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Alejandro Francés eleva las defensas

El regreso del central canterano a la titularidad con Fran Escribá le ha traído al Real Zaragoza dos porterías a cero consecutivas después de casi cuatro meses.

Alejandro Francés defiende a Carrillo (Huesca), con Jair al fondo. GUILLERMO MESTRE
Alejandro Francés defiende a Carrillo (Huesca), con Jair al fondo. GUILLERMO MESTRE
Guillermo Mestre

Los buenos futbolistas mejoran su posición, pero sobre todo también aquellas que la rodean, a sus compañeros de línea o a los más cercanos en el campo. Es el efecto que, sin ir más lejos, causa Alejandro Francés cuando se instala en la defensa del Real Zaragoza. Después de un periodo de suplencia en los tres primeros partidos ligueros de Fran Escribá, el joven central canterano recuperó el puesto en Albacete y lo mantuvo contra el Huesca, dos encuentros en los que el crecimiento general del equipo se ha impulsado en su mejora defensiva. Con Francés, el Zaragoza ha enlazado dos porterías a cero consecutivas después de casi cuatro meses: no lo hacía desde las dos primeras jornadas, en los empates sin goles contra Las Palmas y Levante. Entonces, Francés también fue titular acompañado por su viejo socio en el muro, Jair Amador.

Han sido semanas de incertidumbre en torno a la figura del canterano dentro de una temporada marcada por la grave lesión de codo que sufrió contra el Lugo en la cuarta jornada. Estuvo un mes de baja, se perdió cuatro partidos, pero le costó retomar el ritmo de competición y ganar la seguridad suficiente para cuerpear, caer al suelo y embestir. Algo lógico después de una dolencia así. Carcedo aún lo tuvo tres partidos sentado en el banquillo. Vio, entonces, a un futbolista alejado de su techo manifestado. Pero lo recuperó para sus últimos partidos, con la aplicación de una defensa de tres centrales y dos carrileros.

Después vino Escribá. Le dio la titularidad en la catástrofe del Diocesano en un día en el que ni mucho menos Francés rindió por debajo de la media del equipo, pero ya no contó con él ni contra Málaga, Burgos ni Ibiza. Tal ausencia despertó preguntas. Francés ocupa una figura central en la plantilla del Real Zaragoza por rendimiento ofrecido en los dos años previos siendo apenas un adolescente, por su proyección a futuro y por su valor de mercado como activo patrimonial más destacado del club: si hay futbolistas a los que a la SAD les interesa que progresen, esos son Francés, Azón o Francho.

Escribá abordó el tema y explicó el caso para que se entendiera que no había caso: «Confío mucho en Francés. Estoy encantado con él. Es un futbolista estupendo. Es de los jóvenes que mejor conocía. El hecho de que no haya jugado estos partidos no tiene una explicación. Francés no va a jugar porque Lluís tenga cuatro (tarjetas) o le sancionen, va a jugar porque todos los días hace mérito. Va a jugar mucho en lo que resta de temporada. En el que momento que menos nos esperemos va a jugar, y estoy convencido de que la importancia que ha tenido la va a volver a tener».

Ahora, ha llegado ese momento. Escribá optó por Lluís López por razones técnicas y tácticas que, en un principio, no observó en Francés. Simplemente, jugaba uno porque al entrenador le gustaba más para las funciones que pretendía en el equipo. Sin embargo, Lluís no terminó de redondear buenos partidos, un poco en la línea de su etapa en el Zaragoza: es un defensa con picos de buen rendimiento, pero que no los sostiene en el tiempo. Una buena alternativa de fondo de armario porque no es un central fiable.

En Albacete, Francés recuperó su plaza como central derecho, conservada contra el Huesca. El Zaragoza dejó la portería a cero, pero también transmitió una mayor seguridad en su línea defensiva, en las acciones más próximas al área y a la propia portería. El impacto de Francés en este sentido explica muchas cosas. Por sí solo eleva las defensas del equipo, haciendo mejores a quienes le rodean. Gámez, un lateral derecho débil en la protección del segundo palo, gana fiabilidad con Francés en ese tipo de balones cruzados largos. También los mediocentros incrementan su confianza al tener la anticipación de Francés como una luz vigilante de sus espaldas. Pero en nadie repercute más el fútbol del canterano que en Jair Amador, con quien forma una poderosa sinergia.

La sociedad con Jair

Ambos se comprenden y se entienden casi sin mirarse, fruto de más de medio centenar de partidos juntos en dos años. Sobre ellos, Juan Ignacio Martínez levantó una muralla de mármol a su llegada. Fueron el signo distintivo de un equipo que forjó su salvación en el rendimiento defensivo y las porterías a cero que alimentaban esta pareja.

Francés y Jair se compensan y se equilibran sus defectos y virtudes, por eso al Zaragoza le ha funcionado tan bien la combinación. Responden a perfiles desiguales de centrales, pero eso es precisamente lo que los enriquece como sociedad, los complementa y los mezcla con una exactitud y armonía en la que uno le da al otro aquello que le falta: si uno anticipa, el otro guarda la espalda; si Jair va al duelo aéreo, Francés se posiciona para la cobertura… Uno tiene altura y el otro velocidad; uno posee contundencia y el otro intuición e inteligencia; uno es fuerte en el área y el otro fuera de ella; uno apenas genera con la pelota en los pies y el otro da salida con pases o conducciones que dividen… Son el matrimonio perfecto.

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