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Real Zaragoza-Rayo Vallecano: la victoria como única solución

El equipo aragonés recibe este lunes al Rayo Vallecano en La Romareda con un objetivo supremo: ganar por fin como local y recuperar el pulso del ascenso.

Linares, titular ante el Rayo Vallecano por la baja de Luis Suárez -sancionado-, en el entrenamiento del equipo en la Ciudad Deportiva.
Linares, titular ante el Rayo Vallecano por la baja de Luis Suárez -sancionado-, en el entrenamiento del equipo en la Ciudad Deportiva.
Tino Gil/Real Zaragoza

La montaña rusa que es la cabeza de la clasificación en la Segunda División desde que el neofútbol español volvió a los platós el pasado 13 de junio vuelve a poner al Real Zaragoza con la caída favorable en su viaje al final del torneo. Los serios patinazos del Huesca -perdió hace unas horas 2-1 en La Coruña- y del Almería -cayó en su casa por 1-2 contra el Tenerife- generan un panorama de alivio para los zaragocistas que, una vez más, observan cómo se desenvuelven los demás adversarios por el ascenso mientras aguarda cerrar la jornada de turno, esta vez la 38ª.

Será en la noche de este lunes en La Romareda, vacía y silenciosa como marcan las normas del fútbol poscovid, a las 21.45, contra un Rayo Vallecano que llega a jugarse sus últimas bazas para meterse en la Promoción de ascenso. Un partido que, por mor de los malos pasos de dos de los rivales en lo alto del escalafón, oscenses y almerienses, adquiere para el Real Zaragoza una dimensión sanadora para sus dudas e incertidumbres mentales y futbolísticas, esas que le han hecho perder hasta 5 y 6 puntos de ventaja en una sola semana y poner en riesgo el ascenso directo por el que pelea hace largo tiempo.

Si hace tres días el vagón de los blanquillos se atrancó en Gerona y se quedó clavado cuesta arriba con muy mala pinta, hoy, de lograr vencer los blanquillos al Rayo, el carrusel de locura, ese sube y baja vertiginoso cada tres días que se está dando en este atípico final de la histórica liga 2019-20, la sensación general será de que se vuela con la pendiente a favor camino del objetivo supremo: subir a Primera sin pasar por la Promoción, en apenas una docena de días.

Víctor Fernández lleva 72 horas ejerciendo, más que de entrenador, de director espiritual. No solo en el vestuario, sino también en sus alrededores. Aún falta el esprint final. Son 15 puntos lo que han de disputarse por parte del Real Zaragoza (ya solo 12 para Cádiz, Huesca y Almería). Y con las exiguas distancias que hay entre unos y otros en ese cuarteto que viene protagonizando un auténtico desfile de cojos desde la reanudación de la liga, nadie está descartado, del mismo modo que ninguno tiene asegurado ni un gramo de su éxito pretendido.

Hoy, el Real Zaragoza afronta esta cita con el Rayo Vallecano sabiendo que, de nuevo y pese a su mal balance de réditos en los seis primeros partidos del epílogo del torneo (suma cuatro derrotas por solo dos victorias, sin empates, solo 6 puntos de 18 posibles), un triunfo lo coloca otra vez en la peana de los césares de la liga. Si, tras volver derrotado de Gerona el viernes, el Real Zaragoza perdió la mano en la partida y pasó a depender de Cádiz y Huesca (se cayó a la tercera posición, fuera del ascenso directo por primera vez en medio año), los patinazos monumentales del Almería y el Huesca en las últimas horas patrocinan que, desde esta medianoche, el equipo blanquillo pueda volver a ser el dueño de su destino, recuperando el segundo asiento de la tabla tras el Cádiz y dejando atrás a azulgranas altoaragoneses y rojiblancos mediterráneos.

Ganar es la solución. Es más, se trata del único camino que hoy se concibe para no darse de bruces por enésima vez en las últimas semanas con esa pared de hormigón oculta en cada curva, que antes del parón de marzo no existía y que, ahora, está dificultando el camino del Real Zaragoza de forma sorprendente y preocupante. En La Romareda, bajo el nuevo modelo futbolístico que rige en el cierre de la liga, el equipo de Víctor Fernández ha perdido los tres partidos disputados: ante el Alcorcón (1-3), Almería (0-2) y Huesca (0-1). Obviamente, no entra en cabeza humana que un vicelíder en el mes de marzo pueda barajar un ascenso a Primera en 11 jornadas perdiendo cuatro partidos en serie en su propio estadio. Esta dinámica negativa, ya sí, sea como sea, debe haber acabado tras el varapalo último, hace una semana ante el Huesca. El Zaragoza ha de ganar perentoriamente al Rayo. Ha de ser capaz de ejercer su rol como antes, cuando había 30.000 almas animando en los graderíos.

En este fútbol de mentira (que no es el de verdad en su pura esencia), el que se juega cada 72 horas, a matacaballo, sin tiempo para entrenar o recuperar lesionados, que tiene lugar en el tiempo de vacaciones de verano (julio), el que tiene cinco sustituciones, el que permite convocar 23 jugadores que se inscriben en el acta, el que carece del calor y la pasión de las aficiones, el que solo se ve por televisión, con muñequitos cibernéticos llenando las tribunas y sonidos enlatados de Play Station para generar un ambiente que, de veras, no existe en el campo, ya da igual jugar bien, mal o regular. Aprendido está todo el mundo. Solo cuenta sumar los puntos. Como sea. Con VAR o sin VAR. Con más o menos fortuna, con mejor o peor fondo físico. Ante el Rayo, ganar este duelo es tocar la puerta de la Primera División

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