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¿Hemos marcado el 1-0 a favor o se acaba de encajar el 5-0 en contra?

Los rostros de los futbolistas del Real Zaragoza tras la celebración del gol de Igbekeme que ponía en ventaja al equipo ante el Rayo evidencian, como en todo lo que va de liga, la poca alegría y la depresión que envuelve al vestuario. 

Los futbolistas del Real Zaragoza, segundos después de anotar el 1-0 a favor frente al Rayo Vallecano. La 'alegría' es singular.
Los futbolistas del Real Zaragoza, segundos después de anotar el 1-0 a favor frente al Rayo Vallecano. La 'alegría' es singular.
Javier Belver

Este, el de la fotografría, es el momento en el que los futbolistas del Real Zaragoza celebran el gol de Igbekeme ante el Rayo Vallecano. El 1-0 logrado por el equipo aragonés en el minuto 18 del duelo ante los madrileños, disputado en La Romareda en la tarde-noche de este miércoles. 

Cuando está tomada la imagen no han transcurrido aún 40 segundos desde que el balón entró en la red vallecana, tras el chut de Igbekeme y el fallo garrafal del portero Dimitrievski. En una noche de alta responsabilidad, donde al Zaragoza solo le servía la victoria para salir del fondo más abisal de la clasificación, lograr ese tanto tempranero era un golpe de fortuna, de acierto, digno de ser gritado con fuerza, motivo de sonrisas de complicidad, de muestras de comunión y alegría grupal. 

Otro plano, más cercano, de la celebración del 1-0 del Real Zaragoza sobre el Rayo Vallecano.
Otro plano, más cercano, de la celebración del 1-0 del Real Zaragoza sobre el Rayo Vallecano.
Javier Belver

Eso se vio, en las imágenes de televisión (y se apreció en la distancia desde la tribuna de prensa del estadio), apenas unos segundos. Los 10 que transcurrieron desde que el balón de Igbekeme entró, el nigeriano corrió hacia el fondo, Narváez le siguió el primero, por proximidad, para abrazarlo y el resto se fueron incorporando a la piña en el córner de la Casa Grande del Fondo Sur. Pero no tuvo apenas continuidad. 

Los rostros de los jugadores blanquillos, como sucede desde prácticamente el inicio de esta tremenda temporada 20-21, se tornaron enseguida serios y las miradas se fueron hacia la hierba. Todos a lo suyo, atomizados en el regreso al campo propio para reiniciar el juego tras ponerse 1-0 a favor ante un potente rival como el Rayo. Caras hieráticas, incluso torcidas en varios sujetos. 

Los rictus faciales de los protagonistas del gol, del juego, de la alineación que ayer puso en liza Iván Martínez están alejados de los que serían normales, de los que se tendrían que haber visto dentro de los estándares de lo común en el mundo de fútbol profesional. El Real Zaragoza acaba de anotar el primer tanto del partido, de adquirir ventaja en el tanteador con el 1-0 y, si no se advierte antes de ver la foto, cabe confundir la interpretación de las faces de los jugadores por un momento más duro, de digestión negativa. Parece que vienen de encajar el 5-0 en contra. 

Los ademanes de Jair, Chavarría, Eguaras, Francho, Guitián, Vuckic, Zanimacchia o Vigaray (los que salen en esta primera imagen) no se parecen en nada a la de las celebraciones, por ejemplo de los múltiples goles que anotaron el año pasado los Luis Suárez, Puado, Soro, Guti, Linares... a las de un equipo feliz, ilusionado, estable emocionalmente. 

Esto es solo una muestra más de la anomalía en la que está instalado el actual Real Zaragoza. Todo está fuera de sí. Nada responde a lo lógico, a las rutinas del fútbol. Este tipo de lenguaje gestual, mal que les pese a muchos de los señalados o afectados por la gran depresión del equipo zaragocista en esta era en que comprende noviembre de 2020 y sus alrededores, es un indicio, una evidencia que cualquier psicólogo observa a bote pronto y extrae sus concluyentes conclusiones. 

Conviene no mirar hacia otro lado cuando pasan cosas como esta. Algo está mal si alguien va a un velatorio a contar chistes o si, el día de la boda de un hijo, se deprime y tiende al abandono personal. No son, ninguna de estas dos citadas, reacciones humanas lógicas ni naturales. Al contrario, van en sentido inverso a la conducta de las personas. Esto se está dando hace semanas en el vestuario del Real Zaragoza. Jugar es sinónimo de sufrir, cuando lo suyo sería disfrutar. El proyecto está montado mal, con enormes deficiencias estructurales, sin casamientos de piezas, a las bravas, con infinidad de improvisaciones a base de ordeno y mando. 

Y, claro, en ese atípico envoltorio ambiental, hay un momento en el que se marca un gol que puede ser vital en una noche clave y... los futbolistas vuelven a sacar de centro y a reanudar el partido con estas caras (de acelga, que diría José Sacristán en el guión de su mítica película que escribió y protagonizó hace más de tres décadas).

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