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Cuando el fútbol se echa a la carretera

La muerte de Luismi pone el foco en los miles de desplazamientos que provoca el balompié a diario. La Federación calcula que cada fin de semana se moviliza casi un cuarto de la población aragonesa

El CD Caspe tiene ocho equipos de base y todos los fines de semana varios juegan en Zaragoza -como los alevines de la foto, ayer-.
El CD Caspe tiene ocho equipos de base y todos los fines de semana varios juegan en Zaragoza -como los alevines de la foto, ayer-.
Toni Galán

Solo durante este fin de semana, la Federación Aragonesa ha programado 1.056 partidos de fútbol y de fútbol sala en todos los rincones de Aragón. En este dato no entran los que se juegan en otras ligas que no están bajo el manto federativo ni, por supuesto, las pachangas entre amigos. El fútbol moviliza cada día –pero sobre todo los fines de semana– a decenas o cientos de miles de personas en nuestra Comunidad entre jugadores, entrenadores, directivos, árbitros, familiares, aficionados... Los entrenamientos y los partidos exigen miles y miles de desplazamientos en carretera que, desgraciadamente, pueden acabar en tragedia. La última fue la del jugador del CD Fuentes Luismi López, quien el pasado día 8 se dejó la vida cuando volvía de entrenar en un accidente de tráfico provocado por un conductor borracho.

Fue en el kilómetro 214 de la N-232. Curiosamente, el lugar donde murió Luismi está a menos de un kilómetro de distancia del sitio donde falleció en otro accidente de tráfico Samuel Budria, portero del Sala Quinto. Fue el 10 de noviembre de 2006, y el guardameta de 31 años se dirigía a entrenar junto con un compañero. En esta misma Nacional, pero en el kilómetro 220, hace poco más de un mes chocaron un coche y el autobús del CD Fleta, que regresaba de jugar en Alcañiz. Solo hubo un herido. Estos seis kilómetros de esta fatal carretera sirven como ejemplo de los riesgos de los desplazamientos en torno al fútbol.

Pero lamentablemente hay muchos más. El pasado 1 de octubre, la madre de un alevín del Santo Domingo Juventud falleció en un accidente de tráfico cuando se dirigía a Ejea de los Caballero s a ver jugar a su hijo. Echando la vista más atrás, el Colo-Colo de fútbol sala sufrió una de las mayores tragedias que se recuerdan en las carreteras aragonesas: la muerte de cuatro jugadores del equipo de entre 20 y 32 años el 3 de octubre de 2004 en Pina de Ebro, cuando volvían de jugar en Hospitalet.

Las cifras que se mueven en torno al fútbol base y al fútbol regional son mastodónticas. En la Federación Aragonesa de Fútbol se contabilizan más de 50.000 licencias activas entre jugadores (40.000), directivos (8.000), entrenadores (2.200) y árbitros (unos 500). Todos, o casi todos, se mueven por el fútbol los fines de semana. A esto hay que sumar varios espectadores por cada jugador que salta al campo –padres, hermanos, abuelos, familiares, amigos, aficionados...–. En total, la propia federación calcula que los fines de semana casi la cuarta parte de la población aragonesa se moviliza directa o indirectamente por el fútbol. Si se hacen cuentas, no es una tan cifra descabellada como pudiera parecer en un principio.

"Es un movimiento excepcional, muy intenso, que mueve mucho desde el punto de vista socioeconómico. Se juegan más de 32.000 partidos a lo largo de la temporada. Estamos en el mundo, y teniendo en cuenta que se mueven tantas personas, lógicamente hay accidentes de tráfico. Tenemos suerte de que son muy de vez en cuando, pero lamentablemente por estadística tiene que haber", señala Óscar Fle, presidente de la Federación Aragonesa de Fútbol.

Aunque el riesgo cero es imposible de alcanzar, tanto la Federación como los clubes intentan poner de su parte para minimizar los riesgos. El ente federativo trata de "racionalizar las competiciones", defiende Fle, uniendo los grupos por comarcas siempre que sea posible y, así, acortar los desplazamientos. "En Aragón tenemos una dificultad añadida, que es nuestra extensión territorial y el bajo número de habitantes en algunas zonas. A veces no queda más remedio que hacer desplazamientos largos", apunta el presidente de la Federación.

"En Caspe estamos alejados de todos, pero contentos de poder competir con los equipos de Zaragoza, aunque nos cueste lo nuestro"

Los clubes, por su parte, buscan reducir al máximo el peligro fletando autobuses para sus jugadores e incluso para sus familiares siempre que se puede. En el caso de los equipos zaragozanos, el criterio suele ser ponerlos cuando se sale del área metropolitana de la capital aragonesa, a partir de unos 40 o 50 kilómetros. Desde el San Gregorio Arrabal, por ejemplo, señalan que contratan unos 30 autobuses al año, los que hacen falta para cubrir los partidos que se juegan a más de 50 kilómetros. Pueden subir tanto los chavales del equipo como sus padres. Al final del año, supone un gasto de unos 15.000 euros.

En el caso del Caspe, la inversión anual es más del doble. "Los que estamos en los pueblos asumimos el riesgo físico de la carretera. Estás en peligro constante, pero no se puede hacer de otra forma. En Caspe estamos alejados de todos, pero contentos de poder competir con los equipos de Zaragoza, aunque nos cueste lo nuestro", apunta Carlos Burillo, director deportivo del club caspolino. "Todos los jugadores están obligados a ir en el autobús, porque no queremos asumir riesgos innecesarios. El coste de los desplazamientos lo asume el club y nos supone unos 30.000 euros al año", señala. Una suma importante de dinero, pero que se queda en nada si, con ella, se logra minimizar el peligro de quedarse en la carretera.

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