las dos últimas porterías a cero ante Albacete y Huesca, también lo ha mejorado. Ha recibido cuatro goles en cinco partidos, 0,8 de media. En las piedras angulares del funcionamiento real de un equipo, Escribá ha embocado un buen camino. Pero es tanto el terreno perdido que su dinámica positiva requiere de un mantenimiento constante de plazo medio.

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